Hoy es un gran día para mí bloggeros... Hoy puedo decir, por fin, que soy conductor.
El trabajo a los pedales, por absurdo que pueda resultar, me ha conducido al borde del agotamiento físico y psicológico, por no entrar en achaques de mayor calado. También y en buena parte me alejaba de este blog, y lo que es mucho peor, de mí mismo... La frustración del suspenso, que no por falta de costumbre como piensa la mayoría, sino por el esfuerzo sin contraprestación, era inmensa.
Me gustaría entrar a hablaros del gran negocio que es el de las autoescuelas o la nefasta función que desarrolla la DGT al conceder suspensos y aprobados; fruto, en muchos casos, de decisiones arbitrarias que, por desgracia, he presenciado en mi pellejo y en ajeno. Sin embargo, hoy es día de fiesta y no quiero darle cartel.
Fue el pasado miércoles cuando, en una mañana de descanso en la piscina municipal, reflexionaba sobre lo plena y libre que volvería a ser mi vida tras conseguir la letra L, de learner, la que brilla en la espalda de los coches de los conductores novatos... ¡Qué imbécil! Yo que hasta ese momento me había considerado en posesión de las 27 del alfabeto español, temía haberme quedado sin la duodécima. A eso de las dos de la tarde, recogí mis bártulos y me puse en marcha a casa. De camino, me sorprendí en la pequeña calle Carnal olisqueando los platillos de los vecinos y tratando de descifrar lo que comerían en cada casa... "tortilla de patatas, algún tipo de guiso" me decía mientras hacía hambre.
El jueves mi profesor me veía carente de "chispa" y la madrugada del viernes la he pasado, casi por completo, en vela. No es costumbre el nerviosismo en mí, quién me conoce lo sabe bien, pero ésto no es un examen de derecho, ni un problema empresarial por resolver... El resto de la historia ya la conocéis: la suerte, la habilidad y hasta el engaño han corrido hoy a mi lado para que pudiera redactar estas líneas, para que recuperara esa letra perdida, para recuperar mi sonrisa y a mí.
El jueves mi profesor me veía carente de "chispa" y la madrugada del viernes la he pasado, casi por completo, en vela. No es costumbre el nerviosismo en mí, quién me conoce lo sabe bien, pero ésto no es un examen de derecho, ni un problema empresarial por resolver... El resto de la historia ya la conocéis: la suerte, la habilidad y hasta el engaño han corrido hoy a mi lado para que pudiera redactar estas líneas, para que recuperara esa letra perdida, para recuperar mi sonrisa y a mí.
*Dibujo de la ilustradora Ángela Aguado.
Gracias miles a los que me brindaron su apoyo en los malos momentos y creyeron sinceramente en mi capacidad.
