by Jesús Morales Serrano... Con la tecnología de Blogger.
lunes, 6 de julio de 2015

Incierto rumbo a Ítaca

Leave a Comment

   Una de las primeras lecciones que la vida no tarda en enseñarnos es que en nuestra naturaleza reside una llamada constante a la toma de decisiones y que, en un plano de incertidumbre acerca de su acierto, una vez asumidas debemos convivir con ellas.

   Cuando el 26 de enero de 2015 el Parlamento Griego, haciendo suyo el mandato que recibió del soberano tan solo un día antes, depositaba su confianza en Alexis Tsipras, el líder de la Coalición de la Izquierda Radical "Syriza", estaba tomando una decisión. No era la primera vez que este pueblo tenía que tomar decisiones, en la que se reconoce como la democracia más antigua del mundo también se apostó, en ese mismo Parlamento, por el socialista Papandreu y por el tecnócrata Papadimos, a cuyo frente se secundaron los dos paquetes de reformas que avalarían la solicitud de ayuda financiera a sus socios europeos; y aún antes se había apostado por el socialista Simitis, de cuyos datos macroeconómicos la oficina Eurostat confirmó había existido falseamiento al menos desde 2000 para permitir la entrada del país en la comunidad del euro sin cumplir los exigentes requisitos previstos en Maastricht, y por el conservador Karamanlis, cuyo gobierno también falseó las cuentas como confirmaría su sucesor en el cargo, Papandreu, ya que el déficit del Estado no era del 3.7% sino del 15.2%. 


   Visto lo anterior, parece que responsabilizar a Europa por las decisiones desafortunadas tomadas en Grecia es injusto, como también lo sería hacerlo, por ejemplo, en la gran crisis financiera que ha padecido España y que le llevó de hecho a solicitar un rescate en 2012 por el fallo en las desaparecidas cajas de ahorro y de una manera muy notable en la Caja Madrid - Bankia. Si guardan algún paralelismo ambas crisis es precisamente la mala gestión que algunos políticos hicieron de las finanzas públicas, por medio de las cajas o de las arcas del Estado, para granjearse la simpatía de un votante al que en realidad se estaba desangrando y cuyo futuro estaba hipotecándose, o simplemente para desviar dinero público.


   Si Europa guarda alguna responsabilidad es una culpa in vigilando, por no haber controlado lo suficiente a los Estados que decidieron unirse al proyecto comunitario. Nadie pone en duda la soberanía de los pueblos en el continente donde existe el pulso más profundo del nacionalismo, pero la red de relaciones que hemos querido darnos por medio del entramado institucional que es la Unión Europea nos exige poner coto a las malas praxis que, tomadas en un país, afectan expansivamente a toda Europa. 


   En un contexto en el que optar por menos Europa resulta ya inasumible, en particular para los miembros de la moneda única, se puede apostar legítimamente, como lo hace una parte de la opinión pública británica, por abandonar la Unión de Uniones, el Tratado de Lisboa ha previsto una salida de la UE no así de la Unión Económica y Monetaria (a cuyo proyecto por cierto están obligados todos los Estados Miembros salvo Reino Unido y Dinamarca, lo que cuestiona la responsabilidad de quienes cumpliendo todos los requisitos no adaptan su legislación para permitir la adhesión efectiva al euro, cual es el caso de Suecia). De otro modo significa que si Grecia mañana vuelve al dracma (porque abandona el euro o porque la echan sus socios) paradójicamente no cesará, mientras sea miembro de la UE, su obligación de formar parte de la moneda común aunque su situación sería entonces más crítica en tanto habría de volver a reunir unos requisitos de adhesión (o empezar a hacerlo, ya que en su momento fueron falseados) de los que nunca ha estado más alejada.


   La semana pasada fue de vértigo, y tras un duro arranque con la ruptura de las negociaciones en el seno del Eurogrupo y con la convocatoria de un referéndum a la consideración de un paquete de medidas en estado de gestación, referéndum para el que el gobierno contó exclusivamente con el respaldo de la derecha euroescéptica y del partido neonazi además de la propia formación de izquierda radical en el poder, se alzaba la mayor declaración de guerra en política interna que se recuerde desde la fundación de la CECA en 1951. La situación no hizo sino que empeorar con el cierre de la Bolsa de Atenas acompañado del corralito para evitar la salida masiva de depósitos y a mediados de semana la filtración de una carta de claudicación de Tsipras en New York Times acatando el grueso del paquete de medidas que, horas más tarde, Merkel (que no Tsipras) zanjaba en el Bundestag negando un posible tercer rescate hasta en tanto no se manifestara un respaldo en urnas, toda vez que el referéndum ya se había convocado, a esa ayuda y a las consiguientes políticas de ajuste.


   En cualquier caso, la ausencia de precedentes no sería causa suficiente para deslegitimar el clamoroso no (Oxi en griego) que han dado los electores al incremento de las políticas fiscales restrictivas que había de poner en marcha el ministerio de Varoufakis. El llamado "austericidio" tiene en verdad una de las peores manifestaciones en Grecia, en este país muchas personas que se encuentran en situación de extrema pobreza no pueden ser rescatadas por un Estado en bancarrota, precisamente el principal problema que entraña la práctica de estas medidas es que a menudo encierran un pretendido cambio de modelo económico que dilapida el Estado de Bienestar y los servicios  públicos que como la educación o la sanidad, pero también la promoción científica y cultural, nos permiten reconocerlo.

   La realidad es que nadie en el continente niega ya el sufrimiento que atraviesan muchos griegos ni desea seguir perpetuándolo, pero el cierre de la vía negociadora o, lo que es peor, la apelación a una dignidad nacional que por extensión parece estar negándose a quienes sí hemos hecho ajustes para el saneamiento de nuestras economías no auspicia un futuro prometedor. Pienso que el resultado en el referéndum de Grecia, lejos de acercar posiciones, puede ser interpretado como una provocación de quien debiendo dinero se niega a pagarlo en su totalidad, se niega a asumir medidas que garanticen el pago y además exige que se le preste más en las condiciones ventajosas que los mercados hace años le negaron.

   No, no es fácil la situación que se viene perfilando en Grecia ni fácil será su resolución. Continuar por la vía de la provocación la expone al riesgo de caída más pronto que tarde, en tanto sus acreedores estimen que perder los más de 200.000 millones de euros antes que seguir pagando a fondo perdido es la solución más asequible (puede ser el caso del FMI que decidió posponer todos los vencimientos impagados al último día del mes de junio para aliviar la situación del país, si bien, como hemos sabido más tarde, el ejecutivo de Tsipras decidió no satisfacer ese pago que ascendería a más de 1.200 millones), y porque además enunciar los principios democráticos solo servirá a las otras dieciocho jurisdicciones para invocar sus respectivas soberanías, quién sabe si en referéndum, para negar la ayuda que hoy, la pida o no, Grecia necesita para seguir respirando. 

   El pretendido aislamiento de Tsipras, que quiere seguir tirando de la cuerda sin llegar a romperla, puede salirle mal y de lo que no hay duda razonable es que una salida en falso del euro puede desencadenar la situación más dolorosa y más dramática que quepa imaginar, incluso en la Grecia actual.


La cara de la moneda de euro que acuña el Banco de Grecia.

(...)
   Cuando termino de escribir estas letras, recorre Europa una ola de calor sahariano que consume una parte de nuestra energía y nos deja en un estado de constante dependencia de hidratación; necesitados de agua, en esta eufórica madrugada helena de 6 de julio, arranca vehemente en La Mancha una tormenta de verano que sirve de aliento al campo. Llueven también algunos refranes: "nunca hay que perder la esperanza", "después de la tormenta la calma"... y antés que ésta un profundo olor a tierra mojada. 


Read More
domingo, 28 de junio de 2015

Los medios de comunicación frente al individuo

1 comment


   Hace ahora algunos meses tuvo lugar en París una de las masacres más desoladoras de cuantas ha perpetuado el yihadismo desde que una facción de Al Qaeda reivindicase la formación del Estado Islámico en territorios sirios e iraquíes. Los atentados en la redacción de Charlie Hebdo tuvieron un peso político que trascendió a la irreparable pérdida de las vidas humanas que se perdieron aquel día, de alguna manera los terroristas estaban atentando contra el esquema de derechos y libertades básicos que, con no poco esfuerzo, hemos conquistado y abanderamos en lo que, de manera más o menos precisa, se reconoce por Occidente. De entre todos, la libertad de expresión emerge como una joya de singular valor ante la habitual tentativa de quien gobierna de censurar puntos de vista que cuestionen o reprueben la ideología en que se apoye la política pública.

   Por esta razón más que por ninguna otra, el pueblo y los gobiernos europeos colmamos de un extraordinario simbolismo la matanza de París; puede o no estar de acuerdo el lector con el contenido satírico del semanario francés, puede resultarle incómodo o incluso creer que de algún modo la religión afectada sale malograda con la impresión de viñetas de poco o ningún gusto, pero habrá que defender que puedan publicarse con uñas y dientes, con la vida lo hicieron estos valientes dibujantes, porque seguirá siendo más necesario preservar el derecho de cada cual a expresar su interpretación de la realidad conforme al pensamiento individual. Huelga decir que nadie tiene el derecho, al abrigo de la libertad de expresión, de calumniar a otra persona faltando a la verdad o a su honor, estigmatizando la imagen que proyecta a los demás o el concepto que tiene de sí mismo.

   De este modo, parece claro que los medios de comunicación están llamados a desempeñar un papel esencial en la concepción de este derecho, ¿Cómo juegan este rol? En la gran mayoría de los casos, de manera expresa o implícita, no son puros transmisores de una información objetiva tratada de manera aséptica, sino que aspiran a convertirse en referente de opinión que genere en el espectador, lector u oyente de su "target" un sentimiento de aprobación y apego: en el mejor de los casos disfrazado de humor, en el peor de una imparcialidad impostada.

   No hay nada de malo, ni de bueno, en que los medios hagan su papel luchando por su audiencia en calidad de influenciadores. Lo peor es cuando al destinatario le pasa desapercibido. 

   Quien habla o escribe siempre envuelve sus palabras con su propia ideología y, en este sentido, la capacidad de persuasión puede conseguir la redundancia de opiniones por quienes están frente a la recepción del mensaje. Cuando quien comunica (cada vez en menor medida desde plataformas periodísticas) ya ha determinado qué convicciones son convenientes y cuáles no y en qué sentido debemos expresarnos políticamente está haciendo algo más que ejercer su derecho a la libre expresión, está dibujando un ciudadano ejemplar (republicano o monárquico, patriota o apátrida, religioso o ateo, liberal o keynesiano, progresista o conservador) moralizando a quien le atiende de un modo no muy diferente al de las religiones monoteístas ridiculizadas por Charlie Hebdo; en sentido contrario, coaccionado por un entorno que observa en la calle y las redes sociales a quién ofrece su propia opinión, y no la simple transcripción de otras opiniones, corre el riesgo cierto de ser desnaturalizado, asumiendo como mal menor al de la desaprobación pública el de ser tratado como mentecato al servicio de un estereotipo predefinido por un editorial e incapacitado para discurrir de acuerdo a un análisis crítico o un pensamiento racional ideal.

   Haciendo propias las características que nos presumen los medios, llegamos a un subterfugio paradójica y profundamente antidemocrático, el resultado de la labor persuasiva de los canales de comunicación y singularmente de la presión social que consiguen en los mentecatos que la siguen desvirtúan la nota originaria del derecho de expresión que no es sino evitar la injerencia ajena en la formación del individuo y en su plena capacidad en el ejercicio de la propia expresión de manera libre, consecuente y autónoma.

El periodista Edward R.Murrow en un fotograma de "Challenge of ideas" (1961)



Read More
sábado, 30 de mayo de 2015

A la gran coalición o al frente popular

Leave a Comment

   Un alma insomne divaga en algún bar de Madrid acerca del significado del tiempo y concluye su reflexión en metáfora. El tiempo es la mano que empuñando una navaja dibuja con el filo los vértices de una fruta, fruta que deja tras de sí una larga mondadura que ya no la protegerá de la desconocida intemperie, mondadura que es ya solo un desperdicio.

(...)

   Vivimos tiempos convulsos, lo que hasta ayer parecía una mayoría inquebrantable de los conservadores del Partido Popular se deshace tan deprisa como aflora una parte de la inmensa podredumbre que encierra el partido. En los medios todo es ruido de sables, una danza enfermiza de acusaciones veladas y palabras vacías para atrapar la atención del mentecato que quiera escuchar. Por fortuna, los españoles están más y mejor formados que antes, la desidia a lo político se ve superada por una atmósfera de inconformismo e intolerancia que devendrán, si el cauce de cosas sigue un orden lógico, en una mayor participación ciudadana fiscalizando el ejercicio de sus representantes y exigiéndoles mayores cautelas y asunción de responsabilidades. Y es que al final se llega al principio clásico que defendía la construcción del individuo como ciudadano en la esfera pública.

   Esta legislatura que va tocando a su fin pudo vaticinarse tranquila al principio por asumir el ejecutivo el respaldo de la mayoría de las cámaras autónomicas, así como apoyarse en las absolutas del Congreso y Senado, ha resultado ser una de las más complicadas en nuestra corta vida democrática y todo apunta a que no es sino la antesala de alguna más compleja. Rajoy tendrá que enfrentarse en los próximos meses al recuerdo de los enfervorecidos aplausos de su nutrida bancada de palmeros, a la socarronería de sus discursos, a la insensibilidad y la simplificación de las cifras conseguidas gracias a la marcha de una política monetaria diseñada a medida en Fráncfort y no en Madrid y hasta la partida al Candy crush de una incompetente a la que debió cesar de inmediato. Los aplausos que acallaban a la silente oposición del PSOE de Rubalcaba, destronado por la deriva de la indefinición que defiende su hoy sucesor, y a la más inconformista de Rosa Díez, destronada por las urnas tras negarle la igualdad entre pares a Ciudadanos.

   Me he visto tentado en resumir la legislatura de Rajoy en desperdicio, en un dejar correr el tiempo que nos asfixia y nos enfrenta. A menudo se acusa en tertulias y editoriales la falta de diálogo como piedra sobre la que vira nuestra angustia. Yo lo veo de otro modo, y es que en mi opinión no es tanto que Rajoy sea un tipo silencioso, las personas más inteligentes suelen ser las que forman su opinión escuchando mucho antes de hablar, cuanto que es muy poco resolutivo. No es tanto el que no se haga preguntas sino el que sea incapaz de darles respuesta.

   En cualquier caso, la palabra no será en lo sucesivo una opción. El pluralismo político no había alcanzado un grado tan alto de expresión desde la transición y esta realidad, que hasta ahora solo era fruto de una percepción de la calle o de estudios demoscópicos casi siempre intencionados, ya se recoge en urnas con cerca de la mitad de los sufragios que no están votando a los dos grandes partidos (que hace ocho años acaparaban cerca del 80%), lo que despierta un sentir de festejo acompañado del desconcierto por el confort de lo predecible de la alternancia y la inseguridad económica y jurídica que suscitan algunas de las propuestas de las nuevas formaciones.

   Aunque sorprenda, la situación no es inédita. Hace ahora ochenta años, en la España de 1935, se hablaba de política en los cafés y las tertulias, los periódicos abrían con manifestaciones obreras en las comarcas mineras asturianas, casos de corrupción como el escándalo de estraperlo y pronunciamientos de corte nacionalista caldeaban el ambiente sin llegar a hacerlo irrespirable. En aquel tiempo gobernaba la derecha gracias a una coalición entre el Partido Radical de Lerroux y la CEDA de Gil Robles después de alcanzada la necesaria conquista del voto femenino (Campoamor a la cabeza) que, se decía, estaba en mayor medida mediatizado por el conservadurismo de la Iglesia católica, lo que en ningún caso demerita el triunfo de las derechas por primera y última vez en la Segunda República.

   En febrero del 36 se habían programado elecciones generales y como quiera que el desgaste político se hacía acuciante en la CEDA y que el Partido Radical había quedado totalmente deslegitimado frente a la ciudadanía, los comicios se planteaban más reñidos. Así ocurrió que en segunda vuelta se invirtió la tendencia y el bloque de partidos a cuyo frente estaban el PSOE de Indalecio Prieto y la Izquierda Republicana de Azaña se alzó con el triunfo del grupo de izquierdas bautizado como "Frente Popular".

   El triunfo del Frente fue posible fundamentalmente porque la izquierda fue capaz de superar una heterogeneidad histórica que arrastra hasta nuestros días, sin embargo duró poco. Detrás de esta victoria resonaron las voces de quienes no reconocían la validez del resultado, en un escenario que se prestó a una tensión política cada vez más acentuada al compás europeo con la germinación del fascismo italiano en muchas capas populares y particularmente en el ejército. Concluyó, como todos sabemos, en el mayor desastre de la historia de España cual es el sacrificio en armas de la democracia por una guerra entre hermanos.

Manifestación del 1 de marzo de 1936 tras el triunfo del Frente Popular.

   Se atribuye a Cicerón aquello de que "los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla", he querido traer el vago recuerdo de un pasaje trascendental en la memoria colectiva que permite aproximar impresiones a las de aquel invierno de preguerra. Entonces, como ahora, la ciudadanía estaba suficientemente agitada para reaccionar con exaltaciones de diversa índole y sentido político que, no atendiendo a lo que John Rawls bautizó como "razón pública", por su radicalidad o fundamentalismo debieron y, en su caso, deberán ser rechazadas por toda la sociedad. Entonces, como ahora, se celebraron elecciones generales y ningún partido gozaba del respaldo suficiente para formar gobierno en solitario. Entonces, como ahora, el pacto se abrió camino como una herramienta consustancial a la democracia.

   Antes de continuar debo matizar que sospecho que, llegado el caso, el resultado que dejen las elecciones generales será el de un parlamento poco más fragmentado que el actual, en el que en lugar de dos partidos haya dos y medio, no ya solo por la importancia de un voto oculto que justifica el triunfo de Cameron en el Reino Unido cuanto como el resultado de una ley electoral injusta que sobrepondera el peso político de las provincias al de los ciudadanos (sirva el ejemplo de Castilla y León que sienta a 32 diputados en el Congreso con poco más de 2 millones y medio de habitantes frente a la Comunidad Valenciana que mantiene 33 con más de 5 millones o la Comunidad de Madrid a 36 con casi 6 y medio) para garantizar la estabilidad del sistema se enmascara necesaria la representación de las pequeñas circunscripciones donde el papel de los minoritarios solo puede ser marginal. Con indistinción de si los dos partidos más votados son PP-PSOE; PP-PODEMOS; ¿PODEMOS-CIUDADANOS? parece claro que ninguno tendrá mayoría suficiente para hacerse con el control de las Cámaras y en consecuencia del Gobierno.

   Con el complejo mapa que dejan las autonómicas y a falta de que las catalanas, vascas y gallegas terminen de distorsionar por completo el reparto de poderes, empieza a adivinarse ya que los socialistas (no menos malheridos que los populares tras las pasadas citas electorales) serán árbitros, como primera, segunda o tercera fuerza, en la formación del nuevo Gobierno de España. Se explica sin dificultad por la centralidad en que le sitúa la enorme fortaleza que ha dejado ver la izquierda radical, dispersa hasta ahora entre comunistas y algunos grupos nacionalistas y que hoy va acercando posturas en torno a Podemos y las formaciones de reivindicación ciudadana, como el auténtico antagónico a la derecha más o menos concentrada en el Partido Popular. Sea como fuere nadie dijo que ser juez y parte fuera cosa fácil, al menos no lo es tanto como pretende Pedro Sánchez quien parece dispuesto a entablar exclusivamente y cuanto antes negociación y gobierno con la formación de Iglesias Turrión. Como empieza a apuntar Susana Díaz, única resistencia socialista con Javier Fernández en los tiempos difíciles y viva demostración de la indulgencia electoral del pueblo andaluz, partir de la necesidad de acuerdos de izquierda en todo momento y lugar con quien solo está seguro de que ha de sustituir la vieja casta por la propia es una estrategia cuanto menos delicada; desde luego no lo es menos emparejarse a un Partido Popular que, si podemos dejar a un lado la corrupción, ha continuado con la política fiscal restrictiva que puso en marcha Zapatero bajo el asombro de un entonces crítico Rajoy.

   En realidad el temor de Sánchez es fundado; sabe que si llega a la gran coalición el electorado le pasará factura como le ha ocurrido al PASOK griego, entre otras razones porque desestima la madurez democrática del votante español frente al socialdemócrata alemán capaz de comprender el respaldo a Merkel en el Bundestag. Un frente de izquierdas, y aquí es donde yerra el tiro, solo funciona para la primera fuerza (como le ha ocurrido todos estos años con la Izquierda Unida), pero en lo venidero no parece estar tan claro quién llevará las riendas y quién quedará relegado a ser la llave de paso. Por otra parte, abortadas las posibles alianzas con IU/UPyD en peligro de extinción y con unos nacionalistas que no se conforman ya con repartirse el poder y amnistiar a sus corruptos, puedo dar por supuesto que apoyará a Podemos (ante la reciente equiparación que hace de Bildu y PP) ¿en qué posición quedará entonces el PSOE frente a sus votantes? ¿Van a preferir los escorados a la izquierda votar al blandito y castizo frente al novedoso y radical? ¿Van a permitir con su voto los moderados que los indignados de Iglesias hagan suyas las instituciones? Tengo serias dudas.

   Tras los comicios del 24 de mayo, todo apunta a que el PSOE se hará, además de con Asturias y Andalucía, con el ejecutivo extremeño, manchego, aragonés, valenciano y balear. En su mano está decidir si el camino es el de la gran coalición por el mantenimiento de un bipartidismo clásico al que buena parte de la sociedad está tratando de dar la espalda o a un frente popular excluyente (y más probable) que recupere el mensaje de lucha de clases de principios del siglo pasado.

   Negarse a dialogar con algún partido es electoralista, poco respetuoso con las minorías y nada constructivo. Asegurar que se llegará a pactos pero que en todo caso habrán de respetar la lógica izquierda con izquierda y derecha con derecha niega la diversidad ideológica del soberano y la posible migración del voto entre partidos, minimiza el acercamiento de posiciones enfrentadas y garantiza la perpetuidad de varios partidos que se turnen en el poder respaldados por minoritarios con que repartirse mamandurrias. Entender que en la Cámara están representados todos los ciudadanos y que requieren por tanto de igual consideración, llegar a acuerdos en todo en lo que existe consenso con indistinción del color político del proponente, facilitar la actuación del gobierno desde la oposición controlando su actuación, tratar de construir por medio del diálogo soluciones comunes para custiones esenciales, como la malograda reforma educativa, es la única forma de luchar por la supervivencia del sistema.

   Las cartas ya se han repartido, la batalla está servida.


Read More
© 2014 All Rights Reserved.
Diente de león | Distributed By Free Blogspot Templates | Designed By BloggerHero