by Jesús Morales Serrano... Con la tecnología de Blogger.
lunes, 23 de enero de 2012

Chacón, Rubalcaba y la deriva socialista.

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   Cuando todo lo que hay alrededor es océano y los compañeros de viaje no saben faenar el barco, es natural que cunda la sospecha fundada de que se halle en paradero desconocido. El problema es añadido si el destino se ignoró hace ya algún tiempo. Al mirar el rostro cansado del perdedor en el espejo, se observa con tristeza que ya no empuña la mano a la rosa, ahora deshojada y marchita. Sale a cubierta, y una lágrima recorre su mejilla al ver volar una gaviota sobre su cabeza.

(...)

   Empiezo la segunda entrada de temática política, posterior a la dedicada a los populares, en que abordo la aguda enfermedad que padece el PSOE. Crisis que ha afectado especialmente a la vieja guardia, que parece no reconocer en el partido la naturaleza que le diera origen.

   Nuestra historia gira entorno a un hombre: José Luís Rodríguez Zapatero. Denostado por buena parte de la opinión pública, y desconsiderado por muchos como la fuente del mal que acaece hoy sobre España.

   Zapatero aparece como un hombre utópico, un soñador en tiempos en que le estaba permitido hacerlo, ganó inesperadamente unas primarias frente a Bono y unas elecciones contra Rajoy. Tras su gran sentada ante la bandera estadounidense (aún sin ser presidente) en el desfile del 12 de octubre de 2003, comenzó a gestar la convicción de que España requería de más progresismo, derechos sociales y civiles. Y así lo hizo. Su primera decisión fue la expulsión de las tropas de Irak, (guerra no refrendada ni por la opinión pública, ni por la sociedad, ni por la Iglesia). Aprovechando las vacas gordas se invirtió bastante (y en ocasiones bastante mal), se fomentaron las energías limpias y renovables, en las que nuestro país es puntero, y se dio credibilidad al cambio climático. La labor económica fue, no es ningún misterio, muy mala. Hablan los datos. Incapaces de detener la desaceleración y el desempleo, ocultando la crisis a la opinión pública,  incorporando paquetes de medidas absurdas y sucumbiendo al neoliberalismo alemán.

   Especial mención merece el apartado de radiodifusión en la época ZP que, bajo mi punto de vista, llegó a constituir su talón de Aquiles. Su concepción aperturista del marco digital, no sólo favoreció la libertad de expresión, llevó aparejado el lavado de imagen de una sesgada RTVE, convirtiéndola en la más plural y libre de su historia. Benefició en el camino a sus dos grupos afines (Prisa y Mediapro), terrible error político y económico, que devino en doble quiebra (encubierta con las absorciones de Cuatro y La Sexta) demostrando la escasa solidez de sus proyectos y gestores. Con todo, la consecuencia inmediata fue la aparición exponencial de un numeroso grupo de medios que mantenían diariamente más de una decena de tertulias en distintos programas y cadenas de televisión y radio, la mayoría de reciente incorporación, en que más que debatir se compartía la postura (no entro a discutir si acertada o no) de que lo malo es lo que partía del Gobierno.

   No perdió en las urnas pero fue humillado en las ondas.

  Antes de él, un grupo de hombres que hicieron que la llama que dio vida al partido no se apagara en sus más de cien años de vida. Soportando el exilio de la posguerra, permitieron (como apuntaba con Fraga Iribarne) la incorporación del electorado socialista al juego democrático que empezó en el 78. González no sólo es el reflejo de esa lucha, es el gran beneficiado por la misma quien, con sus luces y sus sombras, trajo el Estado de Bienestar a España en sus doce años de mandato.

   Rubalcaba por su parte, trae el espectro del viejo socialismo, pero habiendo conocido y participado de todos los momentos en la vida del partido. Valiente en su decisión (desconozco si impuesta) de acudir a unas elecciones perdidas de antemano. Vive su era dorada en el último gobierno, donde no sólo fue "cabeza" del Ministerio del Interior, pienso, fue el gran artífice del fin de la violencia armada de la banda terrorista ETA el pasado veinte de octubre.

   Chacón, de la corte ZP y con el mismo aire reformista, no tanto en España como en su formación política (el PSC). El auge femenino y la igualdad institucionalizada de sexos la elevó al Ministerio de Defensa, dejando tras de sí la imagen de la mujer embarazada al frente de los ejércitos de nuestro país. Iñaki Gabilondo sentenciaba hace unos días que la catalana está escondiendo, en este tiempo de primarias, el amor por su tierra, para no dar una imagen demasiado alejada de Ferraz y Madrid. Si la apreciación es correcta, no puede dejar de parecerme triste.

   Después de Zapatero: Chacón y Rubalcaba aparecen en realidad como dos piezas de ajedrez, a las que hay que sacrificar si se quiere continuar con la partida. El problema no está en el líder, y es ahí donde el partido debería entrar a reflexionar, está enteramente en las bases. Está en una política cada vez menos socialista y menos obrera, está en una saga fugaz, pero bien visible, de políticos poco preparados, con escaso conocimiento económico o jurídico y, eso sí, con buen bolsillo y armario ¿dónde quedó el Felipe González de pana? La dificultad en este nuevo PSOE reside en cómo volver a atraer la atención del votante obrero, cuyo perfil tradicional es la del hombre y mujer trabajadores, o la del votante intelectual, con personajes que se enriquecen de un modo tan soez de la vida política como los Barredas y Pajínes... y que ensucian la ya manchada imagen de un partido exhausto.

   ¿Qué es la política para quienes no conocen la ideología? 



 José Luis R. Zapatero, V Presidente del Gobierno de la nueva democracia española
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sábado, 21 de enero de 2012

De Fraga a Rajoy, revolución popular.

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   "Españoles, Franco ha muerto" comunicaba Arias Navarro, el 20 de noviembre de 1975. Sólo éste puede ser el principio de mi historia, de nuestra historia. Abro una entrada doble, que buceará en el recorrido y la actualidad política de los dos grandes partidos políticos españoles, la consolidación del bipartidismo y el quebrantamiento o desafección en la relación sociedad y clase política, con la grave crisis que experimenta, ya no sólo la economía, la justicia o la moral. Sino, de un modo mucho más profundo e insalvable, la política. 

...

   No hemos esperado a otro veinte de noviembre, pero efectivamente el pasado quince de febrero fallecía el último eslabón de la dictadura franquista y, probablemente, el mejor nexo entre uno y otro régimen, Fraga Iribarne. Desempeñando funciones de alto cargo en democracia y en dictadura, se ha convertido en una figura clave de la historia política española. Fundador de Alianza Popular y el Partido Popular, es el gran artífice de movilizar al electorado más conservador (postfranquista) al Estado de Derecho, y fue uno de los siete grandes padres que vislumbraron la Constitución de 1975. 

   Desde el pasado día quince hasta hoy, he escuchado, visto y leído, numerosas críticas hacia el gallego, especialmente relacionadas con su pasado ministerial a las órdenes del General Franco. Con todo, después de muerto, creo que merece un respeto democrático, como pieza clave en el puzle de cambio que empezó en el 78, y aún antes, tras la muerte del dictador. Otro gran político como es Santiago Carrillo ha avalado la altura política y personal del anterior.

   Mi distanciamiento ideológico en la forma y el fondo de entender la política no me impiden reconocer que Fraga Iribarne consiguió que la población más conservadora tuviera un partido en que apoyarse y por el que sentirse representado, lo cual resulta esencial, a mi juicio, en toda democracia. 

   Los años avanzaron y el desplome electoral de AP, en evidente beneficio de UCD, muy condicionada por la ley electoral (como ya redacté en "De políticos y elecciones") motivaron tras la caída de Calvo-Sotelo el resurgir del partido, captando voto centrista, bajo sus nuevas siglas PP.

   Son, y esta es mi opinión, pocas siglas para recoger a tanta gente.

   El principal partido conservador español, hoy en el gobierno estatal y autonómico, no sólo encuentra adeptos entre las facciones más "derechistas" (término manido pero ciertamente más suave que fascista), abarca el neoliberalismo económico, el demo-cristianismo, el conservadurismo... lo que abre un amplio abanico en la derecha española, que dudo seriamente pueda encontrarse representada en todo tiempo y lugar. Así conviven intereses monárquicos y republicanos, laicos y católicos, tolerantes y antidemócratas, que se mueven desde el centro-derecha hasta un azul oscuro casi negro.

   Me es complejo entender a este partido, y a sus bases. Pero volvamos a la historia, tras la retirada gallega de Fraga, la llegada victoriosa de Aznar culminó con un gobierno de marcadas y monocromáticas ideas. Decía Jiménez Losantos en una entrevista concedida a Jesús Quintero, que el expresidente había sido el mejor gobernante del país, en términos económicos, de doscientos años a esta parte.

   La época de Aznar será recordada por muchas imágenes (más o menos agradables según el sector a que se pregunte) que resumo en "flashback": el crecimiento económico que enunciaba Losantos, apoyado en la liberalización del suelo, la especulación del ladrillo y el cómodo colchón del turismo; un enfoque internacional de primer nivel con la incorporación puntual de nuestro país al G-8 o sus pies sobre la mesa del expresidente Bush Jr.; la entrada de tropas españolas en Irak en la búsqueda de unas armas de destrucción masiva que nunca existieron (pero legitimaron una guerra), las manchas negras del Prestige y el atentado del once de marzo.

   Sin más connotaciones que las objetivas, puede afirmarse que Aznar trajo una ideología predemocrática y se sirvió de ella para dirigir ocho años el país. Para muchos fue el mejor presidente de nuestra historia reciente, si bien, y del mismo modo que parece ocurrirle a Zapatero, tras su marcha el partido quedó en ruina y desorden que ha costado ocho años y varias elecciones perdidas.

    Y así llegamos a Mariano Rajoy, presidente del gobierno. En estos años ha tenido que lidiar con la diversidad antes descrita en el seno de su partido, y la ha jugado bien, haciendo de su partido y de sus gobiernos lo que la Europa de Merkel parece demandar: tecnocracia y centro-derecha. Ya no hay debate entre Aguirre y Gallardón (delfín frustrado de Fraga), la batalla ha concluido en tablas, Gallardón está en un ministerio previa reducción del sueldo y designación de Botella, aunque quién sabe si algún día se convierta en el sucesor de Rajoy. Para muchos sería el destino ideal para este partido si bien auguraría la necesaria fragmentación del mismo.

   La tolerancia y el aplomo de Gallardón no son los del Rajoy. El presidente se desvela como un hombre carente de elocuencia, carisma, agilidad o liderazgo... La estrategia de Rajoy es la del hombre topo, sale de la tierra para atacar al adversario, vuelve a meter la cabeza para evitar el contragolpe, y por fin, cuando tiene el gobierno y descubre que la situación no es, ni de lejos, tan idílica como soñó, vuelve a meterse en la mullida y blanda tierra esperando que alguno de sus segundos le saque las castañas del fuego.

   Mucho camino tiene por delante y mucho más por demostrar. Los próximos pasos de Rajoy durante su/s legislatura/s dirán quién es como presidente y puede que como persona. Espero que entienda que hay muchos factores y problemas en nuestro país, que se precisa su intervención activa nacional e internacionalmente; y que de todas esas preocupaciones siempre hay una que debe prevalecer sobre el resto, como único factor común, como esencia y pilar de nuestro Estado de Derecho. La única capaz de evitar el desplome. A menudo descuidada por la revolución popular.

   La sociedad.



Mariano Rajoy. VI Presidente del Gobierno de la nueva democracia española.

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sábado, 7 de enero de 2012

Cambio de andén.

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   En la vida y desde niños, tenemos que aprender a perder... Es algo complicado, al menos para mí lo ha sido, lo es e imagino lo será siempre. Pero claro, hay derrotas y derrotas. Cuando eres pequeño, una batalla perdida jugando al parchís o la oca resulta indignante, pero ese tipo de combates fallidos son fácilmente superables e incluso los disfrutamos con los años. Después llegan los fracasos en lo deportivo o lo académico que agreden de un modo más intenso el amor propio y a menudo nos enseñan a desarrollar una capa de falsa alegría, como un bálsamo con el que aliviar y esconder el sufrimiento interno. Quiero pensar en las actrices nominadas en las grandes ceremonias del Cine, como los Oscar, aparentando tranquilidad y bien estar cuando el galardón pasa a manos de otra mujer que, como ella, ha pasado horas en maquillaje y vestuario; eso sí, sólo una podrá lucirlo ante el mundo, mientras la primera habrá de permanecer toda la noche sentada y, probablemente, mostrando una sonrisa dolorosa y agotadora.

   El verdadero dolor, sin embargo, no viene envuelto por un mal partido, una mala nota, o un premio que cae en mano ajena. El auténtico llega cuando se desvanece la relación entre dos personas que antes se querían, que se reían al mirarse y se hablaban con entusiasmo.

   Buceando en nuestro rico folclore, y pese a mi escaso conocimiento en el mundo flamenco, me encuentro con una gran estrofa de Los del Río bastante popular. Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va. Tan cierto. La agonía del cariño perecedero es uno de los mayores pesares que puede experimentar el alma humana en su vida, la del ser humano que ama.

   Hoy no soy el protagonista de la historia que os traigo, pero sí un perjudicado. Os confieso, algo que venía visualizando a meses vista, la ruptura de una amistad (si es que eso es posible) de dos personas a las que quiero mucho. 

   Dos mujeres bien diferentes, pero ambas críticas, inteligentes y extraordinariamente dulces. Con todo, parece ser que en los últimos días, meses o años, no han sido capaces sino de ver lo que echaban en falta de la otra, lo que les disgustaba y hacían de menos. Comentarios desafortunados y reacciones incomprendidas rompen y rasgan un sentimiento ya herido, ya no se ríen al mirarse, ni se hablan en su intimidad. La vela de su amistad se consume, y la estación de tren en que solían recogerse juntas está llena de gente extraña y de ruido estridente y molesto... a sus ojos vacía.

   Si algo me duele, amigos lectores, es que creo no haber estado a la altura. En primera línea de observación y mucho antes de que la tormenta se desatase, me veo incapaz de desgranar un puzle de tal complejidad, la situación me supera y agobia, y el silencio me hiere. Me reprocho muchas cosas, pero la falta de naturalidad con que abordo la situación y dejar crecer una bola hecha de un montón de naderías, una bola que hoy nos asfixia, es una que no podré perdonarme en algún tiempo.

   Sólo queda dejar correr el tiempo, y ver abrirse dos caminos bifurcados. Mi esperanza es su respeto mutuo y el recuerdo de un cariño. Un cariño no extinto mientras conviva consigo. 

 Estación de Atocha. Madrid.
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