by Jesús Morales Serrano... Con la tecnología de Blogger.
domingo, 1 de septiembre de 2013

Lo que la tele nos dejó... Mujeres Desesperadas.

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   Hace ya un par de veranos que escribí una entrada homenaje a Los Simpson, la serie de referencia en los noventa y favorita en la historia de la televisión, no sólo para mí sino para una audiencia mayoritaria, así lo acreditaba hace algunos meses el diario El País en su particular olimpiada de series en que la familia de Springfield se coronó como la mejor de entre las grandes tramas competidoras.

  Lo cierto es que aquella entrada tenía una vocación de futuro, y esperaba que tras la primera se sucedieran algunas otras comentando lo que me parece más interesante, lo mejor y lo peor que nos ha regalado la pequeña pantalla. Sin embargo, no fue así, el objetivo quedó frustrado, y hoy con la amplitud de miras que ofrece el paso del tiempo encuentro un par de razones. Honestamente no quedé muy satisfecho con la primera, creo que fue un error tratar de describir con palabras una obra tan genial como Los Simpson y no me sentí capaz de relatar los grandes momentos que he pasado desde niño contemplándola. Otro buen motivo es que con el tiempo me he vuelto un televidente retirado, cada día veo menos televisión y como el indigente que pueda llegar a conformarse con un mendrugo de pan diario, a menudo me limito a analizar las grises tertulias de la noche en 24 horas, puede que sea por la falta de tiempo, puede que por el escaso atractivo de la programación, puede que por ambas. En cualquier caso hoy, contraviniendo toda lógica, me propongo desenterrar aquel proyecto con otra ficción que nos ha regalado historias y personajes memorables: las Mujeres Desesperadas de Wisteria Lane.



   Hace poco volví al lugar en que me enamoré de esta serie, debió ser hace ocho o nueve años, a orillas del cabo de la Nao en Jávea, la nostalgia recordando las imágenes que encendieron mis ojos aquél verano me empujan a redescubrirla.

   Cuando los críticos y la audiencia comienzan a reflexionar acerca de la obra de Marc Cherry suelen hacerlo a partir del episodio original: en el pacífico barrio residencial de Wisteria Lane cuatro mujeres de mediana edad asisten al funeral de una buena amiga, Mary Alice Young, que pierde la vida con el suicidio. La nostalgia inicial da paso a la necesidad de información sobre el suceso, dejando a un lado el morbo en una serie en que, sobre todo en sus primeras temporadas, se hace gala de un guión exquisito y una definición inteligente de sus antagónicas protagonistas. Son ellas quienes se descubren ignorantes acerca de la vida del vecindario, envueltas en una organización social que aparentando fulgor esconde tragedia, evoluciona deshumanizada... quizás un espejo distorsionado y ficticio de la nuestra.

   De aquel primer episodio piloto se pueden desprender además de una masa de fans y curiosos, varias marcas de autor: el tratamiento de Mary Alice como narradora permite acercarse de un modo más personal y afectivo a las historias de las mujeres, su omnipresencia y buen juicio se hacen esenciales para comprender la desesperación que pueden padecer estas personas, cuya vida se ve envuelta de una apariencia acomodada ajena al sufrimiento o la toma de decisiones profundas. Cherry (su creador) no sólo nos demuestra en cada temporada que el ama de casa tiene un papel central en la vida de muchos hogares, también que es capaz de entregar lo mejor de sí de un modo generoso y callado. En la serie y ya en el primer capítulo se da muestra de ello, se tocan algunos temas tabúes en la sociedad americana y se hace desde el respeto, en clave progresista y sin introducir prejuicios abusivos. El espectador transita en la trama analizando, si no entendiendo, la dura decisión de Mary Alice, y también haciéndole partícipe de la infidelidad, el escondido embarazo adolescente o la asunción de hijos extraconyugales.

   Es bueno acercarse a la serie sabiendo que en cada una de sus temporadas las protagonistas habrán de resolver un misterio que asola el barrio entrelazado de historias aparentemente insustanciales en la vida de las desesperadas. Lo mejor es que son precisamente estos pequeños relatos los que hacen grande a la serie y no al revés, las cuatro amigas no son en absoluto personajes lineales, su evolución (más acentuada en el caso de Bree) permite al espectador valorar qué han supuesto en sus vidas los años que han pasado juntas, compartiendo la partida de cartas y unos margaritas en la terraza de Gaby, frente a un torrente de acontecimientos vitales que nos impiden considerarlas del mismo modo durante el desarrollo de la trama.

Estas son nuestras chicas y ahí os dejo unas pinceladas con mis impresiones:


Susan Mayer/Delfino: Es dulzura. En un primer momento se dejan ver en ella rasgos de protagonismo ajenos a sus compañeras pero se van desmitificando con el tiempo cuando los espectadores y sobre todo los guiones la colocan a la sombra de otras grandes como Lynette o Bree. En torno a Susan giran las vidas de sus dos hijos, Julie y el pequeño MJ, y la de su gran amor Mike Delfino. Es precisamente Mike el hilo conductor de su trama personal casi ininterrumpido exceptuando la quinta temporada en que deciden separarse tras un dramático accidente (no puedo contar los momentos en que permanecen distanciados por el coma de Mike del que se aprovechará sexualmente Eddie porque entonces el interés compartido es si cabe más intenso). En su vida han transcurrido episodios desagradables, tendrá que hacer frente a la infidelidad de su primer marido, la diálisis, a un accidente mortal que pone en jaque a su familia, a la pobreza, la exhibición de su cuerpo por dinero y a la pérdida de su gran amor. Su talante natural, torpe y entrañable empequeñece y aligera sus problemas, la descubre como una buena persona.

Frente a la ausente madurez de Susan (que en consecuencia se acomoda en profesiones relacionadas con la infancia) su hija Julie es su motor de raciocinio, es fantástico rememorar aquella relación sincera madre-hija, en que una y otra se cambian los roles convencionales. Su historia queda infravalorada ante los interesantes pormenores de su romance con Mike que el tiempo relata como una relación honesta e imperfecta (cantan Jesse y Joy) aunque carcomida a menudo por el silencio. El futuro escribirá la de Susan con Julie en clave abuela-madre.


Lynette Scavo. Es luchadora. A diferencia de la anterior, su pequeño personaje se va haciendo grande a medida que avanza la serie y nos permite comprender que en su vida no existen más fronteras que las que esta gran mujer decida marcarse. Se presenta como una ejecutiva retirada para cuidar su casa y a sus traviesos hijos ante la egoísta decisión de su marido Tom permaneciendo en su puesto de trabajo, atisba machismo pues se lee entre líneas que el de Lynette era un puesto de mayor responsabilidad. Sin embargo los avatares en su vida son de tal magnitud que recuperará su carrera profesional, y lo hará con todo su carácter y relativo éxito.

El caso de Lynette es extraordinario pues aunque su personaje no haya visto mermada su personalidad es de largo el que ha atravesado situaciones más trágicas, entre otros episodios: en el que su marido mantiene a una hija en secreto nacida con anterioridad al matrimonio, la crueldad de esa niña, la apertura de un negocio fallido (la pizzería Scavo) en plena crisis de los cuarenta de Tom, el amor hacia un buen hombre (distinto a Tom) por quien se obliga a ahogar sus sentimientos, el cáncer, el violento secuestro dando a luz a su último hijo y la agonía de su matrimonio.

Lynette es la menos convencional de las amas de casa, no es ortodoxa en el cuidado de sus hijos (tolera sus llantos en la cuna), no le preocupa en exceso su imagen (suele vestir su gastada camisa de cuadros) y es quizás porque durante muchos años ha vivido en un mundo de hombres. Su exigencia y profesionalidad no conocen sexos, como tampoco su gran sensibilidad y su valor para enfrentarse a la vida


Gabrielle Solís. Es naturalidad. Concluir con la apariencia facilona del personaje sería del todo un error, pues es en realidad el más limitado dada la belleza y la popularidad que acompañan en el mundo paralelo a su alter-ego, la actriz Eva Longoria. El reto para ambas es demostrar que en Gabrielle está la mujer más divertida del barrio, la más espontánea, y la que con el tiempo verá más limada la superficialidad, ética y estética, aprendida sobre las pasarelas. Superficialidad que la hubiera servido de coraza durante años y frente al mundo que la trató con la crueldad de la miseria infantil. Sin perder nunca su picardía de femme fatale y diva adinerada, evoluciona en el profundo amor a su familia, renunciando incluso al que todos (por error) creíamos su bien más preciado: la belleza física. Como suele decirse es más bonita por dentro.

Aunque en un principio la relación con su marido Carlos será la más cuestionada (la serie comienza a narrar la historia de Gaby a partir de su infidelidad con el jardinero) su resistencia a la prisión y la ceguera de su marido son sólo un par de muestras del amor más sencillo y sincero que presenta la serie, aun envuelto en su mundo opulento, podemos afirmar que su gastada coraza acaba por ceder ante Carlos.


Bree Van de Kamp / Hodge. Es perfección. Su aspecto y decoro son el resumen de una disciplinada educación que trata, sin mucho éxito, de inculcar a su familia. Su máxima es vivir conforme a sus valores y dar a conocer su rectitud. El cuidado de cada detalle y modal revierten en su contra cuando, tras la muerte de su primer y odiado marido, su mundo comienza a derrumbarse, tras un duro episodio alcohólico, tendrá que hacer frente a la promiscuidad de su hija y a la crueldad de su hijo. El tiempo limará asperezas y harán de Bree una mujer mucho más fuerte, capacitada para hacer de su negocio un éxito, auténtica rompe corazones y, en suma, distante de las restricciones morales y sexuales que la atormentaban desde niña. 

   Es el personaje más cuidado de la trama y para qué negarlo es mi favorito, su prototipo de mujer de los 50 es anómalo en la vida real y sin embargo su peculiar estilo no extraña ni al vecindario ni al espectador. Cuidada imagen que se irá resquebrajando con el suceder de acontecimientos... sólo cuando la intimidad  y la angustia la acorralan en su vida, infeliz, toca fondo, y es entonces cuando podemos apreciar la infinita sensibilidad que esconde, la pretendida felicidad una máscara caída.





   Con todo, el 13 de mayo de 2012 la ABC emitía el último episodio de la serie, y no fue a gusto de todos. En mi opinión el desenlace se demoró demasiado, después de ocho temporadas la serie había abordado una diversidad temática tan amplia que las enrevesadas historias mermaban la credibilidad de sus personajes. El capítulo final fue además muy excesivo, como si se hubiese preparado deprisa y en carencia de imaginación se hubiese querido repasar toda la serie y cautivar de un modo incisivo y grosero el sentimiento más profundo de sus admiradores. Cherry, finalmente, fue egoísta y quiso zanjar de forma escueta unos finales en la vida de cada una de las mujeres con lo que evitar la continuidad de la obra o, en el mejor de los casos, abrir la puerta a la fantasía de los finales abiertos de aquellos que habíamos presenciado sus 180 capítulos.

   Por lo demás, la valoración es muy positiva y, con altibajos, una buena serie en la que perderse. Si aún no la conocéis os invito a descubrirla y si, como yo, la habéis disfrutado, hago vuestra esta entrada. Quién sabe, quizás hoy vuelva a ser un buen momento para dejarse caer por las enigmáticas calles de Wisteria Lane.


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