by Jesús Morales Serrano... Con la tecnología de Blogger.
jueves, 28 de junio de 2012

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   ¿Volvemos a empezar?

(...)

   Cuando el diecisiete de octubre de un, cada día más lejano, 2010, comencé a escribir el blog no sabía que podía esperarme. Pronto comprendería que no sería yo sino el tiempo el encargado de dar perfil a su joven corazón con relatos variopintos: interesantes y absurdos, emocionales o subversivos. Por mi parte, entonces y ahora, he buscado aportar ese toque de originalidad y punto crítico que hace especial cualquier obra de autor. Subrayo que aparecen las entradas, pues en la mayoría de los casos las ideas y la actualidad han ido marcando el tempo a seguir, agitando mi mente inquieta e hilvanando las historias y las hebras de este Diente de León.

   Lo que hoy os traigo es diferente a todo lo anterior. Esta entrada es punto de inflexión en el camino. Metafóricamente es a una casa su vestíbulo, hall o, mejor aún, su distribuidor, del que se desprenden muchas puertas que nos trasladan a distintos espacios y momentos (siempre de la mano el espacio y el tiempo). Una reflexión sobre lo vivido y lo esperado, lo desconocido.

   Pero no es punto de partida, ése sólo son mis Pájaros en la cabeza.

     ¡¡Bienvenidos a la entrada Número Cincuenta!!


Flashback de las dieciséis primeras entradas


   Como os digo el diecisiete de octubre fue un día extraño, extraño y bonito. Comportándome como un auténtico autómata bauticé este proyecto, que ha resultado tan importante para mí, como Diente de León... Creo que entonces no lo comprendía y, aunque el paso del tiempo y la vida Desde Saturno han ido despejando dudas, queda aún mucho por imaginar, leer, escribir y conocer, y espero sea emocionante. Más allá de las quimeras, puedo dejar caer que la esencia del blog y su nombre eran entonces un misterio, y hoy (aunque parcialmente desvelado) siguen siéndolo.
 
   Mi decisión era y es, focalizar temas de muy diferente interés y sentido en un único espacio, así han ido proliferando entradas de contenido cultural, político y personal de modo indistinto, aunque al ser trazadas todas ellas en mi mente y con mis manos se ven dotadas de un patrón común (ideológico y de estilo) con las que, aun sin quererlo, me desnudo ante el lector.

   Me gusta pensar que Diente de León es un punto de encuentro y evasión.

   La puerta a este portal se ha abierto unas siete mil veces, fundamentalmente a gentes de España, México, Sudamérica (Colombia, Argentina, Chile, Venezuela, Perú...) Estados Unidos y otros países de habla no hispana como Alemania o Rusia. Todas las visitas son bienvenidas, más aun si acompaña comentario, pues demuestra que el contenido despierta algún interés... pero la estadística no deja de ser un número, y no ha condicionado ni condiciona en absoluto mis palabras.

   El futuro siempre es un misterio. He ido dejando promesas por cumplir, así la cadena de entradas sobre Lo que la tele nos dejó..., alguna sobre la Edad de Oro del pop español y varios ases que guardo bajo la manga. Volverán, de forma intermitente, las entradas dobles y puede, quién lo sabe, que se avecine un cuarto cambio de look (de esos que tanto me divierten)...

17 a 32


   La economía, esto no es nuevo, encuentra hoy un hueco en todas las tertulias, debates y telediarios que se mueven en el país. La materia me apasiona y desborda... pero también me satura, y esa atracción magnética que ha producido la crisis económica en la sociedad, a la que encuentro cada día más confusa y exhausta, me obliga a dejar apartado, al menos por el momento, la reflexión sobre un futuro económico y financiero que se dibuja difuso. Apuesto, una vez más, que nos dirigimos Hacia la verde inmensidad. Dejemos que hable el tiempo.

   La política, nacional e internacional, han sido un pilar fundamental para el blog. El inmenso descontento que impera en nuestro país hacia los tres poderes que dan vida al Estado de Derecho, ponen en jaque a la España constitucional trazada en el '78. Confrontación social que se acentúa respecto de la clase política, la encargada de hacer posible el ideal democrático, con movimientos tan célebres como el del quince de marzo "15M" en Sol.

   Siempre digo que nada es bueno por el hecho de ser costumbre (¿qué hay sobre la tauromaquia?), es posible que una revolución "sin retorno" en distintos campos de la vida pública depure los fallos sistémicos actuales, devolviendo la voz "dormida" al pueblo y enriqueciendo, en definitiva, la democracia. Supongo que las alternativas realistas siempre son de recibo, al menos para los más tolerantes y, claro está, los que no ven peligrar su sueldo.

Carteleras trigésimo tercera a cuadragésimo nona (salvo No llores por mí)


   En otro orden, el Diente de León siempre ha gustado verse vestido de muchos colores, de esos que sólo es capaz de ofrecer la cultura. La música, la literatura, el arte y el cine le son intrínsecos.

   Entradas como Tim BurtonPlaneta Ghibli o Follow the city lights brotan del dinamismo y la ilusión.

   Me encanta verme tan pragmático como el Diente de León, conocer y soñar; supongo que a veces me excedo relatando mis estupideces (como en Palomitas de Maíz). También me gusta rodearme de personas de las que aprender y con las que crecer. Frente a ambas afirmaciones, apertura cultural y social, reconozco mi reserva y mi evasión... en un mundo que, a menudo, se muestra complejo a mis ojos. Cruentamente humano.

   En esta entrada descontextualizada, regalo a la lealtad del lector silencioso, sólo deseo rescatar unas líneas de "Dos Mujeres en Praga" de Juan José Millás, en una escena formidable en que Álvaro Abril dialoga con una prostituta:

-Soy escritor- dijo Álvaro, e inexplicablemente se le saltaron las lágrimas como a Luz Acaso cuando le había dicho que era viuda.
-Conozco a otro escritor que se echa a llorar por nada también. Sois unos flojos.
-No es que seamos flojos- respondió él reprimiendo el llanto-, es que la vida nos debe algo que no nos da.

(...)

¿Volvemos a volar?





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miércoles, 13 de junio de 2012

Tonta canción de Eurovisión

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   Como cada mes de mayo, Europa volvió a congregarse a la caída de una tarde de sábado celebrando el festival musical más célebre de su historia. Probablemente una de las mejores representaciones de la unión cultural que se vive en el continente.

   La trayectoria del festival, que cuenta ya más de cincuenta años, es de hecho el reflejo de la realidad que ha ido transformando a Europa hacía una mayor integración y apertura en las fronteras. Así mientras en los primeros años de vida de Eurovisión, la participación era casi exclusiva de los más occidentales, la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética y de Yugoslavia, se resuelven en una pluralidad de participantes, lo que ha obligado incluso a deslindar la final de varias semifinales previas en que se criban los países que presentan mejores propuestas de cara a la edición de ese año.

  Puede que fuera con las semifinales, o incluso mucho antes con la aparición del televoto, cuando los pueblos de toda Europa fueron espectadores de una evolución del certamen, que para muchos supone la degeneración de su esencia. Se habla de la politización del voto, aunque la realidad hoy en día no es sino su reparto por criterios esencialmente migratorios y, desde luego, geográficos.

  La implantación del Big-Four en 2000, cuatro países que por contribución a la UER permanecerían ajenos a las semifinales, salvo en el ejercicio del voto (yendo directamente a la final con el anfitrión) debió disgustar a la inmensa mayoría de países (más de cuarenta) que habrían de pelear su plaza en la final mientras Alemania, España, Francia y Reino Unido (hoy también Italia) la tenían garantizada. La reacción generalizada fue precisamente un rechazo masivo a estos países, que lo tenían y tienen más fácil, y un colegueo de votos sobre todo en el este europeo. Así en el año 2006 las cuatro últimas posiciones las ocupaban, cosas del azar y los gustos musicales, estos países.

  Avanza el formato y en el año 2008, Reino Unido disconforme con su plaza (la última de ese año) exige a la UER una devolución del voto a los jurados profesionales. Hecho que con más o menos acierto ha conseguido devolver esporádicamente el éxito a los estados finalistas perdedores. Alemania ganó en 2010.

   Hasta aquí no hay ninguna duda, y parece que la única solución que palia el conflicto es presentar un gran tema, como ha hecho este año Suecia (ganadora de 2012) para romper definitivamente la barrera territorial, política o sistémica que presenta el festival, seguramente no sólo con la votación popular sino muy probablemente con la valoración profesional.

  El problema, y lo que me empuja a escribir una entrada sobre Eurovisión, que por lo demás puede resultar bastante aburrido... no es sino lo acaecido este año en Bakú, la capital de Azerbaiyán, ganadora en 2011.

  Y es que saltó a todos los diarios la noticia de un fallido ataque terrorista en la sede del festival durante la celebración del mismo. Este hecho aparentemente aislado, viene a jugar con una serie de acontecimientos y declaraciones posteriores que nos obligan a abrir los ojos sobre quién y cómo se juega en un programa en que se estudia la mejor canción y que esconde el acercamiento de las gentes de Europa.

  Azerbaiyán aparece como un país autoritario, de escasas posibilidades democráticas y generalizada corrupción, así lo califica la británica The Economist. País mayoritariamente musulmán y muy distante en espacio y cultura del continente, mantiene vivos los lazos que lo ataban a la antigua Unión Soviética, alineado a Rusia en la Comunidad de Estados Independientes. Hasta no hace mucho era considerado un país asiático o euroasiático, pero parece que las Comunidades Europeas tratan de acercar fronteras a países como éste, así también Armenia, Georgia y Kazjistán.

  Con este cartel, y teniendo en cuenta el criterio que utilizan los miembros para votarse entre sí en Eurovisión, resulta cuanto menos sorprendente que no haya bajado de los cinco primeros puestos desde 2009, comenzando su andadura un año antes.

   El olor a pólvora que debió dejar el frustrado intento del ataque terrorista no era la única preocupación de su gobierno esa noche. Salta a la luz una posible táctica que explicaría el éxito de Bakú, consistente en la contrata de empresas que se movilizan hacia países pequeños, donde es más fácil mediatizar el sentido del voto (así en Malta o en Chipre) repitiendo excelentes resultados, aun sin mediar el apoyo de ese jurado profesional.

  Lo que aparecía como un rumor va tomando forma, y estos pequeños países ya se han pronunciado, en informes que dejan caer el "fraude" en el torneo. La respuesta (por otra parte, de los perdedores como Francia) no se ha hecho esperar y se reclama un mínimo democrático para entrar a participar en el festival. Esto es lo que venimos llamando mezclar churras con merinas. Quiero recordar al lector que, si bien es muy probable que Azerbaiyán presente la estructura de un país dictatorial, no es menos cierto que España alcanza sus éxitos en los sesenta en que gobernaba el general Franco. Ello no debía impedir a nuestro país o al suyo participar en un concurso en que se premia el mejor tema, en términos netamente artísticos. Mezclar este problema con el de televoto es muy serio, porque uno afecta a las bases del concurso y el democrático a su legitimidad como gobierno. Es evidente que el segundo excede al festival. La reivindicación democrática, desde luego loable en cualquier foro, debería inscribirse en relación a la implantación de suficientes medidas de seguridad a quienes acuden a la sede a disfrutar de las músicas europeas.

  Mientras tanto en España (ajena a la polémica) se sigue celebrando una décima posición de Pastora Soler que brilló en el escenario de Bakú y, no exenta de críticas, recibió un gran dato (97 puntos). Aunque desde luego muy distante de los primeros puestos (los 372 de la ganadora Loreen).

  También aquí la nitidez de los resultados nos devuelve a la realidad en que se mueve el concurso, la mayoría de los países que reciben mejores puntuaciones (salvo la ganadora) se encontraban en la mitad oriental antes de la caída del muro de Berlín.



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   Para acabar, he aquí una de mis teorías absurdas: este certamen, así como otras muchas competiciones sobre todo en lo deportivo (valga de ejemplo la Eurocopa, que se juega estos días) están sirviendo para dar a conocer a los europeos quienes son sus vecinos o cuán extenso es el continente, lo que no siempre está claro. Desde luego dicho acercamiento trasciende de lo social/cultural a lo político con el avance de una Unión Europea con vocación imperialista o de macro-potencia (en julio de 2013 acogerá a Croacia, y algunos apostamos que quizás también a Islandia). Pero es importante que ralentice sus pasos mientras existan estados que no se vean capacitados para hacer frente al sueño europeo.

   Podemos competir por la mejor canción pero no hay debate en la protección de los derechos fundamentales y la garantía del Estado de Derecho. Esto es una línea roja.

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