by Jesús Morales Serrano... Con la tecnología de Blogger.
sábado, 30 de mayo de 2015

A la gran coalición o al frente popular

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   Un alma insomne divaga en algún bar de Madrid acerca del significado del tiempo y concluye su reflexión en metáfora. El tiempo es la mano que empuñando una navaja dibuja con el filo los vértices de una fruta, fruta que deja tras de sí una larga mondadura que ya no la protegerá de la desconocida intemperie, mondadura que es ya solo un desperdicio.

(...)

   Vivimos tiempos convulsos, lo que hasta ayer parecía una mayoría inquebrantable de los conservadores del Partido Popular se deshace tan deprisa como aflora una parte de la inmensa podredumbre que encierra el partido. En los medios todo es ruido de sables, una danza enfermiza de acusaciones veladas y palabras vacías para atrapar la atención del mentecato que quiera escuchar. Por fortuna, los españoles están más y mejor formados que antes, la desidia a lo político se ve superada por una atmósfera de inconformismo e intolerancia que devendrán, si el cauce de cosas sigue un orden lógico, en una mayor participación ciudadana fiscalizando el ejercicio de sus representantes y exigiéndoles mayores cautelas y asunción de responsabilidades. Y es que al final se llega al principio clásico que defendía la construcción del individuo como ciudadano en la esfera pública.

   Esta legislatura que va tocando a su fin pudo vaticinarse tranquila al principio por asumir el ejecutivo el respaldo de la mayoría de las cámaras autónomicas, así como apoyarse en las absolutas del Congreso y Senado, ha resultado ser una de las más complicadas en nuestra corta vida democrática y todo apunta a que no es sino la antesala de alguna más compleja. Rajoy tendrá que enfrentarse en los próximos meses al recuerdo de los enfervorecidos aplausos de su nutrida bancada de palmeros, a la socarronería de sus discursos, a la insensibilidad y la simplificación de las cifras conseguidas gracias a la marcha de una política monetaria diseñada a medida en Fráncfort y no en Madrid y hasta la partida al Candy crush de una incompetente a la que debió cesar de inmediato. Los aplausos que acallaban a la silente oposición del PSOE de Rubalcaba, destronado por la deriva de la indefinición que defiende su hoy sucesor, y a la más inconformista de Rosa Díez, destronada por las urnas tras negarle la igualdad entre pares a Ciudadanos.

   Me he visto tentado en resumir la legislatura de Rajoy en desperdicio, en un dejar correr el tiempo que nos asfixia y nos enfrenta. A menudo se acusa en tertulias y editoriales la falta de diálogo como piedra sobre la que vira nuestra angustia. Yo lo veo de otro modo, y es que en mi opinión no es tanto que Rajoy sea un tipo silencioso, las personas más inteligentes suelen ser las que forman su opinión escuchando mucho antes de hablar, cuanto que es muy poco resolutivo. No es tanto el que no se haga preguntas sino el que sea incapaz de darles respuesta.

   En cualquier caso, la palabra no será en lo sucesivo una opción. El pluralismo político no había alcanzado un grado tan alto de expresión desde la transición y esta realidad, que hasta ahora solo era fruto de una percepción de la calle o de estudios demoscópicos casi siempre intencionados, ya se recoge en urnas con cerca de la mitad de los sufragios que no están votando a los dos grandes partidos (que hace ocho años acaparaban cerca del 80%), lo que despierta un sentir de festejo acompañado del desconcierto por el confort de lo predecible de la alternancia y la inseguridad económica y jurídica que suscitan algunas de las propuestas de las nuevas formaciones.

   Aunque sorprenda, la situación no es inédita. Hace ahora ochenta años, en la España de 1935, se hablaba de política en los cafés y las tertulias, los periódicos abrían con manifestaciones obreras en las comarcas mineras asturianas, casos de corrupción como el escándalo de estraperlo y pronunciamientos de corte nacionalista caldeaban el ambiente sin llegar a hacerlo irrespirable. En aquel tiempo gobernaba la derecha gracias a una coalición entre el Partido Radical de Lerroux y la CEDA de Gil Robles después de alcanzada la necesaria conquista del voto femenino (Campoamor a la cabeza) que, se decía, estaba en mayor medida mediatizado por el conservadurismo de la Iglesia católica, lo que en ningún caso demerita el triunfo de las derechas por primera y última vez en la Segunda República.

   En febrero del 36 se habían programado elecciones generales y como quiera que el desgaste político se hacía acuciante en la CEDA y que el Partido Radical había quedado totalmente deslegitimado frente a la ciudadanía, los comicios se planteaban más reñidos. Así ocurrió que en segunda vuelta se invirtió la tendencia y el bloque de partidos a cuyo frente estaban el PSOE de Indalecio Prieto y la Izquierda Republicana de Azaña se alzó con el triunfo del grupo de izquierdas bautizado como "Frente Popular".

   El triunfo del Frente fue posible fundamentalmente porque la izquierda fue capaz de superar una heterogeneidad histórica que arrastra hasta nuestros días, sin embargo duró poco. Detrás de esta victoria resonaron las voces de quienes no reconocían la validez del resultado, en un escenario que se prestó a una tensión política cada vez más acentuada al compás europeo con la germinación del fascismo italiano en muchas capas populares y particularmente en el ejército. Concluyó, como todos sabemos, en el mayor desastre de la historia de España cual es el sacrificio en armas de la democracia por una guerra entre hermanos.

Manifestación del 1 de marzo de 1936 tras el triunfo del Frente Popular.

   Se atribuye a Cicerón aquello de que "los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla", he querido traer el vago recuerdo de un pasaje trascendental en la memoria colectiva que permite aproximar impresiones a las de aquel invierno de preguerra. Entonces, como ahora, la ciudadanía estaba suficientemente agitada para reaccionar con exaltaciones de diversa índole y sentido político que, no atendiendo a lo que John Rawls bautizó como "razón pública", por su radicalidad o fundamentalismo debieron y, en su caso, deberán ser rechazadas por toda la sociedad. Entonces, como ahora, se celebraron elecciones generales y ningún partido gozaba del respaldo suficiente para formar gobierno en solitario. Entonces, como ahora, el pacto se abrió camino como una herramienta consustancial a la democracia.

   Antes de continuar debo matizar que sospecho que, llegado el caso, el resultado que dejen las elecciones generales será el de un parlamento poco más fragmentado que el actual, en el que en lugar de dos partidos haya dos y medio, no ya solo por la importancia de un voto oculto que justifica el triunfo de Cameron en el Reino Unido cuanto como el resultado de una ley electoral injusta que sobrepondera el peso político de las provincias al de los ciudadanos (sirva el ejemplo de Castilla y León que sienta a 32 diputados en el Congreso con poco más de 2 millones y medio de habitantes frente a la Comunidad Valenciana que mantiene 33 con más de 5 millones o la Comunidad de Madrid a 36 con casi 6 y medio) para garantizar la estabilidad del sistema se enmascara necesaria la representación de las pequeñas circunscripciones donde el papel de los minoritarios solo puede ser marginal. Con indistinción de si los dos partidos más votados son PP-PSOE; PP-PODEMOS; ¿PODEMOS-CIUDADANOS? parece claro que ninguno tendrá mayoría suficiente para hacerse con el control de las Cámaras y en consecuencia del Gobierno.

   Con el complejo mapa que dejan las autonómicas y a falta de que las catalanas, vascas y gallegas terminen de distorsionar por completo el reparto de poderes, empieza a adivinarse ya que los socialistas (no menos malheridos que los populares tras las pasadas citas electorales) serán árbitros, como primera, segunda o tercera fuerza, en la formación del nuevo Gobierno de España. Se explica sin dificultad por la centralidad en que le sitúa la enorme fortaleza que ha dejado ver la izquierda radical, dispersa hasta ahora entre comunistas y algunos grupos nacionalistas y que hoy va acercando posturas en torno a Podemos y las formaciones de reivindicación ciudadana, como el auténtico antagónico a la derecha más o menos concentrada en el Partido Popular. Sea como fuere nadie dijo que ser juez y parte fuera cosa fácil, al menos no lo es tanto como pretende Pedro Sánchez quien parece dispuesto a entablar exclusivamente y cuanto antes negociación y gobierno con la formación de Iglesias Turrión. Como empieza a apuntar Susana Díaz, única resistencia socialista con Javier Fernández en los tiempos difíciles y viva demostración de la indulgencia electoral del pueblo andaluz, partir de la necesidad de acuerdos de izquierda en todo momento y lugar con quien solo está seguro de que ha de sustituir la vieja casta por la propia es una estrategia cuanto menos delicada; desde luego no lo es menos emparejarse a un Partido Popular que, si podemos dejar a un lado la corrupción, ha continuado con la política fiscal restrictiva que puso en marcha Zapatero bajo el asombro de un entonces crítico Rajoy.

   En realidad el temor de Sánchez es fundado; sabe que si llega a la gran coalición el electorado le pasará factura como le ha ocurrido al PASOK griego, entre otras razones porque desestima la madurez democrática del votante español frente al socialdemócrata alemán capaz de comprender el respaldo a Merkel en el Bundestag. Un frente de izquierdas, y aquí es donde yerra el tiro, solo funciona para la primera fuerza (como le ha ocurrido todos estos años con la Izquierda Unida), pero en lo venidero no parece estar tan claro quién llevará las riendas y quién quedará relegado a ser la llave de paso. Por otra parte, abortadas las posibles alianzas con IU/UPyD en peligro de extinción y con unos nacionalistas que no se conforman ya con repartirse el poder y amnistiar a sus corruptos, puedo dar por supuesto que apoyará a Podemos (ante la reciente equiparación que hace de Bildu y PP) ¿en qué posición quedará entonces el PSOE frente a sus votantes? ¿Van a preferir los escorados a la izquierda votar al blandito y castizo frente al novedoso y radical? ¿Van a permitir con su voto los moderados que los indignados de Iglesias hagan suyas las instituciones? Tengo serias dudas.

   Tras los comicios del 24 de mayo, todo apunta a que el PSOE se hará, además de con Asturias y Andalucía, con el ejecutivo extremeño, manchego, aragonés, valenciano y balear. En su mano está decidir si el camino es el de la gran coalición por el mantenimiento de un bipartidismo clásico al que buena parte de la sociedad está tratando de dar la espalda o a un frente popular excluyente (y más probable) que recupere el mensaje de lucha de clases de principios del siglo pasado.

   Negarse a dialogar con algún partido es electoralista, poco respetuoso con las minorías y nada constructivo. Asegurar que se llegará a pactos pero que en todo caso habrán de respetar la lógica izquierda con izquierda y derecha con derecha niega la diversidad ideológica del soberano y la posible migración del voto entre partidos, minimiza el acercamiento de posiciones enfrentadas y garantiza la perpetuidad de varios partidos que se turnen en el poder respaldados por minoritarios con que repartirse mamandurrias. Entender que en la Cámara están representados todos los ciudadanos y que requieren por tanto de igual consideración, llegar a acuerdos en todo en lo que existe consenso con indistinción del color político del proponente, facilitar la actuación del gobierno desde la oposición controlando su actuación, tratar de construir por medio del diálogo soluciones comunes para custiones esenciales, como la malograda reforma educativa, es la única forma de luchar por la supervivencia del sistema.

   Las cartas ya se han repartido, la batalla está servida.


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