El punto de partida se escribió en la noche del 25 de mayo. Duraban todavía la resaca y las lágrimas de la final de Champions cuando Sáenz de Santamaría ordenaba sus papeles al tiempo que anunciaba los peores resultados de los partidos mayoritarios, popular y socialista, en su recorrido democrático.
Podemos no ganó las elecciones esa noche, perdió de hecho, pero la conquista por un partido constituido hacía cuatro meses de más voto que UPyD y casi tanto como la Izquierda Plural derivó en una lógica sensación de triunfo y en la captación de los focos que el partido aún no había levantado en campaña, se dio publicidad a lo que, como demostraron las urnas, ya era mediático. Y aunque el histórico resultado siga prestándose a múltiples lecturas (el giro a la izquierda, la represalia al
bipartidismo) es símbolo inequívoco del hartazgo del soberano, el llamado a decidir.
Encuentro paradójica la situación que ha alcanzado España, desconozco su semejanza con otros países del entorno, aquí y ahora los ciudadanos se están aislando de manera consciente del grupo de políticos que, por vehículos tan obscenos como la corrupción, se erige en “clase” (algunos ahora dirían casta) en lugar de reivindicar más Política. Y cae la sociedad en la paradoja, sí, porque para el observador la relación que las vincula es con la mayor frecuencia de absoluta simetría. La política es el espejo en que se mira el pueblo y lo es también cuando acusa desperfectos, complejos y vergüenzas. Política y sociedad
son dos caras de un mismo cuerpo, trasciende a la vaga y superficial idea de la representación en una muestra de ciudadanos que salen de las urnas por la
voluntad de la mayoría, es mucho más profundo, finalmente se trata de una cuestión de
supervivencia: la política desaparece si no es como forma de organización
colectiva y la sociedad se destruye sin política.
Las opciones antisistema, como Podemos, Cinque Stelle o Front National, no dejan de ser legítimas pero también oportunistas, en tanto se acomodan en la honda frustración del pueblo con un
modelo que, si algún día le gustó, le ha desencantado. Estos partidos son el frágil refugio en que esconder la autofrustración con lo que todos, también sus votantes, construimos a diario.
El exiguo
margen de diferencia del PP que convertiría a Arias Cañete en vencedor por la mínima de las
europeas, permitió al impertérrito Rajoy mantener inalterada su hoja de ruta.
Más acertado, el SOE hizo una lectura crítica del descalabro encabezado por
Valenciano y forzó una crisis interna, el error en mi opinión (la encuesta de
Metroscopia para El País opina lo contrario) descansa en perseguir a Rubalcaba
como principal responsable del fracaso electoral. Asistir al lamentable
espectáculo del magnicidio socialista reaviva los temores acerca de la fallida
interpretación que hace el Partido de la voluntad popular, pienso que el problema nunca ha radicado en Rubalcaba, quien es por cierto un gran político, y si lo convertimos en
un debate de edades nos habremos convertido o nos habrán tomado definitivamente
por estúpidos.
Cuando escribí “Chacón, Rubalcaba y la deriva socialista” estaba por ver qué persona estribaría el PSOE a un proyecto de país que ilusionara al pueblo. El triunfo
del primero por un puñado de papeletas no satisfizo a buena parte de los
simpatizantes de Chacón que exigieron casi desde el primer día la
convocatoria de primarias abiertas, propuesta muy interesante pero que demuestra que nunca supieron ni quisieron asumir la derrota.
"Fading Beauty" de Kyle Beatty |
Y ni siquiera.
La madrugada del martes 29 de
julio se hizo pública la conformación del nuevo Comité Federal. Aquel listado de nombres me ofendió personalmente, tras descubrir algunas caras que por incompetencia y clientelismo personifican la debacle del PSOE, sentí violada la noción de la igualdad de oportunidades en que creo y por la que peleo a diario, especialmente predicable en el corazón de los partidos políticos por estar llamados a gobernar.
La igualdad de oportunidades no puede limitarse al libre acceso a la educación pública para quien no pueda costearla, debe extenderse a que nadie pueda (siquiera en la cosa pública) aspirar a más recompensa que la que resulte de su esfuerzo personal, al triunfo de los mejores. En esa lucha incansable es hiriente y quebranta los valores en que se apoya nuestra democracia el meteórico ascenso de los amigos con carné. Desde aquel momento todos los mensajes que había escuchado y había de escuchar del nuevo secretario general quedarían manchados de una pátina de vacuidad, un más de lo mismo.
Aquella lista llenó además mi cabeza de un montón de preguntas inquietas que luchaban por encontrar respuesta: ¿Cómo es posible que un líder formado que ansía la renovación del país apueste por personas cuyo amortizado perfil político está colmado de ineptitud? ¿Disponen de la profesionalidad mínima para ganarse la vida de otro modo? ¿Cómo puede seguir el PSOE de Pedro Sánchez apostando por la amistad antes que por la capacidad? ¿Cómo se mide en grados de simpatía? ¿Por qué insultar de un modo tan zafio la inteligencia del simpatizante socialdemócrata?
La igualdad de oportunidades no puede limitarse al libre acceso a la educación pública para quien no pueda costearla, debe extenderse a que nadie pueda (siquiera en la cosa pública) aspirar a más recompensa que la que resulte de su esfuerzo personal, al triunfo de los mejores. En esa lucha incansable es hiriente y quebranta los valores en que se apoya nuestra democracia el meteórico ascenso de los amigos con carné. Desde aquel momento todos los mensajes que había escuchado y había de escuchar del nuevo secretario general quedarían manchados de una pátina de vacuidad, un más de lo mismo.
Aquella lista llenó además mi cabeza de un montón de preguntas inquietas que luchaban por encontrar respuesta: ¿Cómo es posible que un líder formado que ansía la renovación del país apueste por personas cuyo amortizado perfil político está colmado de ineptitud? ¿Disponen de la profesionalidad mínima para ganarse la vida de otro modo? ¿Cómo puede seguir el PSOE de Pedro Sánchez apostando por la amistad antes que por la capacidad? ¿Cómo se mide en grados de simpatía? ¿Por qué insultar de un modo tan zafio la inteligencia del simpatizante socialdemócrata?
No fui
capaz de contestar a ni una sola de esas preguntas mientras miraba atónito el
desangramiento de un partido famélico cubierto de sanguijuelas que se niegan a marcharse
y a las que nadie purga, y que con ciento cuarenta años de vida, otrora idea
brillante del primer Pablo Iglesias, se levanta hoy en confortable nido de
ratas.
Y en el fondo siento profunda pena
por Sánchez, al que sinceramente valoro. El retorno de los personajes de ultratumba (no hubo retorno porque
nunca se fueron) fue una decisión que tomaron por él, le vino impuesta, y
cuando se marche por la misma puerta que Alfredo será otro quien prepare la guillotina
oxidada de las crisis del PSOE en un nuevo espectáculo magnicida. Su verdugo
no será ninguno de esos personajes a quienes no he querido llegar a nombrar, por quien la
sociedad siente vergüenza y hasta miedo de la política, por quien deja de mirar con respeto al que debiera ser su reflejo; ellos estarán cobijados
a la sombra de algún amigo, como ha sido siempre, esperando que llegue el
momento para cobrar sus favores y recuperar los cargos que con esfuerzo,
capacidad y entrega no pudieron ganarse, y lo que es peor: lo harán en el buen nombre del
Partido Socialista.