by Jesús Morales Serrano... Con la tecnología de Blogger.
sábado, 25 de agosto de 2012

Sabelotodo

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   Hace un puñado de entradas os prometía que no volvería a hablar de la situación económica del país mientras ésta esté ahogando a tantas personas. La realidad es que hoy voy a romper mi promesa, al menos parcialmente, no pretendo hablar de las políticas fiscales que lleva a cabo el Gobierno ni las monetarias que se reclaman al BCE, tampoco quiero ahondar en sus efectos ni destapar la cara más amarga de esta crisis, la que tiene nombre de niño, la que inexorablemente se encontrará con un futuro negro.

   Hoy quiero hablar de conducta y sociología.

   Todo comenzó un día de verano en que, como en tantas otras mañanas de agosto, me encontraba en la piscina municipal disfrutando de los rayos de sol más vivos y profundos del estío, del agua y el baño, de la calma de un buen libro bajo la sombra de un árbol. Disfrutando del placer de la desconexión. Tumbado en la parcilla con la mirada perdida en el cielo, escuché sin pretenderlo la conversación entre un bañista de mi pueblo y otro alemán. La conversación versaba precisamente sobre la coyuntura político económica que atraviesa el país y su desencadenante europeo. La realidad es que el hombre de mi pueblo se las daba de entendido, y como quien no quiere la cosa vaticinaba la caída de Alemania, la Unión Europea y hasta Estados Unidos. Quiero pensar que se refería a una caída de su GDP (PIB). Ante la erudición del caballero, el alemán y yo quedamos igualmente contrariados, cómo podía un hombre de su altura intelectual estar chapoteando en una piscina de pueblo, en lugar de participar con su conocimiento y su predicción en los gabinetes de Rajoy y Rubalcaba. 

   Parece que el buen hombre, no quedó satisfecho con la clase magistral de economía acuática sino que al día siguiente lo vi rodeado de un grupo de parroquianos con quienes debatía acerca de la mala educación de los jóvenes de hoy y los problemas que atraviesan nuestras aulas. 

   El hombre no es economista y hace mucho que no pisa un colegio o escuela, sin embargo, siente la autoridad moral de compartir sus impresiones con el resto, lo que ha ido oyendo de aquí y de allí, lo que no ha visto pero alguien le ha contado, porque el hombre no necesita conocer ni contrastar demasiado para ofrecer todo lo que lleva dentro en sus seminarios, eso sí, de chancleta y flotador.

   Respeto la libre expresión, allá cada cual, pero hay ciertos espacios y momentos, uno de ellos es la piscina y el relax que por definición me tiene aparejada, en que no puedo tolerar conversaciones tan recurrentes y pobres como aquellas con las que el hombre pretendía comulgáramos.

   En realidad su teoría del "dominó" no es nueva, la ha podido escuchar desde que comenzó la crisis con los primeros avatares en la decadente Grecia. Aquella que postulaba que la vehemente interrelación económica, política y social del continente (expansible a todo el mundo occidental) acabaría repartiendo los resultados de la crisis por todos los estados europeos, que como piezas de dominó, irían cayendo uno a uno, arrastrados por la inercia del movimiento. Trágica consecuencia de la comprensión de un mundo globalizado.

   La teoría no es mala, pero está incompleta, deducir que la situación española (azotada por un desempleo que duplica al de la eurozona y la UE) es consecuencia reconducible a la tragedia griega me parece irracional, al menos si se piensa desde la exclusividad del curso causal, desde luego es cierto que el aumento del riesgo soberano se incrementa por las previsiones especulativas de los inversores, pero los fallos sistémicos que todavía arrastra nuestra economía son anteriores y, hoy por hoy, más preocupantes.

   La cuestión, volviendo al piscinero (que me está haciendo la entrada) es que desde que empezó la crisis económica, en el lejano 2008, la sociedad ha visto alterar su rol incorporando ahora una mentalidad de reproche, que se abre camino entre la amargura y la responsabilidad social. Desde que empezó la crisis todo el mundo tiene un pequeño "sabelotodo" dentro que le dice lo que debería haberse hecho antes de llegar a la situación actual, un sabelotodo que le permite debatir acerca de temas que le son del todo ajenos y de los que apenas si conoce sus nombres (prima de riesgo, deuda soberana, déficit público, inflación...). El problema no está en que la gente quiera participar en la economía (ello es muy sano) el problema es que no se preocupan por formarse para tener conocimientos amplios y objetivos, el problema reside en que la mentalidad del reproche no es constructiva, no persigue soluciones sino culpas.

   Así bien, siento que hemos perdido el valor del silencio y de la escucha. Que seamos libres de expresión, no nos despoja de la racionalidad para discernir las cuestiones en las que podemos participar con coherencia. Es el valor de la persona que cultiva su conocimiento y no habla por hablar.  


Fotografía de Vivian Maier


   ¿Dónde hemos guardado el gusto por lo sencillo? Las conversaciones de cafetería (quizás también las de piscina) gozaban antes del sabor al reencuentro y la confidencia, de inquietudes personales y mundanas, parcelas tan alejadas al rumbo gris de la economía. Compartiendo meriendas de nostalgia y reflexión en que sin mediar palabra se cruzan miradas ensordecedoras. 

   Hoy me encuentro desolado en un país de sabelotodos (probablemente yo he sido el primero con esta entrada) que, a toro pasado, despliegan un sainete de opiniones en que la trama es España. Rayando el esperpento descubro que todos están ciegos, yo el primero, no hay sabelotodos, hay sabelo-nadas.
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domingo, 5 de agosto de 2012

De la teoría del dolor y la libre expresión

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   Hoy escribo desde el enfado bloggers. No suelo medir mi estado de ánimo en estas circunstancias, pero sé que hoy estoy enfadado y es de justicia que lo sepáis.

  Antes de narraros los desencadenantes, quiero compartir con vosotros una teoría que he desarrollado para la ocasión. La he bautizado "Teoría del dolor" pero siendo puristas ha de ser llamada "del mal estar" para diferenciar el dolor de los otros dos elementos básicos que integran mi diagrama. La teoría, como las grandes teorías, requiere de círculos secantes, para el caso, ilustrativos de los estados anímicos que rodean al dolor.




   La realidad que intento exponer es que se puede estar dolido sin por ello sentir enfado o tristeza, y del mismo modo para los adyacentes. Así con el dolor, me encuentro con personas que bien por falta de carisma o un bloqueo emocional son incapaces de exhibir otro sentimiento distinto al dolor, quizás es más frecuente en el dolor físico por la fuerza de la psique que arrastra una cadena de sentimientos.

   El dolor, como la tristeza y el enfado, puede presentarse en distintas formas, o gamas de color, según se ahonde en su profundidad. Por ejemplo, si pensamos que el color de la tristeza estándar es el amarillo, ésta se moverá desde un pálido con el mal examen a un tostado casi negro por la muerte del ser querido.

   He querido cerrar los círculos del mal estar con la posibilidad de contingencia entre ambos lo que se saldaría en conductas:

a) Melancólicas, para la combinación de tristeza con dolor.
b) Rencorosas, para tristeza con enfado.
c) Irascibles, para dolor con enfado.

   La teoría se completa con el ánimo MM (Muy Malo) que sería la fusión de los tres básicos anteriores. Me he visto incapaz de adjetivar esta emoción pues creo sinceramente que nunca la he sentido y, aún más, me atrevería a decir que muy poca gente lo ha hecho. 

   Pienso que debe ser un sentimiento de ruptura abrumadora y extrema conmoción. Sólo adivino a asociarlo con la madre que sobrevive a sus hijos.

   Volviendo a mi historia, os comentaba que hoy estoy enfadado, y lo digo con esta propiedad. En una escala de color que ha ido evolucionando desde el rojo fuego del shock inicial hasta el magenta edulcorado pasadas unas horas.

   Todo comenzaba esta mañana cuando abría, como es mi costumbre, los diarios digitales del país y me sorprendía al descubrir el despido de Xabier Fortes, periodista y conductor del formidable magazín "La Noche en 24 horas". Uno de esos debates en que, todavía hoy, el espectador puede disfrutar sin temor a la aparición de la nausea.

   Un programa ágil e imparcial que, dejando a un lado galardones, fue trazado con acierto y sin temor a la censura por Vicente Vallés. Xabier fue un orgulloso continuista, manteniendo vivo un formato que merecía estar en parrilla y en prime time.

   El disgusto por la salida de Xabier no ha sido sino el preámbulo al que estaba por venir.

   Hacia el mediodía he conocido el despido de Ana Pastor. Un despido que ha sido vendido burdamente por una, tan nueva como irreconocible, RTVE que declaraba el rechazo de la periodista al cambio de programa y de horario. Después de seis años de dedicación en la pública, hoy Ana ha debido sentir vergüenza de la que ha sido su casa (un fallo dejar fuera de la teoría del dolor a la vergüenza).

   Me atrevo a decir sin ambages que Ana Pastor es una de las mejores y más críticas periodistas de nuestro país. No conociendo de partidos, ejerció su profesión del modo más cercano al espectador y libre de ataduras éticas o estéticas fue abanderada de la libertad de expresión.

   Libertad de expresión que hoy se pone en jaque en un país que anda sin rumbo y atontado por la economía se permite despedir por la puerta de atrás a Xabi y a Ana.

   Ambos mantuvieron su integridad a salvaguarda en todo momento, y no me cabe duda que los dos, Profesionales, no encontrarán obstáculo alguno en el hallazgo de ofertas de empleo. Pero nunca será lo mismo porque reunidos en el medio público nos hacían cómplices de una información elaborada y conocida por y para todos.


... y ese es el motivo por el que paso del enfado a la tristeza y de ésta a la melancolía.
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