by Jesús Morales Serrano... Con la tecnología de Blogger.
domingo, 22 de abril de 2012

No llores por mí

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   Tras el escenario del musical Evita en un teatro de la Gran Vía madrileña, puede escucharse todavía el eco de los aplausos y vítores que dejaron quienes habían ido a disfrutar de unas horas con la vida de una mujer tan emblemática en la historia de Argentina como fue Eva Perón. 

   La trascendencia en la cultura española de personajes argentinos como el matrimonio Perón, no se limita afortunadamente a la vida política, huelga hablar de la versatilidad literaria de Borges, los trazos rebeldes de Quino o los tangos soñadores de Gardel. Obras importadas con destreza por las gentes de nuestro país en su afán por desvelar lo hermoso que se esconde en el mundo, máxime cuando éste es hispano por igual.

   Desde luego, y esto parece evidente, la historia de Argentina no se escribe ni se relata sin la participación de España. Los lazos que surgen en la época colonial, de la que conocemos tan poco y algunos tememos tanto, llegan a la actualidad arrastrando un importante acervo cultural, bajo el cual se esconde una relación fraterna. 

   También colabora en la formación de este movimiento la dimensión de la migración entre países y el desarrollo de diásporas hispano-argentinas en el estado de acogida. Quiero focalizar la atención en la segunda mitad del siglo XX en España en un contexto de posguerra y durante el tiempo conocido como "la dicta-blanda" de mediados de los 50 hasta la muerte del dictador, en que cientos de miles de españoles aprovecharon la mayor apertura de fronteras y las oportunidades que ofrecía el continente americano, para materializar expectativas y sueños. Las constantes crisis políticas y económicas en Argentina tampoco fomentaban un clima social y familiar idílico lo que invirtió a menudo el sentido de las masas. 

   Parece entonces obra de algún maquiavélico novelista la dramática situación que viven estos días los gobiernos de uno y otro país, en que el Atlántico que los baña empequeñece cuando ambas sacan su orgullo y su bandera.

   Y la cuestión, como en tantos otros conflictos internacionales, vuelve a caer en los pesados brazos del petróleo. Desde que el 16 de abril la presidenta de Argentina, Fernández de Kirchner, estimase la utilidad pública de los recursos naturales petrolíferos y la sujeción a expropiación de YPF, mayoritariamente en manos de Repsol, saltaron todas las alarmas. Cierto es que en días previos las comidillas políticas ya habían tenido ocasión de hacerse eco de los rumores y en Moncloa se mantenían infructíferas conversaciones con la delegación diplomática en Madrid. Poco más podía hacerse ante el planteamiento de ofensivas que fueran recibidas con hostilidad en la Casa Rosada, y de las que ha habido cuenta y desaparece el reparo tras el pronunciamiento de Kirchner.

   La posición española trazada por Rajoy y los suyos responde a un alineamiento con la compañía (una de las seis grandes del IBEX 35) en aras de proteger la seguridad jurídico internacional en que operan todas las firmas, no sólo energéticas ni españolas, como consecuencia del capitalismo globalizado en que hemos "aceptado" vivir. En este sentido las mayores críticas a la que se está convirtiendo en la estrategia del gobierno de Mariano proceden fundamentalmente de quienes no confían en este modelo de mercado, y entienden un fin lógico del avance social la nacionalización de los recursos naturales, en España la Izquierda Unida o Plural, así como los gobiernos de Brasil, Venezuela o Bolivia comulgan con la decisión de Kirchner. 

   ¿Pero cuál es la respuesta española? Lo cierto es que se está gestando, aunque se perfilan el cierre a algunas importaciones o la presentación de quejas ante la OMC, lo que es claro es que nuestro país no está dispuesto a abonar en solitario el descrédito de las políticas de Kirchner. En su particular cruzada se ha encontrado con la Unión Europea (y el margen que le otorgan las bases jurídicas conferidas por los Estados Miembros en los Tratados) y en especial con ese grupo de países que mantienen con más vehemencia el sueño comunitario "El Club de Berlín", la respuesta firme de México y Colombia, y algo más tibia de Estados Unidos (que mantiene intereses comerciales en Argentina). 

   Me he permitido leer un buen número de artículos de aquí y allí, de la edición digital de La Nación argentina y El País español. En los diarios de Madrid se subraya la palabra expropiar, y se rodea de otras no tan agradables que dejan entrever el subyacente ilícito de este tipo de políticas, en Buenos Aires se habla de nacionalizar, re-estatalizar o devolver la soberanía. Aunque en su ejercicio periodístico ambos son críticos con unas posturas que no son llamativas por enfrentadas sino por ser sumamente arriesgadas en el contexto económico en que nos desenvolvemos.

   Vivimos en el desmoronamiento de la relación institucional entre países, y lo que empiezo a creer probable, puede conllevar un rencor o aversión social entre sus gentes que me parece infinitamente más grave, pues no puedo ni debo ignorar lo que simboliza para muchos argentinos la petrolera YPF, que compromete el mayor número de empleos del país. 

   ¿Qué pensará Mafalda de todo esto? A dormivela entre las viñetas de Quino puede que vea, como yo, la quiebra entre dos hermanos nómadas que comparten mucho más que un idioma.





   
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