by Jesús Morales Serrano... Con la tecnología de Blogger.
domingo, 18 de marzo de 2012

Sobre el alambre

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   La una de la madrugada y no puedes dormir... pobre personaje insomne, quién o qué te roba el sueño esta noche. Como el náufrago que acaba de ser arrastrado a una isla desierta, solo y confundido, gritas con furia a la marea porqué te trajo aquí, porqué no se deshizo de tu cuerpo en el azul profundo de su alma.

   Ya es tarde para ti. Se apaga la luz y comienza la pesadilla.

(...)

   Ocho de la mañana y el despertador se vuelve taladro, es sorprendente el poder evolutivo del reloj que por la noche a penas hacía un ruido y ahora amenaza con explotar de un momento a otro. Vuelves a remolonear una y otra vez, pero él que es mucho más listo que tú no se calla aunque lo silencies, vuelve y vuelve a sonar hasta que vence la pelea. Y más vale que la venza.

   El desayuno ha de ser ligero si quieres que te cunda la mañana, haces algo de ejercicio si el día no se presenta ajetreado y una duchita rápida. Es el momento de trabajar. Cuando estás a tope y en la cima te das cuenta que es la hora de comer y no estás para tonterías, recoges los bártulos cuando apenas habías empezado la jornada y vas a por el almuerzo.

   Cogiendo metros y cercanías sientes que el cuerpo se encoge, te haces pequeño entre la masa. O es tu cuerpo el que se integra en la mole... Es en el trayecto caluroso en el que haces la digestión agobiado, ¿qué fue de las siestas de verano? a pierna suelta entre sábanas blancas, podían darte las seis o las siete que nadie podía moverte de la cama. Ahora tu cerebro es una hucha de preocupaciones, y la primera es no llegar tarde.

   El trabajo hoy es estresante, como ayer y antes de ayer... y algo te dice que como mañana y pasado. Cuando sales de tu encierro eres un zombi, alguien se comió lo que te quedaba de cerebro y ya no puedes permitirte el placer de pensar libremente. Arrastras la mochila y las ojeras y empiezas el gris viaje de vuelta a casa. 

   Ya es de noche y hace frío, no queda un alma en la calle y no reconoces ni a tu sombra, cerraste el trabajo, el transporte público y parece que las calles. Quien pudiera madrugar un poco más ¡para ver cómo dibujan las aceras de la ciudad mientras todos duermen! qué estúpido... si no fuera por eso del sueño podrías disfrutar de unas buenas horas para hacer lo que más te gusta: Ver las estrellas y hablar con la luna. 

   No es el caso, y cuando llegas a casa, no eres persona ni zombi, eres el rastro que queda cuando tú te has ido. Sin gana de hablar de nada ni nadie, de ver ni de ser visto. Bajas las persianas, apagas la luz y pides al cielo que mañana sea un poco mejor que hoy. 

   La una de la madrugada y no puedes dormir... una pregunta recorre tu cuerpo y lo atenaza. ¿Quién es el extraño que se ha apoderado de tu juventud? ¿Quién vive en ti?

(...)

   Pasa un metro muy deprisa. Hay quienes decían que te habían visto demasiado cerca de la línea de la muerte. La locomotora sigue su camino y tu cuerpo es fruto de la nada y de la indiferencia. Y tú que te preguntabas cómo vivirían los animales. Descansa por fin tu alma.





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