by Jesús Morales Serrano... Con la tecnología de Blogger.
domingo, 17 de noviembre de 2013

Androides en la órbita lunar.

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   Anoche tuve un sueño extraño, de esos que te aturden al despertar porque impiden que comprendas cuál es el mundo onírico y cuál el real. Agitado y confuso traté de reconstruir los retazos de aquella ensoñación pasajera mientras se fundía frenéticamente al calor del sol diurno. 


   Inmerso en una ciudad envuelta en tinieblas camino despacio sobre una superficie blanda, no es granito ni asfalto, sino arena, conjunción con el contraste absurdo de edificios inacabables y calles desiertas. El ambiente es tan denso que respirar se hace del esfuerzo, como plomo que cargara los pulmones y deshiciera la mirada, ajena a algún recuerdo, en el suelo, en la arena blanca y fina. 

   Desde lejos se ha ido acercando una persona, es una mujer. Con ella converso sin desánimo, su juventud y amabilidad me acercan a un extraño dinamismo con el que olvido ese abrumador espacio tiempo. He levantado la vista del suelo, no recuerdo porqué la había bajado, el calor de su palabra amena ilumina suavemente la ciudad. Siento que la conozco y que llevo hablando con ella toda mi vida, sólo que ahora nuestros caminos se han encontrado en una ciudad vacía.

   De la nada aparece un hombre joven, no consigo comprender su cara, pero emana odio su cuerpo, sin mediar una palabra saca un arma. De pronto la ciudad, antes sombría, después tenue, ahora iluminada, es un campo de batalla. Solos los dos y el frío, en el desorden de edificios flotantes, nos reunimos en duelo, de mi mano surge un arma equivalente que me hace comprender que una de nuestras vidas está próxima a su fin. Entonces pienso que en mi fortuna está su muerte, y brota la sangre de su corazón herido. El tiempo se ha parado y él, él ha desaparecido.

   Pero el tiempo se reanuda en la misma ciudad, gris, fría, de ambiente singular y edificios estáticos, con arena blanca que va empolvando mis zapatos. Pronto recorro una plazoleta y ahí está otra vez, es la chica del principio, parece una niña, con la que vuelvo a charlar sin apenas dar importancia al encuentro que acaba de producirse y que seguramente ella ha presenciado. El tiempo se acelera más y más, y el suceso se repite, de nuevo él vuelve a dar conmigo, es interminable y me disgusta no poder continuar con mi historia. Un día de la marmota diabólico del que no quiero formar parte. Arrojo el arma y dejo que sea él quien me dispare. 

   ¿Disparó o no? La intensa luz que nos iluminaba se ha desvanecido. Ante mis ojos se despierta un nuevo mundo que difiere por completo del primero, se materializa en colinas y valles, mucho más natural, claro y limpio. En las profundidades se escuchan los latidos de una civilización tumultuosa, es la historia de un pueblo enterrado.

   Un pueblo olvidado en medio de un planeta perdido, su acceso rocoso exige bajar por una pendiente absoluta y arrojarse sin temor al vacío, se encuentra a varios kilómetros de la superficie lo que genera una sensación muy cálida, a ratos es agradable y a otros sofocante. Allí no es difícil encontrar a gente, los vecinos del lugar no llevan con tristeza lo de su entierro, han preparado una fiesta inmensa y todos sonríen al pasar, su villa se engalana con bolas de papel iluminado y farolillos encendidos. Juntos no consumen, despilfarran nutridas pilas de manjares con que saciar su gula y culminar su celebración con toda suerte de placeres.

   Todas las calles concentran sin discreción el banquete y el jolgorio, la música, el disparate, la mofa y la orgía. Pero en la principal, una especie de aura mística deja de invitar a los amigos de la verbena a congregarse, espera sin motivo un trono altísimo (casi tan interminable como aquellos edificios marmóreos) hecho con un cristal tan precioso que al dejar pasar la vista por su superficie las lágrimas se derraman sin poder evitarlo.

   Cuanto más cerca estoy del asiento más incontrolable es el llanto, y la música es más lejana. Mi pecho está ardiendo y el sonido de las copas y las risas es inaudible, se ha ido ahogando en mi lloro. Junto al trono solo yo con en el silencio, y sobre él se encuentra el duelista con su arma, aquél que amenazaba con quitarme la vida, el mismo que volvió al mundo de las tinieblas y quien seguramente me ha arrastrado al pueblo enterrado. 

   Su cara ya no es ningún misterio, nunca lo ha sido, el cristal ha revelado la indescifrable incógnita.

   Vuelve a llorar... y recuerda que está vivo.



   Mi cara aparece empapada en sudor frío por este sueño tan extraño. Es hora de ducharse, ¿eso que huelo son tostadas? comienza un día muy largo.
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lunes, 30 de septiembre de 2013

La casa de los patriotas

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   Se presta al escenario perfecto. 

   Aquel episodio sucedió durante el anochecer temprano y lluvioso de una gris ciudad europea. En la profundidad de una calle anegada de oscuridad adivinas relieves y formas envueltos en una vaga nube de luz de gas, se deja escuchar el galope de un carruaje de época, quizás también el latido de un corazón nervioso. Transitas deprisa la estrecha avenida en busca del noble edificio que ha congregado a la junta general, su debate enfervorecido contrasta con la quietud de un vecindario que se va apagando, ignorante, quedándose dormido.

(...)


   Volvió septiembre, implacable, en su indiferente egoísmo se desenvuelve como uno de los meses más bonitos, desvanece los recuerdos de verano cerrándose sobre una noche, por días, más larga y más fría. Como era de esperar, estas fechas congregaron en la calle a mucha gente que reivindicaba la innovación de una patria catalana y el debate, por momentos más recurrente que interesante, se desenvuelve en una maraña de voces que gritan incoherencias a ambos lados del río Ebro. No, no he escrito esta entrada para hablar de la cuestión, ya expuse mi opinión cuando daban coletazos los primeros amagos de rebelión en La Matrioska. No me gusta repetirme, y menos ahora que transito poco el blog, pero al menos el episodio del once de septiembre (que no narro porque la historia ya conoce) me sirve para contextualizar mis ideas. Quizás algún día de un muy lejano septiembre alguien pare a leer con nostalgia esta entrada evocando aquella imagen.

   En la búsqueda de un punto de origen a las emociones que nos suscita este debate he descubierto una faceta social pocas veces argumentada en política y los medios que en mi opinión es capital para conocernos. Pienso que la necesidad de pertenencia a un grupo, expuesta por Maslow en su Pirámide, está detrás de la aparición del Estado moderno. Una vez generada, la inseguridad de la sociedad despliega en el individuo respeto y confianza por los mensajes patriotas, normalmente vacíos de contenido, ajenos a propuestas que garanticen el progreso y el bienestar social, aplaude el refugio en himnos y banderas porque es consciente de la grandeza planetaria, porque se siente pequeño y tiene miedo, es humano.

   Hoy, quizás me tachen de revolucionario, me atrevo a escribir que el Estado no existe, no existe España ni Cataluña (y me temo que no existirán nunca) ni tampoco, qué se yo, Estados Unidos o Alemania que con su vasto potencial económico e industrial no tienen más sentido que aquél del que se les ha dotado. La naturaleza no prestó pautas que motivaran la existencia de las naciones, por lo general fueron la guerra y la conquista las que perfilaron las fronteras y esa necesidad sobrevenida (que sí es natural, por ser humana) la que hizo del Estado una personalidad jurídica, una ficción creada en Derecho. Si este concepto llega a superponerse al del individuo estaremos desnaturalizando su esencia que no es más que la de servir de instrumento a la satisfacción social, consecución del orden y la justicia social.

   En un primer momento, al calor de una imaginación pos-adolescente pensé titular la entrada "Marca España (u otra futilidad con la que perder tiempo y dinero en un país boyante)". Dejando a un lado lo tonto del título y de su inventor, lo cierto es que me sobrepasa el silencio de los medios y de la gente cuando le hacen saber que en la política económica del Gobierno la propuesta de marca-país ocupa un papel central mientras el ejecutivo propone recortar en partidas presupuestarias como la investigación. ¿Cómo pretenden Margallo y Rajoy que España crezca económicamente? ¿Se quiere vender al europeo o al japonés, que viven en la élite tecnológica mundial, que el nuestro es un país moderno? No entiendo la inversión. No entiendo que haya personas y medios trabajando y cobrando del erario por desarrollar proyectos que mejoren la imagen del país que más paro juvenil tiene de Europa. Tampoco entiendo que el ministerio del exterior desconozca el coste pormenorizado de las misiones diplomáticas estatales y autonómicas. Estamos invirtiendo en maquillar a la España que agoniza. Y nadie dice nada sobre ello.

   En esta misma línea, mientras el Estado central va trasladando el recorte de déficit (exigido por Bruselas) a las autonomías, a quienes compete en mayor medida el mantenimiento del Estado de Bienestar, se desarrolla un futuro plan que garantice las pensiones disminuyendo la cuantía y alargando la vida laboral. Y es entonces cuando saltan las alarmas, y no es por la respetable elección de una política económica liberal, sino porque el sacrificado adelgazamiento del Estado Social no esté arrastrando un recorte comparable del gasto público en el mantenimiento del Estado Central, cuyo endeudamiento excede el 90% y que atendiendo a su proyección a futuro no busca sino la supervivencia misma del Estado y de las instituciones de que se compone.

   El esperpento de la marca España nos nubla por su trasfondo patriótico. El mismo trasfondo que impide que ponderemos racionalmente el valor del hombre (en relación a su país) y que fiscalicemos la eficiencia en la gestión de las arcas públicas, su saneamiento debe depender de nosotros a través de órganos democráticos porque la titularidad de ese patrimonio no es abstracto, la titularidad es nuestra como lo es la de la cultura, la ciencia, la religión o el trabajo.

   Así pervive un Estado globo, cuyo interés prevalece al de sus ciudadanos, ficción que ayer nos traía la guerra y hoy la división. Si el instrumento no es capaz de satisfacer a quienes lo han dotado de sentido sino que, por el contrario, les subordina para mantenerlo con vida, parece preciso reiniciar el sistema porque en su obsolescencia actual está privado de la mínima funcionalidad. El medio, que es el Estado, no puede convertirse en un fin en sí mismo.

   Disculpad mi equívoco, es evidente que no está privado de funcionalidad (acaso quienes le dieron vida quisieron verlo en este estado) si no sirviera de nada hoy no habría debate en Barcelona ni Madrid. La segunda faceta del Estado, en apariencia más inofensiva y barata que la primera, es intangible, y exige la mirada a la nación desde el prisma emocional.


Un niño señala a una Europa sin fronteras


   Domingo por la tarde y la casa vestida con emblemas de la escudería Ferrari para disfrutar de la plata de Alonso, la bandera interplanetaria de la plaza Colón, Rosa en Eurovisión... soy el primero en emocionarme con los triunfos de Nadal, el primer friki que sigue las tristes participaciones españolas en el eurofestival, vibro con el equipo de sincronizada, incluso quería la victoria para cualquiera de las candidaturas olímpicas que presentó Madrid. El problema de esta visión amable está, como no podía ser de otro modo, en la segregación que desencadena la exaltación.

   Volviendo al punto de partida, supongamos que quien es hoy ciudadano catalán hubiera nacido español y el español catalán (asumiendo que son realidades diferentes). El juego es sencillo ¿Mantendría el sujeto a experimento la misma posición? ¿Vería de igual modo a su vecina ibérica? Se evidencian muchas opiniones que por no conocer geografías ahora y en la hipótesis son imparciales y apenas variables. Pero quienes mantienen con vehemencia las consignas más patrióticas quizás no las habrían dejado brotar o, lo que creo más probable, las harían virar sin remedio en sentido contrario en defensa de la patria que hoy condenan.

   La hipótesis imposible es en buena medida práctica, nos mueve a la reflexión, no sólo pone de relieve la mediatización del entorno y los canales de comunicación, también exhibe el simplismo del debate (por respetuosa que resulte toda forma de expresión). El individuo nace con determinadas condiciones físicas (sexo, color de piel, estatura, peso) e intelectuales (creatividad, carisma, sensibilidad) que dependen de su naturaleza y el nivel de madurez a lo largo de su vida. En ningún caso la naturaleza humana predispone la nacionalidad del individuo ¿Con qué fundamento científico lo haría si es una invención posterior y humana? El debate es simple porque parte de una falacia: el individuo no nace catalán o español, es el Estado el que le cataloga con tal distinción.

   Para concluir me queda compartir una reflexión que firmó hace poco Vargas Llosa en Piedra de Toque para El País, "Pertenecer a una nación no es ni puede ser un valor ni un privilegio, porque creer que sí lo es deriva siempre en xenofobia y racismo" (El derecho a decidir). El sesgo por nacionalidad es sencillamente cruel. Nadie gana el derecho a ser nacional por mérito y aunque condicionará libertades y acceso a servicios y oportunidades no deja de descansar en la ficción jurídica del Estado. Desde esta perspectiva el Estado sí que cumple una necesidad, no tanto la cobertura de un vacío espiritual como una forma efectiva de conservar nuestra riqueza económica, medioambiental o cultural: sacia nuestro egoísmo.

(...)

   A la junta fueron convocados algunos de los más ilustres personajes del reino. Lo más granado de la sociedad era un compuesto de mentes que, con mayor o menor lucidez, debatían un método de arraigo con que perpetuar la grandeza de sus estirpes sirviéndose de distinta apariencia o nomenclatura pero en esencia idéntico, difiera el continente y no el contenido cuando el escenario posterior a la Revolución de 1789 iba abriendo el paso ineludible a la igualdad de oportunidades y cuando no quedaba un rincón del mundo que no hubiera sido adjudicado.


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domingo, 1 de septiembre de 2013

Lo que la tele nos dejó... Mujeres Desesperadas.

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   Hace ya un par de veranos que escribí una entrada homenaje a Los Simpson, la serie de referencia en los noventa y favorita en la historia de la televisión, no sólo para mí sino para una audiencia mayoritaria, así lo acreditaba hace algunos meses el diario El País en su particular olimpiada de series en que la familia de Springfield se coronó como la mejor de entre las grandes tramas competidoras.

  Lo cierto es que aquella entrada tenía una vocación de futuro, y esperaba que tras la primera se sucedieran algunas otras comentando lo que me parece más interesante, lo mejor y lo peor que nos ha regalado la pequeña pantalla. Sin embargo, no fue así, el objetivo quedó frustrado, y hoy con la amplitud de miras que ofrece el paso del tiempo encuentro un par de razones. Honestamente no quedé muy satisfecho con la primera, creo que fue un error tratar de describir con palabras una obra tan genial como Los Simpson y no me sentí capaz de relatar los grandes momentos que he pasado desde niño contemplándola. Otro buen motivo es que con el tiempo me he vuelto un televidente retirado, cada día veo menos televisión y como el indigente que pueda llegar a conformarse con un mendrugo de pan diario, a menudo me limito a analizar las grises tertulias de la noche en 24 horas, puede que sea por la falta de tiempo, puede que por el escaso atractivo de la programación, puede que por ambas. En cualquier caso hoy, contraviniendo toda lógica, me propongo desenterrar aquel proyecto con otra ficción que nos ha regalado historias y personajes memorables: las Mujeres Desesperadas de Wisteria Lane.



   Hace poco volví al lugar en que me enamoré de esta serie, debió ser hace ocho o nueve años, a orillas del cabo de la Nao en Jávea, la nostalgia recordando las imágenes que encendieron mis ojos aquél verano me empujan a redescubrirla.

   Cuando los críticos y la audiencia comienzan a reflexionar acerca de la obra de Marc Cherry suelen hacerlo a partir del episodio original: en el pacífico barrio residencial de Wisteria Lane cuatro mujeres de mediana edad asisten al funeral de una buena amiga, Mary Alice Young, que pierde la vida con el suicidio. La nostalgia inicial da paso a la necesidad de información sobre el suceso, dejando a un lado el morbo en una serie en que, sobre todo en sus primeras temporadas, se hace gala de un guión exquisito y una definición inteligente de sus antagónicas protagonistas. Son ellas quienes se descubren ignorantes acerca de la vida del vecindario, envueltas en una organización social que aparentando fulgor esconde tragedia, evoluciona deshumanizada... quizás un espejo distorsionado y ficticio de la nuestra.

   De aquel primer episodio piloto se pueden desprender además de una masa de fans y curiosos, varias marcas de autor: el tratamiento de Mary Alice como narradora permite acercarse de un modo más personal y afectivo a las historias de las mujeres, su omnipresencia y buen juicio se hacen esenciales para comprender la desesperación que pueden padecer estas personas, cuya vida se ve envuelta de una apariencia acomodada ajena al sufrimiento o la toma de decisiones profundas. Cherry (su creador) no sólo nos demuestra en cada temporada que el ama de casa tiene un papel central en la vida de muchos hogares, también que es capaz de entregar lo mejor de sí de un modo generoso y callado. En la serie y ya en el primer capítulo se da muestra de ello, se tocan algunos temas tabúes en la sociedad americana y se hace desde el respeto, en clave progresista y sin introducir prejuicios abusivos. El espectador transita en la trama analizando, si no entendiendo, la dura decisión de Mary Alice, y también haciéndole partícipe de la infidelidad, el escondido embarazo adolescente o la asunción de hijos extraconyugales.

   Es bueno acercarse a la serie sabiendo que en cada una de sus temporadas las protagonistas habrán de resolver un misterio que asola el barrio entrelazado de historias aparentemente insustanciales en la vida de las desesperadas. Lo mejor es que son precisamente estos pequeños relatos los que hacen grande a la serie y no al revés, las cuatro amigas no son en absoluto personajes lineales, su evolución (más acentuada en el caso de Bree) permite al espectador valorar qué han supuesto en sus vidas los años que han pasado juntas, compartiendo la partida de cartas y unos margaritas en la terraza de Gaby, frente a un torrente de acontecimientos vitales que nos impiden considerarlas del mismo modo durante el desarrollo de la trama.

Estas son nuestras chicas y ahí os dejo unas pinceladas con mis impresiones:


Susan Mayer/Delfino: Es dulzura. En un primer momento se dejan ver en ella rasgos de protagonismo ajenos a sus compañeras pero se van desmitificando con el tiempo cuando los espectadores y sobre todo los guiones la colocan a la sombra de otras grandes como Lynette o Bree. En torno a Susan giran las vidas de sus dos hijos, Julie y el pequeño MJ, y la de su gran amor Mike Delfino. Es precisamente Mike el hilo conductor de su trama personal casi ininterrumpido exceptuando la quinta temporada en que deciden separarse tras un dramático accidente (no puedo contar los momentos en que permanecen distanciados por el coma de Mike del que se aprovechará sexualmente Eddie porque entonces el interés compartido es si cabe más intenso). En su vida han transcurrido episodios desagradables, tendrá que hacer frente a la infidelidad de su primer marido, la diálisis, a un accidente mortal que pone en jaque a su familia, a la pobreza, la exhibición de su cuerpo por dinero y a la pérdida de su gran amor. Su talante natural, torpe y entrañable empequeñece y aligera sus problemas, la descubre como una buena persona.

Frente a la ausente madurez de Susan (que en consecuencia se acomoda en profesiones relacionadas con la infancia) su hija Julie es su motor de raciocinio, es fantástico rememorar aquella relación sincera madre-hija, en que una y otra se cambian los roles convencionales. Su historia queda infravalorada ante los interesantes pormenores de su romance con Mike que el tiempo relata como una relación honesta e imperfecta (cantan Jesse y Joy) aunque carcomida a menudo por el silencio. El futuro escribirá la de Susan con Julie en clave abuela-madre.


Lynette Scavo. Es luchadora. A diferencia de la anterior, su pequeño personaje se va haciendo grande a medida que avanza la serie y nos permite comprender que en su vida no existen más fronteras que las que esta gran mujer decida marcarse. Se presenta como una ejecutiva retirada para cuidar su casa y a sus traviesos hijos ante la egoísta decisión de su marido Tom permaneciendo en su puesto de trabajo, atisba machismo pues se lee entre líneas que el de Lynette era un puesto de mayor responsabilidad. Sin embargo los avatares en su vida son de tal magnitud que recuperará su carrera profesional, y lo hará con todo su carácter y relativo éxito.

El caso de Lynette es extraordinario pues aunque su personaje no haya visto mermada su personalidad es de largo el que ha atravesado situaciones más trágicas, entre otros episodios: en el que su marido mantiene a una hija en secreto nacida con anterioridad al matrimonio, la crueldad de esa niña, la apertura de un negocio fallido (la pizzería Scavo) en plena crisis de los cuarenta de Tom, el amor hacia un buen hombre (distinto a Tom) por quien se obliga a ahogar sus sentimientos, el cáncer, el violento secuestro dando a luz a su último hijo y la agonía de su matrimonio.

Lynette es la menos convencional de las amas de casa, no es ortodoxa en el cuidado de sus hijos (tolera sus llantos en la cuna), no le preocupa en exceso su imagen (suele vestir su gastada camisa de cuadros) y es quizás porque durante muchos años ha vivido en un mundo de hombres. Su exigencia y profesionalidad no conocen sexos, como tampoco su gran sensibilidad y su valor para enfrentarse a la vida


Gabrielle Solís. Es naturalidad. Concluir con la apariencia facilona del personaje sería del todo un error, pues es en realidad el más limitado dada la belleza y la popularidad que acompañan en el mundo paralelo a su alter-ego, la actriz Eva Longoria. El reto para ambas es demostrar que en Gabrielle está la mujer más divertida del barrio, la más espontánea, y la que con el tiempo verá más limada la superficialidad, ética y estética, aprendida sobre las pasarelas. Superficialidad que la hubiera servido de coraza durante años y frente al mundo que la trató con la crueldad de la miseria infantil. Sin perder nunca su picardía de femme fatale y diva adinerada, evoluciona en el profundo amor a su familia, renunciando incluso al que todos (por error) creíamos su bien más preciado: la belleza física. Como suele decirse es más bonita por dentro.

Aunque en un principio la relación con su marido Carlos será la más cuestionada (la serie comienza a narrar la historia de Gaby a partir de su infidelidad con el jardinero) su resistencia a la prisión y la ceguera de su marido son sólo un par de muestras del amor más sencillo y sincero que presenta la serie, aun envuelto en su mundo opulento, podemos afirmar que su gastada coraza acaba por ceder ante Carlos.


Bree Van de Kamp / Hodge. Es perfección. Su aspecto y decoro son el resumen de una disciplinada educación que trata, sin mucho éxito, de inculcar a su familia. Su máxima es vivir conforme a sus valores y dar a conocer su rectitud. El cuidado de cada detalle y modal revierten en su contra cuando, tras la muerte de su primer y odiado marido, su mundo comienza a derrumbarse, tras un duro episodio alcohólico, tendrá que hacer frente a la promiscuidad de su hija y a la crueldad de su hijo. El tiempo limará asperezas y harán de Bree una mujer mucho más fuerte, capacitada para hacer de su negocio un éxito, auténtica rompe corazones y, en suma, distante de las restricciones morales y sexuales que la atormentaban desde niña. 

   Es el personaje más cuidado de la trama y para qué negarlo es mi favorito, su prototipo de mujer de los 50 es anómalo en la vida real y sin embargo su peculiar estilo no extraña ni al vecindario ni al espectador. Cuidada imagen que se irá resquebrajando con el suceder de acontecimientos... sólo cuando la intimidad  y la angustia la acorralan en su vida, infeliz, toca fondo, y es entonces cuando podemos apreciar la infinita sensibilidad que esconde, la pretendida felicidad una máscara caída.





   Con todo, el 13 de mayo de 2012 la ABC emitía el último episodio de la serie, y no fue a gusto de todos. En mi opinión el desenlace se demoró demasiado, después de ocho temporadas la serie había abordado una diversidad temática tan amplia que las enrevesadas historias mermaban la credibilidad de sus personajes. El capítulo final fue además muy excesivo, como si se hubiese preparado deprisa y en carencia de imaginación se hubiese querido repasar toda la serie y cautivar de un modo incisivo y grosero el sentimiento más profundo de sus admiradores. Cherry, finalmente, fue egoísta y quiso zanjar de forma escueta unos finales en la vida de cada una de las mujeres con lo que evitar la continuidad de la obra o, en el mejor de los casos, abrir la puerta a la fantasía de los finales abiertos de aquellos que habíamos presenciado sus 180 capítulos.

   Por lo demás, la valoración es muy positiva y, con altibajos, una buena serie en la que perderse. Si aún no la conocéis os invito a descubrirla y si, como yo, la habéis disfrutado, hago vuestra esta entrada. Quién sabe, quizás hoy vuelva a ser un buen momento para dejarse caer por las enigmáticas calles de Wisteria Lane.


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viernes, 12 de julio de 2013

Haciendo un paréntesis.

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   Se come las calles el corredor que ha pasado esta tarde junto a tu ventana, no tiene miedos ni conoce el destino, el objetivo es ser más fuerte y en el camino, el trance más duro y por el que merece la pena seguir adelante, se conoce mejor a sí mismo. Será cosa de caminos... cantaba el inolvidable Serrat aquello de que no existen y recordaba al caminante que el camino se hace al andar. Que en la vida hay obstáculos, qué duda cabe, es quizás lo que convierte a nuestro paso por el mundo en una experiencia mucho más interesante y hermosa, igual que la buena novela no es narrada sin obviar el dolor y la pena, y desde luego no es perdida por anodina e insustancial. 

   En esta calurosa mañana de doce de julio me ha llamado mi amiga Isabel, me encantan sus llamadas porque me recuerdan el curso en Madrid en que suele contarme sus dudas, confidencias y avatares, yo que la quiero mucho suelo escucharla, a veces impresionado, con gran interés y cariño. Esperando noticias de su viaje a Lanzarote, he comprendido que hoy el motivo que traía la conversación era diferente, sólo al descolgar ya notaba en el deje de su voz un inconfundible y extraño roce de amargura, del todo infrecuente en nuestras conversaciones desenfadadas, me ha confesado que nuestro amigo Javi atraviesa un duro momento personal y es que su hermana Cristina padece leucemia.

   De inmediato me he puesto en contacto con él, un chico del que puede leerse sinceridad en la mirada, hoy que no podía verle imaginaba ternura en sus ojos castaños al otro lado del teléfono, y le he encontrado fuerte, optimista y entregado. Él, que posee una extraordinaria calidez pese a su fría procedencia astur, que es una buenísima persona, está feliz en la adversidad porque puede abrazar a su hermana y sentir con ella, quizás como nunca antes, el despertar de los días. 

"Atardecer en Salinas" de Miguel del Pozo http://www.flickr.com/photos/mdelpozog/6921587232/

   Mi sorpresa era mayúscula cuando ambos me han contado del blog que elabora Cristina, yo que cuento entre mis pocas aficiones la escritura, me he enamorado ipso facto del relato de esta chica. Es tan grande su sensibilidad que se me escapan las palabras para hablar de su diario. Sólo puedo dejaros el link e invitaros a todos a que la conozcáis y compartáis con ella vuestro cariño y experiencias.


   Mi blog, que nunca ha tenido grandes pretensiones, se hace muy pequeño cuando leo el relato sincero del Paréntesis de Cristina, ella y su diario son inmensos desnudando esa gran historia que protagonizan fortaleza y superación. Su blog es para la autora una vía de escape, un punto de evasión en que refugiarse de la soledad y el tedio de las salas de espera y operaciones, pero sobre todo es una muestra de generosidad con todo aquél que como ella atraviese esta coyuntura, el que padezca leucemia u otra enfermedad, cancerígena o no, y no tenga hermanos y familia a quien abrazarse y en quien confiar. Es un buen modo de acercar su historia al mundo y el mundo a su historia, en la manifestación probablemente más bonita que presenta la red. 

(...) 


   Vuelves a mirar a la ventana y ya es de noche, el corredor regresa exhausto, y regresa, aunque lo encuentres igual comprenderás que no es el mismo, en el camino ha crecido con los retos, ilusiones y lágrimas que se han presentado, ha crecido consigo... y ahora que se aleja, adivinas a reconocer la sombra de Cristina que sigue corriendo con valentía cargada de cariños y de sueños.  


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jueves, 4 de julio de 2013

Una de espías

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   Este año el verano se ha dejado querer, no ha llegado tan pronto como de costumbre ni tampoco con su precisión habitual... recuerdo la última granizada en mi pueblo manchego, muy lesiva para ciertos cultivos e insólita en el mes de mayo. Tan pronto como el mercurio se ha elevado de forma meteórica hasta rozar los cuarenta grados a la sombra, el mismo que antes reivindicaba un verano interminable es también el primero en denostar el nuevo clima. El inconformismo climatológico me pone de mal humor, sólo aquellos que, como el agricultor, tienen motivos vitales para esperar que el tiempo mejore o cualquier otro cuando da lugar a catástrofe natural, consiguen que el tema de conversación merezca algo de atención. En cualquier caso, el verano es por lo general una estación alegre y además suele ser propicia para que enseñemos nuestra mejor faceta, la más natural, paradójicamente la más fresca. Nos dejamos querer por el verano. 

   El poder del rayo de sol está infravalorado, no sólo nos muestra al mundo con la cara bronceada, es capaz de esclarecer todo aquello que aparece confuso en la sombra, ni siquiera el polvo que queda suspendido en el aire sucumbe a su efecto. Esta breve historia no puede relatarse sin comenzar narrando el papel que tuvo Snowden, el personaje que alcanzó la proeza de emular aquél rayo de sol para filtrarse a los rincones más oscuros y verter en ellos una claridad que no todos anhelaban.

   Snowden es un chico joven que hasta hace unos meses se ganaba la vida trabajando para las agencias de inteligencia de su país, ello le dio acceso a datos altamente confidenciales cuyo contenido, por diversas razones políticas o judiciales entendidas prioritarias al concurrente interés público, no es fruto de difusión. Quien tiene el conocimiento tiene el poder y en aquél momento Snowden, a diferencia de sus compatriotas, tenía una parte de ambos. Pudo guardar silencio y seguir viendo remunerado su trabajo, (con una buena cifra de 200.000 dólares anuales no parece mala alternativa) por el contrario, y sin entrar a valorar la bondad de su actuación, prevaleció su integridad y se llenó de valor cuando consideró que la información que pasaba entre sus manos a diario lesionaba los derechos de sus implicados y que por lo tanto debía ser conocida.

   La información de la que dio noticia a The Guardian es el resultado del espionaje realizado por tales agencias estatales a ciudadanos e instituciones extranjeras, puede que en su filtración desentrañara la razón del secretismo, el Gobierno de Estados Unidos quiere el poder y éste sólo se consigue a través del conocimiento. 

   A partir de aquí comienza el nudo de la historia: una vez se revelan los datos comienzan las reacciones. La fiscalía le imputa una serie de delitos y él decide fugarse en busca del auxilio de alguna jurisdicción amiga que evite un juicio no imparcial; quienes padecieron el espionaje y muy notablemente las instituciones de la Unión Europea encabezadas por Alemania, se encuentran defraudadas al comprobar desconfianza en las pesquisas del aliado norteamericano. Por su parte, muchos dirigentes iberoamericanos y la Rusia de Putin, países que tradicionalmente no le guardan tal estima, no descartan la posibilidad de dar cobijo al fugado.

   La trama se complica aún más cuando algunos de los últimos espectadores dejan de serlo y como actores van tomando partido. Es el punto de inicio de una micro historia, paralela a la primera, protagonizada por el presidente boliviano Evo Morales, quien habiendo realizado un viaje transoceánico desembarca en Moscú para debatir estrategias comerciales con los líderes de los países exportadores de petróleo, dejando a un lado el contenido de la reunión que es intrascendente en nuestro relato y supondremos anecdótico y amable. Lo cierto es que el destino es caprichoso y quiso que en esa misma ciudad, en Moscú, se encontrase el joven fugado (al menos esa era la hipótesis que se barajaba en los medios) y en esa madeja especulativa que Estados Unidos viese en el viaje de Morales un gazapo para trasladar a Snowden a la tranquila Bolivia, ello obligó al gobierno de Obama a solicitar de sus socios de la Europa occidental una rápida intervención sobre el avión oficial boliviano.

   Fue entonces, en la madrugada del tres de julio, la tripulación del vuelo con salida Moscú y destino La Paz sobrevolaba Austria cuando el comandante recibió noticia de que el espacio aéreo francés se había cerrado y con él el italiano, el portugués (cuyo ministro de exteriores pedía la dimisión poco antes) y el español. Inmovilizado en Viena el pobre Morales no pudo más que criticar al imperialismo yanqui, mientras los suyos dramatizaban diciendo que su vida corría peligro, aprovechando la coyuntura el astuto embajador español quiso hacerle una visita para compartir un café en el interior del avión, pues si el fugitivo se encontraba dentro, bastaría con llamar a las fuerzas de seguridad para hacer efectiva una sencilla orden de extradición y dejar el problema resuelto. Morales cada vez más ofendido no cedió y hubo de esperar unas cuantas horas hasta que España autorizara su escala en Canarias, mientras tanto los avenidos socios del UNASUR encabezados por Kirchner preparaban la recepción del líder  boliviano, y una reunión extraordinaria en que encontrar una posición común.





   Hasta aquí el entramado de una historia de espías que aún no ha terminado, quedará pendiente no sólo esa reunión entre los líderes sudamericanos también el posible juicio a Snowden (mediando o no extradición) o su más probable asilo político.

   Dicen los buenos procesalistas que estar imputado, y por lo tanto poder llegar a ser enjuiciado, es un deber y también un derecho. Cuando Snowden rechaza el ejercicio de la justicia, más allá de eludir un compromiso ciudadano, está impidiendo tomar posición y por lo tanto defender la legitimidad de su actuación en sede judicial, que es donde debe resolverse en un Estado de derecho este tipo de controversias.

   Por otro lado, me parece brillante la conclusión que alcanza el presidente boliviano a su llegada a La Paz aunque no comparto su discurso post-revolucionario, los estados europeos mayoritariamente traicionados por el aliado norteamericano (que sólo inmuniza a Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Canadá) espiados y vulnerables siguen rindiendo pleitesía, alienando sus posiciones en defensa y política internacional.   Deseable aquiescencia, que pudo ser y no fue, de los países mediterráneos hacia el hombre que desveló que su aliado atlántico siempre ha guardado reservas hacia el proyecto europeo.

   El luminoso poder de Snowden, dejando a un lado la red de espionaje que ya adelantó Wikileaks, evidencia que en el mundo, pasadas dos décadas de la caída de la Unión Soviética y el término de la Guerra Fría, permanece dividido en dos grandes bloques de estados afines que amenazan con la colisión de un momento a otro. Aunque también es posible que todos estemos equivocados y que en la estrategia estadounidense haya mayor complejidad y secreto del aparente, que el objetivo de los gobiernos del norte y sur del continente americano no sea tan diferente... idea pasajera y retorcida, quizás oculta en los archivos del Pentágono, en que el acercamiento a Europa obedece al sometimiento por la voluntad de los pueblos colonizados a quienes se deshicieron de su historia.

(...)

   Mientras redacto esta entrada Egipto concluye con su primer y breve periodo democrático y se aventura en una experiencia novedosa mezclada de incertidumbres y esperanzas, que lo haga a partir de un golpe de Estado es para la mayor parte de egipcios un coste asequible. En mi opinión lo más importante no es restaurar un sistema democrático de inmediato, pues cabe la posibilidad, dada la tradición y su cultura, de que este país (democráticamente) no desee organizarse políticamente de este modo, hoy lo esencial es salvaguardar los derechos fundamentales de sus gentes.

   Cierro esta entrada de espías con la voz de uno de los más grandes del doblaje, él habría estado a la altura para representar a cualquiera de nuestros protagonistas, la de Constantino Romero, que fallecía el doce de mayo y sólo unos días antes escribía estas palabras en su cuenta de Twitter:

Y estamos a 30 de Abril cumplido

Mañana entra Mayo, hermoso y florido

Mayo, Mayo, Mayo

Bienvenido seas

Que con tu venida

Las flores se alegran


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lunes, 24 de junio de 2013

Alicia.

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     Hace un par de semanas, en una de las primeras tardes calurosas del año, me propuse volver a ver Alicia en el País de las Maravillas, una de esas historias atemporales por todos conocida, cuyo descubrimiento nunca he confiado a la narración de quien la trajo al mundo: Lewis Carroll, ni siquiera cuando estuve paseando por los jardines de Oxford que inspiraban su cuento me sentí realmente atraído por su lectura.

   No he querido desvelar aquella certeza popular según la cual la calidad del libro original siempre es superior a la del filme derivado. La propuesta de Disney me satisfizo lo suficiente como para atreverme a distorsionar el recuerdo infantil, ya llevó a cabo esa gesta el genial Tim Burton y en mi impresión su bélico amago no pasó de lo anecdótico... después de Frankenweenie, y salvando Big Fish, me reafirmo en que se defiende mejor en el blanco y negro.

Fotograma de Alice in Wonderland (2010)
    En la original, Alicia se adentra en un mundo paralelo en la persecución del conejo blanco donde todo está envuelto por la pintura del surrealismo y no existen imposibles, de este modo aparecen escenas memorables en que la niña puede evolucionar en gigante o diminuto con sólo morder, beber o chupar la sustancia adecuada, mientras que en su camino habla, canta y discurre con las flores y las orugas del jardín. En la secuela de 2010, Alicia es ya una adolescente y se adentra al mismo mágico mundo con vagos recuerdos perdidos entre ensoñaciones que le harán librar batalla en la liberación del pueblo sometido a la tiranía de la Reina. Discrepo también con Burton, probablemente porque yo no he leído el libro y él sí, en la elección del Sombrerero como coprotagonista; tratándose de un cuento todos sus personajes son en general bastante planos aunque yo siento debilidad por el Gato Cheshire, anómalo en una historia al uso y bien trazado, huidizo en su palabra y vaporoso en lo corpóreo, he llegado a la conclusión de que este personaje es en el colorista país de la locura, el de las Maravillas, la oscura sombra de la lucidez y puede que por ello sea también el más cobarde.

   Paradójicamente, fue con esta película (la de Burton de 2010) con la que propuse iniciar mi particular ciclo Alicia, para visualizar después el clásico Disney del 51, al parecer y según la Wikipedia existen hasta una docena de adaptaciones de la obra con lo que mi ciclo era francamente poco ambicioso. Anhelaba volver a sentir lo mismo que la primera vez que la vi, temeroso en comprobar si el paso del tiempo había dejado el poso de la indiferencia y el escepticismo borrando la ilusión por la fantasía... Lo cierto es que nunca lo sabré, el objetivo quedó frustrado pues en lugar de volver a verlas las dormí plácidamente, lo que no quiero asociar en absoluto a la pobreza de su cine sino al inicio de la temporada de verano y a sus largas, deliciosas y poco valoradas siestas. Creo que los fútiles intentos de Margallo por describir la marca España bien podrían empezar por aquí.

  De la enseñanza que el cine ha arrojado sobre Alicia he deducido un parentesco, probablemente mayor del que me gustaría, a mi preciadísima Chihiro. La búsqueda de una madurez prematura envuelta en la magia y el sueño infantiles conducen a la reafirmación de esta edad que, vivida plenamente, aparece clave en el desarrollo humano.

   Cuando desperté de mi profundo dormir vespertino, la Reina Roja gritaba histérica eso de "¡Qué le corten la cabeza!" en medio de un juicio absurdo, supongo que contextualizado por la disputa en el partido de criquet-flamenco, y tras ello más confusión y el despertar turbada en la hierba... ¿No es bonito? Yo acabé soñando, igual que Alicia, confundido.

 A día de hoy creo que no volveré a tratar de reunirme con ella. Cada vez me parezco más al Gato Chesire, los dos vivimos en un mundo que nos es extraño pero aun cuando busquemos la evasión acabamos mimetizando con el entorno, puede más el temor por no creer en el mundo de Alicia que por olvidarlo. Por eso, esta noche y las que vengan, atesoraré el recuerdo de aquello que sentí la primera vez que entré en el país de las maravillas... aunque nunca más aparezca ante mis ojos.
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domingo, 21 de abril de 2013

Sangre en la arena

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   Con frecuencia surgen de la actualidad de los medios, del barrio, la pandilla o el pueblo, temas espontáneos que acompasan nuestras tertulias, son del tipo: "han imputado a... se le puede ver con..." sobre los que, desde el criterio subjetivo, formamos la opinión que nos sirve a su vez de llave para acceder al debate. Sin embargo, éste no adopta siempre la misma estructura, y lo que a menudo se presentaba como materia sobrevenida y seguramente más amena, se transforma en ocasiones en temática general que hace poso entre la gente y que, aun sin quererlo, no deja de acompañarnos corroborando o aportando una visión de mayor alcance a nuestra postura original, ejemplos al uso son: la corrupción, el independentismo o la corona.

   Una de las mejores facetas que presenta un blog es la libertad que entraña. Yo modulo el contenido en cada entrada, os hago partícipes de lo que pienso y escribo y, posteriormente, os permito entrar a valorarlo, porque mi palabra no pone punto final al pensamiento que, exteriorizado o no, ha podido ser desencadenado. En esas cuestiones, entre las que a menudo me he embarrado hasta las mejillas sin mayor pretensión que escribir lo que pienso, hay una que, por la importancia que me merece, es sorprendente que haya sido olvidada en el tintero. 

   Aunque el debate parezca algo manido, el tema no deja de ser imprescindible si vives en este país, para mí lo es. Hablemos de tauromaquia. 

   En primer lugar, creo que es de justicia para el lector definir mi postura, de este modo, si prefiere no continuar leyendo puede dejarlo y seguir amparado por su nicho de conocimiento, prejuzgando el contenido de la parte narrada y no leída. Yo me defino taurino, amante de los toros, pero no en los términos de la acepción de la RAE que se inclina por secundar la fiesta, soy taurino porque a diferencia del torero y el aficionado, respeto la vida del toro.

   Hace poco escuché a Fernando Savater defender la tauromaquia, no es el único intelectual que lo hace, sin embargo de la amalgama de motivos que ofrecía (todos habían sido previamente escuchados) sólo puedo mantener uno: lo que hay de artístico en el espectáculo. Más allá de que pueda parecer grotesco, lo cierto es que el arte existe en tanto haya aparecido ante su creador y con indistinción de que su público pueda comprenderlo, no entiende de signos ni ideas preconcebidas, eso es lo que lo constituye como arte, en la originalidad está su razón de ser. Dejando sentado este punto de partida, cabe cuestionar la legitimidad de que goza una manifestación plástica de las características del toreo cuando se ponen en juego otros valores como la integridad del animal.

   Ciertamente no hay que ser jurista para comprender que el animal carece de derechos y obligaciones jurídicas, no es sujeto sometido a derecho, ello es una consecuencia lógica pues el único ser que dispone de plenas capacidades racionales para discernir qué es justo y qué no, es el hombre. Sin embargo, de la racionalidad del ser humano que ha sido estudiada a lo largo y ancho de la historia de la ciencia y la ética, cabe inferir un sentimiento de crueldad cuando de un espectáculo en que participan seres vivos e irracionales, indefensos en tanto no están sometidos a un destino previo e inherente a su naturaleza, como suele defenderse entre sus partidarios, pues la decisión de que el toro entre al ruedo no es del toro sino del hombre, consigue el culmen de la belleza, el arte y el placer en el derramamiento de su sangre sobre la arena, previa burla del animal y posterior festejo que, apagada su aura de fingida solemnidad en el pretendido jaleo de las masas, en el peor de los casos para el vencido concluye con su desmembración.

   Es complejo adentrarse en el debate del padecimiento del animal. No soy científico y por desgracia aún no dispongo del suficiente conocimiento en la materia para profundizar en lo que siente un ser vivo diferente al ser humano, y a veces ni siquiera estoy convencido de comprender a este último, pero más allá de la carencia emocional del animal (lo que nos conduciría a debates paralelos) parece que una exhibición de queja fruto del dolor requiera de un procedimiento intelectual que exceda a la neurología. Si un niño se cae al suelo llora, si un perro es golpeado ladra, incluso si la hoja de una planta, que no conoce de sistema nervioso, es recortada dejará ver su látex, la mecánica no es diferente con el toro, que se retuerce y se rinde al ser embestido. El ser humano que es capaz de percibir tal padecer y se deleita del espectáculo, cubre de sadismo su raciocinio.

   Por otra parte, suelen esgrimir sus defensores el arraigo aparejado a la que es ya una tradición y que incluso consigue del actual Gobierno el reconocimiento de bien de interés cultural. Probablemente esta manifestación no habría sido necesaria de no ser por el levantamiento en el Parlamento catalán de una ley de efectos adversos, que conllevaba la abolición del festejo en su territorio. Aquí entran en juego dos cuestiones: la primera es la concepción como fiesta consolidada en la sociedad porque han transcurrido el tiempo y la aceptación suficientes como para considerarla tradicional. Y en mi opinión es una soberana estupidez, imagínense la de barbarismos superados a lo largo de la historia que, aun aceptados por la sociedad de la época, hoy desde una visión más amplia y más culta del mundo han quedado denostados: desde la servidumbre al colonialismo, por su semejanza los combates de gladiadores, lapidaciones y quemas públicas o las torturas. Pero no sólo los males contra el hombre, también hoy se rechazan mayoritariamente la caza furtiva de especies protegidas, los incendios forestales provocados, la contaminación medioambiental o el maltrato animal. La segunda cuestión, la de la actuación del legislativo, probablemente no tenga ese trasfondo (pese a que los promotores de la ley catalana tenían espíritu ecologista)  lo cierto es que aquella ley se erigía (junto a la intención de retirar el inofensivo toro de Osborne) como señas de identidad y distinción del resto del estado, y la respuesta en España no fue mucho más inteligente pues desde el 91 no se celebraban corridas en Canarias y aquello no había levantado tales ampollas. Por otra parte, creo que es más lógico que sea el pueblo y no el gobernante, el que vaya decidiendo dar de lado a la fiesta, de lo contrario estaríamos ante un fraude democrático.

   Otro de los motivos fetén es el de la riqueza económica que genera el toreo, el ganadero que pone su esfuerzo en domesticar a estos animales para que salgan al ruedo, el empresario y el ayuntamiento que programan el cartel y el torero, que es ya de otra pasta, quien remata la faena (me olvido de rejoneadores, enfermeros, veterinarios, músicos y otros muchos). Si como vengo manteniendo la fiesta a costa del toro no es sólo cruel sino que además es irracional, parece comprensible que los recursos económicos que apareje devengan superfluos. El hecho de que en muchos países se viva activamente del tráfico de drogas o la trata de blancas no convierte, por mucha que sea la riqueza que puedan obtener sus promotores y gobiernos, a estas prácticas en tolerables socialmente. Desde luego, en los tiempos de crisis que corren la integridad del negociante y el negocio se han relativizado, y ya a nadie importa que Madrid se vaya a convertir en el hogar del juego de Europa o que vayamos a modificar la legislación antitabaco porque prometen (no hemos visto nada) un puñado de miles de empleos y de euros. Esperemos que al menos, esta vez sí, vayan a parar a las arcas públicas.

   Y aun cuando rechacemos mayoritariamente según que prácticas, lo cierto es que no existe, afortunadamente, una uniformidad de la moral. Sin embargo, no puede dejar de parecerme paradójico que en un país que, también por tradición, es mayoritariamente cristiano y católico, se vea con buenos ojos este tipo de torturas. Las palabras de Cristo son un bálsamo para millones de personas que encuentran en las suyas un mensaje de amor, ojeando la Biblia (no entro ya en el debate creacionista) Dios creó el mundo y la naturaleza que aflora en él, es por tanto, el toro una manifestación más de la obra divina, con lo que la consecuencia lógica es que reside en todo animal una parte de Dios, aun cuando no esté hecho a su imagen y semejanza. Cuando el toro es burlado, agredido y matado también lo está siendo la parte sagrada que cohabita en él, en otras palabras, se está burlando, agrediendo y matando a Dios. Y si el hombre está hecho a su imagen y semejanza ¿por qué iba el Señor a destruir su propia obra, no sería tanto como destruirse a sí mismo? Si estoy en lo cierto, los católicos que acuden al festejo pueden encontrarse en una situación desagradable, pues sólo hay algo peor que ser incongruente, ser ignorante.


Blood & Sand |Nimes| de Loran.

   La última cuestión es de punto y aparte... para mí la más delicada, es la del contraste con el veganismo. De un tiempo a esta parte el florecimiento de nuevas inquietudes, probablemente relacionadas con las sociedades del desarrollo, ha condicionado la forma de entender la vida de los sujetos que las poseen. Frente a la adopción moral de los protectores de los animales (en abstracto ecologistas) por rechazar tratos vejatorios a otros seres vivos y a la naturaleza en su conjunto, encontramos a los vegetarianos, quienes nutricionalmente y dejando a un lado convicciones, prescinden de incluir en su dieta productos derivados de la carne (graduado entre los que consumen productos de animal vivo, como el huevo y la leche, y los que no) y en el último eslabón de la cadena se sitúa el vegano cuya visión trasciende a una filosofía de vida, no sólo no come carne ni productos derivados, tampoco consiente el trato vejatorio, ni cualquier otra forma de explotación animal (lo que incluye la utilización de tejidos como la lana). El problema es de legitimidad y surge del contraste ¿Cómo puede el ecologista no vegano participar del debate de la tauromaquia cuando consume carne animal, si no lo hace amparado en su propia supervivencia? En la pregunta está la respuesta, y es que mientras la ingesta de carne constituye una fuente proteínica imprescindible para el desarrollo del ser humano, participar de la tauromaquia difícilmente cumple una necesidad básica de las descritas en la clásica Pirámide de Maslow o en su caso (profesión) sería tenida por fácilmente reemplazable. Desde luego no puedo ignorar una implicación subyacente en mi teoría y es que en este ciclo alimenticio superponemos el valor de la vida del hombre a la del animal, tal debate sencillamente trasciende al del toreo. 


(...)

   Hace ya once años, corría el verano de 2002 y yo con mis diez otoños escuchaba a la también joven Eva Amaral cantando Toda la noche en la calle, era un sencillo fresco dentro de uno de los mejores discos del grupo Estrella de Mar, indispensable para los historiadores del pop-rock en España. En una de sus estrofas dejaba caer un hilo fino de tristeza mezclado con la inmensa ansia de liberación que recorre la canción cuando empatiza con la temida bestia a su llegada a la plaza. Años más tarde, en 2008, el grupo firmaba Es sólo una canción, pasajera y reivindicativa, sirve al grupo de vía de escape y opinión, puede que como esta entrada, para el genial Gato NegroDragón Rojo. Con este tema, contemporáneo a la protesta como género, no olvida la angustia que le causan las huellas de la sangre derramada. Si en 2014 el grupo vuelve a sacar disco y hace referencia en clave de rechazo al toreo, además de cumplir un lapso temporal diabólico, pondría de relieve que el transcurrir del tiempo se viene limitando a exhibir una realidad inmutable pero que, al menos como poso de nuestra sociedad, sirve de fuente de debate.


"No sé qué pinto yo aquí, dijo un torito en la arena, si sólo quiero vivir"


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miércoles, 3 de abril de 2013

La música que preferíamos escuchar a solas.

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   Habrá sido este mes de marzo, que se me antoja más breve y más gris, que deja un sonido semejante al de la palabra pronunciada fuera de lugar y de tiempo, será que no le encuentro cabida en mi calendario, olvidado entre los recuerdos del año que se ha ido y el anhelo de la primavera remolona.

   No conozco mejor remedio para apaciguar el alma cansada que el que proporciona la música. La inyección del melómano le mueve a correr las cortinas, abrir las persianas y empujar ventanas y puertas, estimulado por el poder de una canción que revoluciona el día oscuro envolviéndolo en color, durante varios minutos mágicos en que las notas dibujan una nueva historia que, reescuchada, llena la estancia vacía. Erradicado el tedio, la tristeza y la nostalgia se evaporan.

   Quizás por el temor a que abril sea el reflejo de la desazón que dejó marzo, quizás porque tú hayas podido sentir lo mismo, he ideado una entrada que recopile algunas de aquellas canciones que preferimos escuchar a solas, la música que nos invade y que hurga en el silencio, la que nos acompaña cuando llegamos tarde y cansados a casa, la que atenúa el vértigo del tiempo y la que, sencillamente, nos regala un abrazo sincero.

(...)
 
Vincent (Don McLean)

   No era noche estrellada cuando andaba yo por el Covent Garden disfrutando de agosto, sino una mañana fresca y extrañamente soleada como la fruta recién caída del árbol cuando ha madurado lo suficiente. Fue entonces cuando la dulce melodía homenaje al artista holandés más querido, Van Gogh, despistó mis pensamientos y mis pasos, hipnotizado por las notas, cual ratoncillo de Hamelín, recorría las calles del mercado londinense prendado por el arte de aquél músico callejero. Desde luego no era Don McLean, al que, pese a lo grato de la experiencia, me hubiera gustado escuchar en directo. El neoyorquino no es sino otro cantautor maltratado por la amnesia de la historia, pero en cuya contribución al folk se puede encontrar una de las mejores facetas de la cultura popular y contemporánea estadounidense, su nombre, como el de otros grandes nacidos en los cuarenta: John Lennon, Gerry Rafferty o Aretha Franklin, merece sobrevivir al tiempo. Este tema y "American Pie" le reportaron un éxito pasajero que, del mismo modo que Vincent, desenlaza en el amargo sabor de la indiferencia.

They would not listen, they're no listen still. Perhaps they never will...
 

Titanium (David Guetta feat Sia)

   La prisa de la ciudad que no descansa se impregna del ritmo frenético del tráfico que recorre sus calles, rompe en Hit Fm aquél temazo de Guetta, "You shoot me down but I won't fall I'M TITANIUM!" y Eva que hoy lleva su viejo Polo pisa el acelerador, se puede leer en sus ojos la alegría del reencuentro con una canción que conoce bien y en la quizás se sienta retratada. Su ritmo y su letra amenazan a la pasividad y retan al pundonor. Es otra gran joya (en mi opinión la mejor) del gran dj francés que ha roto las listas de venta con su álbum "Nothing but the beat", en un estilo que se mueve entre lo comercial de la nueva tendencia en los diales europeos (música fácil y pegajosa, como la de Turn me on con la entrañable Nicky Minaj) y su más depurado y a menudo inaudible sonido electrónico. Es una paradoja que os traiga a colación este tema cuando con frecuencia ha salido del estudio vestido de monstruo de discoteca, sin embargo, lo que narra Guetta es una historia de superación, de esas que pueden vivirse junto a otras personas pero nunca con ellas. Porque esas historias, como la vida y como esta canción andan solas.



Tanto (Pablo Alborán)

   Con suavidad se apagan las luces del Palacio de los Deportes de Madrid, pero permanece lleno, no se mueve un alma y corre en el ambiente un silencio tangible, un silencio que espera impaciente la llegada de su verso. Pablo Alborán dejó hace algún tiempo de cantar y escribir, ahora es un poeta. El chico que tocaba la guitarra en su dormitorio para el mundo tras el portal de Youtube, el chico de aspecto humilde y familia noble, es un ladrón de corazones y un descubridor de la letra, y el público, que le adora, le ha convertido en el principal referente de la música española actual. Pero parece probable que a él no le importe demasiado, perdido como está en sus letras y canciones... la que hoy recojo no es sólo una más de su excelente cosecha, en ella se deshace de dolor observando los rescoldos de la que fuera una relación ardiente y plena. La profundidad de su voz inmadura no sólo narra historias de los anhelos que ha dejado el desamor, conmueve y emociona a una audiencia incapaz de dibujar en palabras sentimientos tan íntimos.



Breaking down (Florence and the Machine)

   Madrugada del viernes al sábado, la soledad de la estancia de una casa vacía poco iluminada por la tenue luz de un flexo de despacho, deja escuchar las entrañas de Madrid pidiendo un corazón con el que pasar la noche... y de la televisión, que creía apagada, ha empezado a brotar la profunda voz de Florence Welch, que no conoce mediaciones ni dobleces, instrumento letal que atraviesa lo corpóreo y baña en historias la memoria como una droga enferma al adicto, pero apareja un placer extraño. No puedo distinguir la obra que recoge Breaking Down junto con otras grandes piezas "Ceremonials" de su primer título "Lungs" dos partes de un todo perfecto, detrás del cual se esconde mucho más que el polvo que dejaron las rarezas e histrionismos de la superficie,  del que aún no conocemos continuación y que conjuga sin dificultad la mejor música independiente con el éxito comercial. El disco sigue sonando, y Florence inunda la habitación de nuevo con una letra compleja y tintes surrealistas, que rompen su resistencia, cediendo al amor y al misterio...

All alone,
On the edge of sleep,
My old familiar friend
Comes and lies down next to me.  

 (...)

I think I'm breaking down again.  


Hands on the radio (Chris Garneau)

   Las gotas de lluvia que van recorriendo lentamente mi ventana y las que borra el parabrisas, débiles, vulnerables a su atracción, absorben mi atención y ahogan mi estado de ánimo. En la tarde desapacible Garneau devuelve mi calma, su voz de terciopelo, a medio camino del susurro, es sincera y es naif. Su obra es en buena medida inaccesible a este lado del Atlántico, lo que le convierte con frecuencia en un perfecto desconocido. En sus canciones deja ver al niño que hay en él y que convive con el hombre que no alcanza a comprender el dolor aparejado al abandono o a la muerte, así es The leaving song en que, sin dejarnos escuchar el llanto, emociona con su "You are all I know" o en castellano "Eres todo lo que sé", con una letra por lo general de extraordinaria sencillez. "El Radio" recoge algún tema más alegre, como el célebre Fireflies. A medio camino Hands on the radio es quizás mi tema favorito de este autor y de esta entrada, la canción no es compleja aunque dice mucho menos de lo que quiere contar, de una despedida vespertina y breve y de la promesa de un reencuentro esperado en su pueblo favorito. Hay pocas muestras tan generosas como la de dejar libres los huecos de una historia, para que quien la escucha pueda hacerla suya.



*Bonus track: Rescue me (Fontella Bass)
 
   En algún día del último invierno me desperté con la trágica noticia de la muerte de la señora Bass, una cantante de éxito en los sesenta. Era extraño sentir lástima por ella pues no había oído hablar de la susodicha, nada que ver con aquellas otras damas de la música de renombre que nos abandonaban en 2012: Whitney Houston y Donna Summer.
-Antes de continuar un inciso: a menudo se comenta que los negros, sobre todo las mujeres negras, tienen mejores voces y es por ello que cantan tan bonito, detesto caer en generalizaciones, máxime cuando contienen un atisbo de discriminación racial, pero escuchando a cualquiera de las que menciono en esta entrada sólo puedo rendirme a la evidencia.-
   ¿Por dónde íbamos? Sí por la muerte de Bass en diciembre del año pasado... a la noticia que leía en un diario digital acompañaba el mismo vídeo que os muestro hoy, en que se presenta con fuerza ante un público enfervorecido por su carismática personalidad. Este tema "Rescue me" mucho más dinámico que el resto, incluso que el de Guetta, es al mismo tiempo un símbolo y un mensaje. El mensaje, algo manido, es el de una mujer sola que exige atención a su amor platónico. El símbolo, es parecido al que quisieron dibujar Alice Walker primero y Steven Spielberg más tarde en El color púrpura las vicisitudes a que se enfrenta una mujer negra en una sociedad como la norteamericana del siglo XX gobernada por varones blancos y protestantes. Es un canto a la libertad de expresión del ser humano que ama y, pese a visualizarla en blanco y negro, trae la alegre nota de color a la entrada.



Y tú, ¿Qué temas prefieres escuchar a solas?


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sábado, 2 de febrero de 2013

La caja de los truenos

2 comments

   Es frecuente hojear a diario la prensa y analizar con la velocidad de una mirada inquieta los titulares más llamativos, los capaces de permanecer durante semanas, a veces meses, en la retina. Hace unos días leía una noticia acerca de un fenómeno meteorológico anormal y hermoso en Australia que había cubierto de espuma de mar la superficie marina y terrestre de varias ciudades, el resultado dejaba algunas imágenes curiosas que me hicieron reflexionar e imaginar cómo se había producido, si era susceptible de repetirse en un futuro o en otro lugar del planeta... puedo decir que la sencillez que envolvía el acontecimiento evolucionaba fascinante en mis ojos y mi cabeza, dibujando escenas y paisajes hasta entonces desconocidos.

   Así fue pasando el tiempo y a aquella noticia siguieron otras, hasta que un día, puede incluso que fuera antes porque ya no lo recuerdo, el diario El Mundo publicaba una noticia terrible acerca de un evasor de impuestos que había repartido su patrimonio entre diferentes paraísos fiscales con el fin de eludir el pago de tributos y que, aprovechando la amnistía fiscal de Rajoy mientras los asalariados pagaban religiosamente al fisco, retornó su capital a España, ahora blanqueado. La cuestión que no deja de constituir el pan de cada día en un país que aun azotado por el paro no da señales de aflicción gracias, en parte, a las grandes fortunas sumergidas, podría haber pasado fácilmente desapercibida por la habitualidad de la práctica, muy a pesar de las grandes cantidades desveladas en más de 20 millones de euros sobre una estimación de entre el 20% y el 50% de su riqueza, de no ser porque aquél caballero (al que no pienso dar nombre pues sería ensalzar la figura de un personaje conocido por un acto miserable) habría amasado su fortuna de un modo fraudulento y, lo que es más grave, en el seno de un partido político. El Partido Popular, hoy en el gobierno.

   Un buen día el señor B. fue nombrado tesorero del partido ("el que custodia y distribuye los caudales" nos dice la RAE) y desde su posición era el encargado de contabilizar, conocer e informar de las transacciones más importantes que giraban en la esfera no parlamentaria del partido, conviene matizar antes de que sea tarde que la financiación de los partidos políticos en nuestro país es del todo restrictiva (a diferencia de lo que ocurre en otros países con una tradición jurídica más laxa en la materia) y ello es de este modo básicamente por dos razones:

1.- Los partidos políticos que desarrollan una actividad esencial al Estado democrático en el contexto del pluralismo político reconocido en la constitución, no son agentes económicos de primer nivel pues no desarrollan servicio económico alguno, más allá de los gastos inherentes a su normal desarrollo (actos de campaña, sedes institucionales...). Quienes sí desarrollan actividad económica (siquiera en la prestación de servicios públicos esenciales) son las Administraciones Públicas que, más allá de la incuestionable politización de su cúspide o la confusión propia a los Entes Locales, no constituyen ni pueden confundirse con los primeros sujetos.

2.- Los partidos políticos son potenciales candidatos a ocupar el poder ejecutivo, y como tales, de ellos va a depender la configuración de las Administraciones (por medio de Consejerías Autonómicas y Ministerios) en el desarrollo de sus políticas públicas, porque además la democracia permite reconducir al pueblo el enfoque que se da a la actuación administrativa. Es esencial que la Administración no obedezca sino a intereses generales, pues pertenecen a todos los ciudadanos en condiciones de igualdad con indistinción de su procedencia geográfica, sexo o credo. 

   De ahí la importancia de una financiación restrictiva de partidos. Comprenderá el lector que si un privado (como ocurre en las grandes y onerosas campañas estadounidenses) paga a un grupo político una buena suma en periodo electoral no lo hará por filantropía y difícilmente por convicción ideológica... es más probable que le mueva el deseo último de distraer a la Administración (de la que pretende se encargue el partido al que obsequia) de su persecución del interés general por aquél que le es más favorable, un interés particular.

   Pensábamos que los lobbys no existían en España hasta que nos paramos a pensar en quienes reciben las concesiones y contratos administrativos (el hermano, el primo, el amigo del primo, el vecino del sobrino, aquél con el que un día se tomó una caña...). Estos intereses y estas concesiones, uso fraudulento del sector público de lo más ordinario (en todas sus acepciones), se traducen en dinero y no hay muchas personas que puedan conocer de la existencia del mismo, supongo que aquellos que convocan falseadas licitaciones y esperan obtener algo a cambio o, si el escándalo alcanza a mayores, aquél que lleva la contabilidad de la empresa, en este caso del partido político, en este caso el tesorero.

   Parecía que después de la noticia de El Mundo las aguas volverían a su cauce y seguirían apareciendo publicaciones que taparan las anteriores hasta caer en el olvido aquellas extemporáneas. No fue así. 

   Al poco tiempo el diario El País lanzó la bomba con las fotografías de unos papeles. Alguno de mis profesores me ha dicho que el papel soporta muchas cosas, eso debió pensar el señor Rajoy cuando vio su nombre escrito entre los asientos de la contabilidad del dinero negro (pagado y no tributado) del señor B. ¿No sería irónico que quienes nos pedían responsabilidad y sacrificio, los que se vieron abocados a mentir incumpliendo sus promesas de campaña sean los mismos que han estado guardando grandes sumas detrás del cajón sin hacerlo saber a la Hacienda Pública? ¿¡No sería irónico, que quienes legislen delincan!?

   Hoy he leído (en La Gaceta ni más ni menos) que la letra que aparecía en aquella portada bomba de El País es del señor B. que lo ha testado un perito grafólogo, que la Ministra de Sanidad recibió dádivas de la trama Gürtel, que el partido impidió al Tribunal de Cuentas acceder a un extraño contrato. Y así un largo etcétera en un país en que la justicia se paraliza ante el ejecutivo, un país que vomita cuando oye hablar de su clase política (la del pluralismo) pero que carece de la valentía suficiente para construir, incluyendo democracia, soluciones más allá de la frontera de las palabras vacías (como las mías), de coser remiendos en una Constitución que está ajada, pues tampoco nos queda dinero o hipoteca para comprar una nueva. Quizás es más sencillo que todo eso y es reconducible a que en el código genético de nuestra España está la capacidad de crear estirpes, al temor a que nunca hayamos abandonado el modelo feudal... qué sé yo, pregunten a los Borbones.

(...)

   Y aunque no ha sido fácil después de un mal sueño vuelve a brillar la espuma blanca que moja las calles de alguna ciudad australiana, corre por sus montes y juega con los niños, acariciando las ventanas borra las preocupaciones entre suaves suspiros de añoranza y de amor al profundo calor de una tarde de verano al otro lado del globo, en algún rincón paradisiaco del Hemisferio Sur. 


Parque Nacional de Kakadu, Australia.

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