El veintidós de mayo las urnas electorales de la mayor parte del territorio español serán desempolvadas y abiertas de nuevo a escuchar el clamor de la ciudadanía en el ejercicio de su derecho de sufragio. Miles de alcaldías y trece autonomías se juegan en estos comicios el nombre y altura de sus órganos de gobierno.
Los medios de comunicación parecen tenerlo muy claro, y es por ello que preparan sus campañas y tertulias bajo el sesgo ideológico de uno y otro partido, cada vez más imbuidos, dificultan la labor al espectador/oyente/lector que busca ser informado bajo el signo del rigor y la huella de la información veraz. Cuando además se pretende aparentar neutralidad política la imagen resultante suele ser, más bien, ridícula.
En España, desde que se recuperara la democracia perdida con la guerra y la dictadura, nos hemos venido enfrentando a dos problemas (o al menos para mí lo son) que, en realidad, van de la mano y traen amargos hedores de la Restauración Borbónica, ambos de dramáticas consecuencias y complejo cambio. Hablo, por supuesto, del turnismo político y el caciquismo.
Viendo el pasado domingo el gran programa de Jordi Évole "Salvados", comentaba un extremeño cómo el nuevo cacique, el del siglo XXI, no era otro que el alcalde municipal que, ajeno a intereses formativos, productivos o relacionados con la experiencia previa, llevaba a cabo una selección de buena parte del personal que compone el funcionariado en la región con propósitos electoralistas (por otra parte, habría que cuestionar el propio modelo de opositar). Así acudía el follonero a la Consejería de Agricultura de Extremadura, y bromeaba con la cantidad de ocupados atendiendo a una sola persona que había acudido a hacer unas gestiones... La cuestión es, en cuántos municipios, provincias y hasta regiones se dan estos casos¿? por desgracia, todos sabemos que en demasiados.
La posibilidad de cambio de gobierno en estos micro-imperios cae cual manzana del árbol de Newton. Si el alcalde o presidente autonómico compromete un alto número de cargos públicos, probablemente se garantice no sólo el voto de los mismos sino el de familiares y amigos cercanos con intereses económicos comunes. Si a ello añadimos que en regiones deprimidas (para el caso Extremadura) los grandes creadores de consumo son los propios funcionarios, es de entender, que para que el empresario privado no pierda cuota no se jugará a riesgo y ventura el cambio de gobierno, no vaya a acarrear éste una revisión de los potenciales clientes... Aunque a la larga ello comprometa el crecimiento económico en la región.
Otro caso relevante, que también se juega el pellejo en las elecciones de mayo, es el de la Comunidad Valenciana, el actual gobierno (del Partido Popular) candidato a repetir victoria el día 22 presenta en sus listas a cinco imputados y seis implicados por corrupción en la trama Gürtel y el caso Brugal, desde Génova se aceptan sin miramientos y el pueblo parece respaldar, a vista de sondeo. ¿Debemos descartar que convivan intereses económicos similares a los de Extremadura? ¿Justifica el buen crecimiento económico de esta autonomía la cada día más evidente mediación de corrupción (empezando por la cabeza de gobierno)?
No olvido que al principio os hablaba también de turnismo, y parece que lo he tirado por la borda pues en los casos mencionados no ha lugar. Sin embargo, dentro de unos meses (diez si no estoy equivocado) el marco electoral ya no será autonómico-municipal sino nacional, y aquí el fenómeno del cacique se diluye en gran medida porque el funcionario o el empresario corrupto no consigue su puesto/licencia de manos estatales (Madrid queda lejos) sino de manos más amables y conocidas... Es por ello, que en las nacionales el fenómeno turnista, (no es exactamente así, Cánovas del Castillo lo ideó y ejecutó de modo expreso) se convierte en nuestra realidad.
En definitiva, y del modo más simplista: dos grandes partidos, que en períodos de cuatro, ocho o doce años, rotan y vuelven a ocupar la silla del poder, lo que les concede, aunque intermitente, poder real asegurado. En este caso, la respuesta se remonta a tiempos de Adolfo Suárez, quien inteligentemente concibió una ley electoral, que garantizase (mediante absurdas y obsoletas circunscripciones provinciales) el triunfo de los partidos más centristas de la época (UCD Y PSOE) y disipara el mismo en los extremos ideológicos (AP y PCE). Situación que en el presente se traduce en grandes beneficiados, sin duda el PPSOE y los nacionalistas (que obtienen suficiente rédito en las distintas comunidades en que operan) y una serie de perjudicados, que constituyen los terceros partidos. Valga el ejemplo de las elecciones generales de 2008:
* Convergència i Unió obtuvo 11 diputados con 774.317 (3.05%)
* Izquierda Unida obtuvo 2 diputados con 963.040 (3.80%)
El problema también se deriva del mal uso del Senado, cámara de representación territorial, y por ende del Congreso, pues cabe la razonable duda de que los partidos Gallego, Canario, Vasco y Catalanes del Congreso de los Diputados defiendan los intereses generales del Estado sobre los propios como en teoría exige la Cámara. Un objetivo más que utópico irreal, cuya conducta lejos de ser reprochable me parece lógica y legítima.
La resolución, por desgracia, cae en manos egoístas que están muy lejos de establecer un sistema justo y democrático. Mi esperanza y abrigo reside en el pueblo, es ahora cuando debe demostrar ser mucho más sabio y capacitado de lo que subestime la deplorable clase política actual. Por eso son tan importantes las elecciones y por eso es tan importante votar.
Termino con uno de mis collages de los dos grandes representantes a gobernar Castilla-La Mancha. Mi comunidad autónoma, una de las más interesantes en el juego político actual del PPSOE, también de las más pobres... de la que el PP quiere seguir trasvasando agua a Murcia, para que riegue sus magníficas piscinas y campos de golf, y de la que el PSOE espera seguir financiando aeropuertos quijotescos, que algún afortunado día verán sobrevolar un avión...
Es hora de reflexionar. Es hora de votar.
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