by Jesús Morales Serrano... Con la tecnología de Blogger.
lunes, 6 de julio de 2015

Incierto rumbo a Ítaca

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   Una de las primeras lecciones que la vida no tarda en enseñarnos es que en nuestra naturaleza reside una llamada constante a la toma de decisiones y que, en un plano de incertidumbre acerca de su acierto, una vez asumidas debemos convivir con ellas.

   Cuando el 26 de enero de 2015 el Parlamento Griego, haciendo suyo el mandato que recibió del soberano tan solo un día antes, depositaba su confianza en Alexis Tsipras, el líder de la Coalición de la Izquierda Radical "Syriza", estaba tomando una decisión. No era la primera vez que este pueblo tenía que tomar decisiones, en la que se reconoce como la democracia más antigua del mundo también se apostó, en ese mismo Parlamento, por el socialista Papandreu y por el tecnócrata Papadimos, a cuyo frente se secundaron los dos paquetes de reformas que avalarían la solicitud de ayuda financiera a sus socios europeos; y aún antes se había apostado por el socialista Simitis, de cuyos datos macroeconómicos la oficina Eurostat confirmó había existido falseamiento al menos desde 2000 para permitir la entrada del país en la comunidad del euro sin cumplir los exigentes requisitos previstos en Maastricht, y por el conservador Karamanlis, cuyo gobierno también falseó las cuentas como confirmaría su sucesor en el cargo, Papandreu, ya que el déficit del Estado no era del 3.7% sino del 15.2%. 


   Visto lo anterior, parece que responsabilizar a Europa por las decisiones desafortunadas tomadas en Grecia es injusto, como también lo sería hacerlo, por ejemplo, en la gran crisis financiera que ha padecido España y que le llevó de hecho a solicitar un rescate en 2012 por el fallo en las desaparecidas cajas de ahorro y de una manera muy notable en la Caja Madrid - Bankia. Si guardan algún paralelismo ambas crisis es precisamente la mala gestión que algunos políticos hicieron de las finanzas públicas, por medio de las cajas o de las arcas del Estado, para granjearse la simpatía de un votante al que en realidad se estaba desangrando y cuyo futuro estaba hipotecándose, o simplemente para desviar dinero público.


   Si Europa guarda alguna responsabilidad es una culpa in vigilando, por no haber controlado lo suficiente a los Estados que decidieron unirse al proyecto comunitario. Nadie pone en duda la soberanía de los pueblos en el continente donde existe el pulso más profundo del nacionalismo, pero la red de relaciones que hemos querido darnos por medio del entramado institucional que es la Unión Europea nos exige poner coto a las malas praxis que, tomadas en un país, afectan expansivamente a toda Europa. 


   En un contexto en el que optar por menos Europa resulta ya inasumible, en particular para los miembros de la moneda única, se puede apostar legítimamente, como lo hace una parte de la opinión pública británica, por abandonar la Unión de Uniones, el Tratado de Lisboa ha previsto una salida de la UE no así de la Unión Económica y Monetaria (a cuyo proyecto por cierto están obligados todos los Estados Miembros salvo Reino Unido y Dinamarca, lo que cuestiona la responsabilidad de quienes cumpliendo todos los requisitos no adaptan su legislación para permitir la adhesión efectiva al euro, cual es el caso de Suecia). De otro modo significa que si Grecia mañana vuelve al dracma (porque abandona el euro o porque la echan sus socios) paradójicamente no cesará, mientras sea miembro de la UE, su obligación de formar parte de la moneda común aunque su situación sería entonces más crítica en tanto habría de volver a reunir unos requisitos de adhesión (o empezar a hacerlo, ya que en su momento fueron falseados) de los que nunca ha estado más alejada.


   La semana pasada fue de vértigo, y tras un duro arranque con la ruptura de las negociaciones en el seno del Eurogrupo y con la convocatoria de un referéndum a la consideración de un paquete de medidas en estado de gestación, referéndum para el que el gobierno contó exclusivamente con el respaldo de la derecha euroescéptica y del partido neonazi además de la propia formación de izquierda radical en el poder, se alzaba la mayor declaración de guerra en política interna que se recuerde desde la fundación de la CECA en 1951. La situación no hizo sino que empeorar con el cierre de la Bolsa de Atenas acompañado del corralito para evitar la salida masiva de depósitos y a mediados de semana la filtración de una carta de claudicación de Tsipras en New York Times acatando el grueso del paquete de medidas que, horas más tarde, Merkel (que no Tsipras) zanjaba en el Bundestag negando un posible tercer rescate hasta en tanto no se manifestara un respaldo en urnas, toda vez que el referéndum ya se había convocado, a esa ayuda y a las consiguientes políticas de ajuste.


   En cualquier caso, la ausencia de precedentes no sería causa suficiente para deslegitimar el clamoroso no (Oxi en griego) que han dado los electores al incremento de las políticas fiscales restrictivas que había de poner en marcha el ministerio de Varoufakis. El llamado "austericidio" tiene en verdad una de las peores manifestaciones en Grecia, en este país muchas personas que se encuentran en situación de extrema pobreza no pueden ser rescatadas por un Estado en bancarrota, precisamente el principal problema que entraña la práctica de estas medidas es que a menudo encierran un pretendido cambio de modelo económico que dilapida el Estado de Bienestar y los servicios  públicos que como la educación o la sanidad, pero también la promoción científica y cultural, nos permiten reconocerlo.

   La realidad es que nadie en el continente niega ya el sufrimiento que atraviesan muchos griegos ni desea seguir perpetuándolo, pero el cierre de la vía negociadora o, lo que es peor, la apelación a una dignidad nacional que por extensión parece estar negándose a quienes sí hemos hecho ajustes para el saneamiento de nuestras economías no auspicia un futuro prometedor. Pienso que el resultado en el referéndum de Grecia, lejos de acercar posiciones, puede ser interpretado como una provocación de quien debiendo dinero se niega a pagarlo en su totalidad, se niega a asumir medidas que garanticen el pago y además exige que se le preste más en las condiciones ventajosas que los mercados hace años le negaron.

   No, no es fácil la situación que se viene perfilando en Grecia ni fácil será su resolución. Continuar por la vía de la provocación la expone al riesgo de caída más pronto que tarde, en tanto sus acreedores estimen que perder los más de 200.000 millones de euros antes que seguir pagando a fondo perdido es la solución más asequible (puede ser el caso del FMI que decidió posponer todos los vencimientos impagados al último día del mes de junio para aliviar la situación del país, si bien, como hemos sabido más tarde, el ejecutivo de Tsipras decidió no satisfacer ese pago que ascendería a más de 1.200 millones), y porque además enunciar los principios democráticos solo servirá a las otras dieciocho jurisdicciones para invocar sus respectivas soberanías, quién sabe si en referéndum, para negar la ayuda que hoy, la pida o no, Grecia necesita para seguir respirando. 

   El pretendido aislamiento de Tsipras, que quiere seguir tirando de la cuerda sin llegar a romperla, puede salirle mal y de lo que no hay duda razonable es que una salida en falso del euro puede desencadenar la situación más dolorosa y más dramática que quepa imaginar, incluso en la Grecia actual.


La cara de la moneda de euro que acuña el Banco de Grecia.

(...)
   Cuando termino de escribir estas letras, recorre Europa una ola de calor sahariano que consume una parte de nuestra energía y nos deja en un estado de constante dependencia de hidratación; necesitados de agua, en esta eufórica madrugada helena de 6 de julio, arranca vehemente en La Mancha una tormenta de verano que sirve de aliento al campo. Llueven también algunos refranes: "nunca hay que perder la esperanza", "después de la tormenta la calma"... y antés que ésta un profundo olor a tierra mojada. 


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domingo, 28 de junio de 2015

Los medios de comunicación frente al individuo

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   Hace ahora algunos meses tuvo lugar en París una de las masacres más desoladoras de cuantas ha perpetuado el yihadismo desde que una facción de Al Qaeda reivindicase la formación del Estado Islámico en territorios sirios e iraquíes. Los atentados en la redacción de Charlie Hebdo tuvieron un peso político que trascendió a la irreparable pérdida de las vidas humanas que se perdieron aquel día, de alguna manera los terroristas estaban atentando contra el esquema de derechos y libertades básicos que, con no poco esfuerzo, hemos conquistado y abanderamos en lo que, de manera más o menos precisa, se reconoce por Occidente. De entre todos, la libertad de expresión emerge como una joya de singular valor ante la habitual tentativa de quien gobierna de censurar puntos de vista que cuestionen o reprueben la ideología en que se apoye la política pública.

   Por esta razón más que por ninguna otra, el pueblo y los gobiernos europeos colmamos de un extraordinario simbolismo la matanza de París; puede o no estar de acuerdo el lector con el contenido satírico del semanario francés, puede resultarle incómodo o incluso creer que de algún modo la religión afectada sale malograda con la impresión de viñetas de poco o ningún gusto, pero habrá que defender que puedan publicarse con uñas y dientes, con la vida lo hicieron estos valientes dibujantes, porque seguirá siendo más necesario preservar el derecho de cada cual a expresar su interpretación de la realidad conforme al pensamiento individual. Huelga decir que nadie tiene el derecho, al abrigo de la libertad de expresión, de calumniar a otra persona faltando a la verdad o a su honor, estigmatizando la imagen que proyecta a los demás o el concepto que tiene de sí mismo.

   De este modo, parece claro que los medios de comunicación están llamados a desempeñar un papel esencial en la concepción de este derecho, ¿Cómo juegan este rol? En la gran mayoría de los casos, de manera expresa o implícita, no son puros transmisores de una información objetiva tratada de manera aséptica, sino que aspiran a convertirse en referente de opinión que genere en el espectador, lector u oyente de su "target" un sentimiento de aprobación y apego: en el mejor de los casos disfrazado de humor, en el peor de una imparcialidad impostada.

   No hay nada de malo, ni de bueno, en que los medios hagan su papel luchando por su audiencia en calidad de influenciadores. Lo peor es cuando al destinatario le pasa desapercibido. 

   Quien habla o escribe siempre envuelve sus palabras con su propia ideología y, en este sentido, la capacidad de persuasión puede conseguir la redundancia de opiniones por quienes están frente a la recepción del mensaje. Cuando quien comunica (cada vez en menor medida desde plataformas periodísticas) ya ha determinado qué convicciones son convenientes y cuáles no y en qué sentido debemos expresarnos políticamente está haciendo algo más que ejercer su derecho a la libre expresión, está dibujando un ciudadano ejemplar (republicano o monárquico, patriota o apátrida, religioso o ateo, liberal o keynesiano, progresista o conservador) moralizando a quien le atiende de un modo no muy diferente al de las religiones monoteístas ridiculizadas por Charlie Hebdo; en sentido contrario, coaccionado por un entorno que observa en la calle y las redes sociales a quién ofrece su propia opinión, y no la simple transcripción de otras opiniones, corre el riesgo cierto de ser desnaturalizado, asumiendo como mal menor al de la desaprobación pública el de ser tratado como mentecato al servicio de un estereotipo predefinido por un editorial e incapacitado para discurrir de acuerdo a un análisis crítico o un pensamiento racional ideal.

   Haciendo propias las características que nos presumen los medios, llegamos a un subterfugio paradójica y profundamente antidemocrático, el resultado de la labor persuasiva de los canales de comunicación y singularmente de la presión social que consiguen en los mentecatos que la siguen desvirtúan la nota originaria del derecho de expresión que no es sino evitar la injerencia ajena en la formación del individuo y en su plena capacidad en el ejercicio de la propia expresión de manera libre, consecuente y autónoma.

El periodista Edward R.Murrow en un fotograma de "Challenge of ideas" (1961)



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sábado, 30 de mayo de 2015

A la gran coalición o al frente popular

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   Un alma insomne divaga en algún bar de Madrid acerca del significado del tiempo y concluye su reflexión en metáfora. El tiempo es la mano que empuñando una navaja dibuja con el filo los vértices de una fruta, fruta que deja tras de sí una larga mondadura que ya no la protegerá de la desconocida intemperie, mondadura que es ya solo un desperdicio.

(...)

   Vivimos tiempos convulsos, lo que hasta ayer parecía una mayoría inquebrantable de los conservadores del Partido Popular se deshace tan deprisa como aflora una parte de la inmensa podredumbre que encierra el partido. En los medios todo es ruido de sables, una danza enfermiza de acusaciones veladas y palabras vacías para atrapar la atención del mentecato que quiera escuchar. Por fortuna, los españoles están más y mejor formados que antes, la desidia a lo político se ve superada por una atmósfera de inconformismo e intolerancia que devendrán, si el cauce de cosas sigue un orden lógico, en una mayor participación ciudadana fiscalizando el ejercicio de sus representantes y exigiéndoles mayores cautelas y asunción de responsabilidades. Y es que al final se llega al principio clásico que defendía la construcción del individuo como ciudadano en la esfera pública.

   Esta legislatura que va tocando a su fin pudo vaticinarse tranquila al principio por asumir el ejecutivo el respaldo de la mayoría de las cámaras autónomicas, así como apoyarse en las absolutas del Congreso y Senado, ha resultado ser una de las más complicadas en nuestra corta vida democrática y todo apunta a que no es sino la antesala de alguna más compleja. Rajoy tendrá que enfrentarse en los próximos meses al recuerdo de los enfervorecidos aplausos de su nutrida bancada de palmeros, a la socarronería de sus discursos, a la insensibilidad y la simplificación de las cifras conseguidas gracias a la marcha de una política monetaria diseñada a medida en Fráncfort y no en Madrid y hasta la partida al Candy crush de una incompetente a la que debió cesar de inmediato. Los aplausos que acallaban a la silente oposición del PSOE de Rubalcaba, destronado por la deriva de la indefinición que defiende su hoy sucesor, y a la más inconformista de Rosa Díez, destronada por las urnas tras negarle la igualdad entre pares a Ciudadanos.

   Me he visto tentado en resumir la legislatura de Rajoy en desperdicio, en un dejar correr el tiempo que nos asfixia y nos enfrenta. A menudo se acusa en tertulias y editoriales la falta de diálogo como piedra sobre la que vira nuestra angustia. Yo lo veo de otro modo, y es que en mi opinión no es tanto que Rajoy sea un tipo silencioso, las personas más inteligentes suelen ser las que forman su opinión escuchando mucho antes de hablar, cuanto que es muy poco resolutivo. No es tanto el que no se haga preguntas sino el que sea incapaz de darles respuesta.

   En cualquier caso, la palabra no será en lo sucesivo una opción. El pluralismo político no había alcanzado un grado tan alto de expresión desde la transición y esta realidad, que hasta ahora solo era fruto de una percepción de la calle o de estudios demoscópicos casi siempre intencionados, ya se recoge en urnas con cerca de la mitad de los sufragios que no están votando a los dos grandes partidos (que hace ocho años acaparaban cerca del 80%), lo que despierta un sentir de festejo acompañado del desconcierto por el confort de lo predecible de la alternancia y la inseguridad económica y jurídica que suscitan algunas de las propuestas de las nuevas formaciones.

   Aunque sorprenda, la situación no es inédita. Hace ahora ochenta años, en la España de 1935, se hablaba de política en los cafés y las tertulias, los periódicos abrían con manifestaciones obreras en las comarcas mineras asturianas, casos de corrupción como el escándalo de estraperlo y pronunciamientos de corte nacionalista caldeaban el ambiente sin llegar a hacerlo irrespirable. En aquel tiempo gobernaba la derecha gracias a una coalición entre el Partido Radical de Lerroux y la CEDA de Gil Robles después de alcanzada la necesaria conquista del voto femenino (Campoamor a la cabeza) que, se decía, estaba en mayor medida mediatizado por el conservadurismo de la Iglesia católica, lo que en ningún caso demerita el triunfo de las derechas por primera y última vez en la Segunda República.

   En febrero del 36 se habían programado elecciones generales y como quiera que el desgaste político se hacía acuciante en la CEDA y que el Partido Radical había quedado totalmente deslegitimado frente a la ciudadanía, los comicios se planteaban más reñidos. Así ocurrió que en segunda vuelta se invirtió la tendencia y el bloque de partidos a cuyo frente estaban el PSOE de Indalecio Prieto y la Izquierda Republicana de Azaña se alzó con el triunfo del grupo de izquierdas bautizado como "Frente Popular".

   El triunfo del Frente fue posible fundamentalmente porque la izquierda fue capaz de superar una heterogeneidad histórica que arrastra hasta nuestros días, sin embargo duró poco. Detrás de esta victoria resonaron las voces de quienes no reconocían la validez del resultado, en un escenario que se prestó a una tensión política cada vez más acentuada al compás europeo con la germinación del fascismo italiano en muchas capas populares y particularmente en el ejército. Concluyó, como todos sabemos, en el mayor desastre de la historia de España cual es el sacrificio en armas de la democracia por una guerra entre hermanos.

Manifestación del 1 de marzo de 1936 tras el triunfo del Frente Popular.

   Se atribuye a Cicerón aquello de que "los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla", he querido traer el vago recuerdo de un pasaje trascendental en la memoria colectiva que permite aproximar impresiones a las de aquel invierno de preguerra. Entonces, como ahora, la ciudadanía estaba suficientemente agitada para reaccionar con exaltaciones de diversa índole y sentido político que, no atendiendo a lo que John Rawls bautizó como "razón pública", por su radicalidad o fundamentalismo debieron y, en su caso, deberán ser rechazadas por toda la sociedad. Entonces, como ahora, se celebraron elecciones generales y ningún partido gozaba del respaldo suficiente para formar gobierno en solitario. Entonces, como ahora, el pacto se abrió camino como una herramienta consustancial a la democracia.

   Antes de continuar debo matizar que sospecho que, llegado el caso, el resultado que dejen las elecciones generales será el de un parlamento poco más fragmentado que el actual, en el que en lugar de dos partidos haya dos y medio, no ya solo por la importancia de un voto oculto que justifica el triunfo de Cameron en el Reino Unido cuanto como el resultado de una ley electoral injusta que sobrepondera el peso político de las provincias al de los ciudadanos (sirva el ejemplo de Castilla y León que sienta a 32 diputados en el Congreso con poco más de 2 millones y medio de habitantes frente a la Comunidad Valenciana que mantiene 33 con más de 5 millones o la Comunidad de Madrid a 36 con casi 6 y medio) para garantizar la estabilidad del sistema se enmascara necesaria la representación de las pequeñas circunscripciones donde el papel de los minoritarios solo puede ser marginal. Con indistinción de si los dos partidos más votados son PP-PSOE; PP-PODEMOS; ¿PODEMOS-CIUDADANOS? parece claro que ninguno tendrá mayoría suficiente para hacerse con el control de las Cámaras y en consecuencia del Gobierno.

   Con el complejo mapa que dejan las autonómicas y a falta de que las catalanas, vascas y gallegas terminen de distorsionar por completo el reparto de poderes, empieza a adivinarse ya que los socialistas (no menos malheridos que los populares tras las pasadas citas electorales) serán árbitros, como primera, segunda o tercera fuerza, en la formación del nuevo Gobierno de España. Se explica sin dificultad por la centralidad en que le sitúa la enorme fortaleza que ha dejado ver la izquierda radical, dispersa hasta ahora entre comunistas y algunos grupos nacionalistas y que hoy va acercando posturas en torno a Podemos y las formaciones de reivindicación ciudadana, como el auténtico antagónico a la derecha más o menos concentrada en el Partido Popular. Sea como fuere nadie dijo que ser juez y parte fuera cosa fácil, al menos no lo es tanto como pretende Pedro Sánchez quien parece dispuesto a entablar exclusivamente y cuanto antes negociación y gobierno con la formación de Iglesias Turrión. Como empieza a apuntar Susana Díaz, única resistencia socialista con Javier Fernández en los tiempos difíciles y viva demostración de la indulgencia electoral del pueblo andaluz, partir de la necesidad de acuerdos de izquierda en todo momento y lugar con quien solo está seguro de que ha de sustituir la vieja casta por la propia es una estrategia cuanto menos delicada; desde luego no lo es menos emparejarse a un Partido Popular que, si podemos dejar a un lado la corrupción, ha continuado con la política fiscal restrictiva que puso en marcha Zapatero bajo el asombro de un entonces crítico Rajoy.

   En realidad el temor de Sánchez es fundado; sabe que si llega a la gran coalición el electorado le pasará factura como le ha ocurrido al PASOK griego, entre otras razones porque desestima la madurez democrática del votante español frente al socialdemócrata alemán capaz de comprender el respaldo a Merkel en el Bundestag. Un frente de izquierdas, y aquí es donde yerra el tiro, solo funciona para la primera fuerza (como le ha ocurrido todos estos años con la Izquierda Unida), pero en lo venidero no parece estar tan claro quién llevará las riendas y quién quedará relegado a ser la llave de paso. Por otra parte, abortadas las posibles alianzas con IU/UPyD en peligro de extinción y con unos nacionalistas que no se conforman ya con repartirse el poder y amnistiar a sus corruptos, puedo dar por supuesto que apoyará a Podemos (ante la reciente equiparación que hace de Bildu y PP) ¿en qué posición quedará entonces el PSOE frente a sus votantes? ¿Van a preferir los escorados a la izquierda votar al blandito y castizo frente al novedoso y radical? ¿Van a permitir con su voto los moderados que los indignados de Iglesias hagan suyas las instituciones? Tengo serias dudas.

   Tras los comicios del 24 de mayo, todo apunta a que el PSOE se hará, además de con Asturias y Andalucía, con el ejecutivo extremeño, manchego, aragonés, valenciano y balear. En su mano está decidir si el camino es el de la gran coalición por el mantenimiento de un bipartidismo clásico al que buena parte de la sociedad está tratando de dar la espalda o a un frente popular excluyente (y más probable) que recupere el mensaje de lucha de clases de principios del siglo pasado.

   Negarse a dialogar con algún partido es electoralista, poco respetuoso con las minorías y nada constructivo. Asegurar que se llegará a pactos pero que en todo caso habrán de respetar la lógica izquierda con izquierda y derecha con derecha niega la diversidad ideológica del soberano y la posible migración del voto entre partidos, minimiza el acercamiento de posiciones enfrentadas y garantiza la perpetuidad de varios partidos que se turnen en el poder respaldados por minoritarios con que repartirse mamandurrias. Entender que en la Cámara están representados todos los ciudadanos y que requieren por tanto de igual consideración, llegar a acuerdos en todo en lo que existe consenso con indistinción del color político del proponente, facilitar la actuación del gobierno desde la oposición controlando su actuación, tratar de construir por medio del diálogo soluciones comunes para custiones esenciales, como la malograda reforma educativa, es la única forma de luchar por la supervivencia del sistema.

   Las cartas ya se han repartido, la batalla está servida.


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miércoles, 20 de agosto de 2014

¿Y quién más?

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El punto de partida se escribió en la noche del 25 de mayo. Duraban todavía la resaca y las lágrimas de la final de Champions cuando Sáenz de Santamaría ordenaba sus papeles al tiempo que anunciaba los peores resultados de los partidos mayoritarios, popular y socialista, en su recorrido democrático.

Podemos no ganó las elecciones esa noche, perdió de hecho, pero la conquista por un partido constituido hacía cuatro meses de más voto que UPyD y casi tanto como la Izquierda Plural derivó en una lógica sensación de triunfo y en la captación de los focos que el partido aún no había levantado en campaña, se dio publicidad a lo que, como demostraron las urnas, ya era mediático. Y aunque el histórico resultado siga prestándose a múltiples lecturas (el giro a la izquierda, la represalia al bipartidismo) es símbolo inequívoco del hartazgo del soberano, el llamado a decidir. 

Encuentro paradójica la situación que ha alcanzado España, desconozco su semejanza con otros países del entorno, aquí y ahora los ciudadanos se están aislando de manera consciente del grupo de políticos que, por vehículos tan obscenos como la corrupción, se erige en “clase” (algunos ahora dirían casta) en lugar de reivindicar más Política. Y cae la sociedad en la paradoja, sí, porque para el observador la relación que las vincula es con la mayor frecuencia de absoluta simetría. La política es el espejo en que se mira el pueblo y lo es también cuando acusa desperfectos, complejos y vergüenzas. Política y sociedad son dos caras de un mismo cuerpo, trasciende a la vaga y superficial idea de la representación en una muestra de ciudadanos que salen de las urnas por la voluntad de la mayoría, es mucho más profundo, finalmente se trata de una cuestión de supervivencia: la política desaparece si no es como forma de organización colectiva y la sociedad se destruye sin política.

Las opciones antisistema, como Podemos, Cinque Stelle o Front National, no dejan de ser legítimas pero también oportunistas, en tanto se acomodan en la honda frustración del pueblo con un modelo que, si algún día le gustó, le ha desencantado. Estos partidos son el frágil refugio en que esconder la autofrustración con lo que todos, también sus votantes, construimos a diario.

El exiguo margen de diferencia del PP que convertiría a Arias Cañete en vencedor por la mínima de las europeas, permitió al impertérrito Rajoy mantener inalterada su hoja de ruta. Más acertado, el SOE hizo una lectura crítica del descalabro encabezado por Valenciano y forzó una crisis interna, el error en mi opinión (la encuesta de Metroscopia para El País opina lo contrario) descansa en perseguir a Rubalcaba como principal responsable del fracaso electoral. Asistir al lamentable espectáculo del magnicidio socialista reaviva los temores acerca de la fallida interpretación que hace el Partido de la voluntad popular, pienso que el problema nunca ha radicado en Rubalcaba, quien es por cierto un gran político, y si lo convertimos en un debate de edades nos habremos convertido o nos habrán tomado definitivamente por estúpidos.

Cuando escribí “Chacón, Rubalcaba y la deriva socialista” estaba por ver qué persona estribaría el PSOE a un proyecto de país que ilusionara al pueblo. El triunfo del primero por un puñado de papeletas no satisfizo a buena parte de los simpatizantes de Chacón que exigieron casi desde el primer día la convocatoria de primarias abiertas, propuesta muy interesante pero que demuestra que nunca supieron ni quisieron asumir la derrota.

Así pues y tras dos años de la secretaría frustrada de Rubalcaba, Pedro Sánchez se impone a Madina y Pérez Tapias en otro Congreso espectacular, también más abierto, en el que para los más críticos no ganaría la democracia sino la voluntad de Susana Díaz y su poderosa federación a favor de Sánchez, otra forma de decir que quien gobierna en la sombra es la presidenta de la Junta de Andalucía. El riesgo del PSOE no es el de convertirse en un partido regionalista andaluz, en eso ya está, la crisis es acabar reducido a cenizas de historia y olvido como puede haberle ocurrido al PASOK griego. Confundir objetivos es, en este escenario, particularmente delicado y priorizar el medio, la victoria en los próximos comicios, al fin, la elaboración de propuestas solventes, resulta inadmisible.

"Fading Beauty" de Kyle Beatty
Como decía, en escena aparece Pedro Sánchez. El nuevo líder de los socialistas reúne características que lo presumen capacitado para la tarea: trilingüe, doctor en economía, profesor universitario… y aunque su discurso, más vehemente que lúcido, no sea el de su antecesor convencen su carisma y notable belleza. Si seguimos con cierta frecuencia la actualidad informativa veremos que por lo demás los cambios son discretos: propuesta federal, lucha contra los recortes, refuerzo a los derechos sociales. Por lo que la marcha de Pérez Rubalcaba, más que un impulso a la entrada de nuevas ideas, ha sido un lavado de imagen.

Y ni siquiera.

La madrugada del martes 29 de julio se hizo pública la conformación del nuevo Comité Federal. Aquel listado de nombres me ofendió personalmente, tras descubrir algunas caras que por incompetencia y clientelismo personifican la debacle del PSOE, sentí violada la noción de la igualdad de oportunidades en que creo y por la que peleo a diario, especialmente predicable en el corazón de los partidos políticos por estar llamados a gobernar.

La igualdad de oportunidades no puede limitarse al libre acceso a la educación pública para quien no pueda costearla, debe extenderse a que nadie pueda (siquiera en la cosa pública) aspirar a más recompensa que la que resulte de su esfuerzo personal, al triunfo de los mejores. En esa lucha incansable es hiriente y quebranta los valores en que se apoya nuestra democracia el meteórico ascenso de los amigos con carné. Desde aquel momento todos los mensajes que había escuchado y había de escuchar del nuevo secretario general quedarían manchados de una pátina de vacuidad, un más de lo mismo.

Aquella lista llenó además mi cabeza de un montón de preguntas inquietas que luchaban por encontrar respuesta: ¿Cómo es posible que un líder formado que ansía la renovación del país apueste por personas cuyo amortizado perfil político está colmado de ineptitud? ¿Disponen de la profesionalidad mínima para ganarse la vida de otro modo? ¿Cómo puede seguir el PSOE de Pedro Sánchez apostando por la amistad antes que por la capacidad? ¿Cómo se mide en grados de simpatía? ¿Por qué insultar de un modo tan zafio la inteligencia del simpatizante socialdemócrata? 

No fui capaz de contestar a ni una sola de esas preguntas mientras miraba atónito el desangramiento de un partido famélico cubierto de sanguijuelas que se niegan a marcharse y a las que nadie purga, y que con ciento cuarenta años de vida, otrora idea brillante del primer Pablo Iglesias, se levanta hoy en confortable nido de ratas.

Y en el fondo siento profunda pena por Sánchez, al que sinceramente valoro. El retorno de los personajes de ultratumba (no hubo retorno porque nunca se fueron) fue una decisión que tomaron por él, le vino impuesta, y cuando se marche por la misma puerta que Alfredo será otro quien prepare la guillotina oxidada de las crisis del PSOE en un nuevo espectáculo magnicida. Su verdugo no será ninguno de esos personajes a quienes no he querido llegar a nombrar, por quien la sociedad siente vergüenza y hasta miedo de la política, por quien deja de mirar con respeto al que debiera ser su reflejo; ellos estarán cobijados a la sombra de algún amigo, como ha sido siempre, esperando que llegue el momento para cobrar sus favores y recuperar los cargos que con esfuerzo, capacidad y entrega no pudieron ganarse, y lo que es peor: lo harán en el buen nombre del Partido Socialista. 



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sábado, 26 de julio de 2014

Tiempos modernos, viejas respuestas.

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Por Oriente corrieron raudas las voces que anunciaban la abdicación de Juan Carlos en su hijo Felipe. Meses antes, frente al palacio que había de ver la tranquila marcha de un monarca y la llegada de otro, paseaba yo, invariablemente, en mañanas frías de abrigo largo y turista ensimismado, en el camino que me llevaba a las prácticas en el Tribunal Económico Administrativo de la ciudad. No sospechaba mientras observaba en silencio el edificio más majestuoso de nuestra historia monárquica (obviando El Escorial) el evento que estaba por llegar; si entonces hubiera caído en mis manos el titular de los diarios del diecinueve de julio hubiera conjeturado la muerte del Rey. 

Siempre he sido fan de aquello de "El rey ha muerto, viva el rey" porque en sólo siete palabras se explica mucho mejor el sentido de la Monarquía que con una infumable cadena de argumentos. La Corona es un producto histórico que pelea por sobrevivir. Y el Rey Felipe es el mejor ejemplo.

El nuevo monarca, a diferencia de su predecesor, no necesita cuidar su cercanía, es cercano, tampoco enumerar sus éxitos profesionales, está bien formado, y desde luego no se refugia en la campechanía ni el protocolo porque es educado. Sin embargo, Felipe posee un aval constitucional mucho más amortizado que el de su padre por cuanto la soberanía popular es mutable.

Yo no creo, como defendió el grupo de Cayo Lara, que cupiera refrendar la proclamación. Lo cierto es que nos hemos dado un marco jurídico con pocos atajos y escaso margen de democracia directa, se escucha poco a la gente que muy a menudo no pone interés en ser escuchada. Cosa distinta hubiera sido preguntar al pueblo su forma de Estado preferida en el contexto de un debate constitucional, del que ahora se habla tanto, comprometiéndose los grupos parlamentarios a acatar la opción mayoritaria. Eso sería en mi opinión lo más respetuoso con el pueblo, con las Constituciones derogada y promulgada y daría un nuevo sentido a la jefatura del Estado, hoy poco más que simbólica.

En su simbolismo descansó también la crítica por la falta de ejemplaridad de los miembros de la Familia comenzando por el Rey emérito. Como éste es debate rodado y porque además considero que cada persona es responsable exclusiva por sus actos y no por los de su hermana, padre, cuñado o vecina, me limito a acuñar una reflexión: se equivoca Rajoy y se vuelve a equivocar Gallardón, esta vez con la fiscalía, tratando de hacer la defensa de la exinfanta para salvar la imagen de la Corona. En términos estratégicos (vaya por delante que no prejuzgo culpabilidades) nada mejor podría pasar al reinado de Felipe VI que el que su hermana lo viera desde la cárcel. La sociedad entendería que con él la división de poderes y la independencia del judicial no son una quimera.

(...)

 La fiesta de su cortejo fue objeto de un consenso oficial y hasta cierto punto artificial en que todo quedó medido al dedillo, respondieron los grandes partidos y medios de sensibilidades diversas, dejando poco a la imaginación y al debate; ni tan siquiera la improvisada aparición de líderes internacionales estaba permitida en una jornada de Corpus en que todo debía emular la idea de la mar en calma. La brisa monárquica es extraña al más demócrata; aparcando la absurda idea de que la República es una institución reservada a la izquierda perderíamos el tiempo discutiendo que la elección por naturaleza y apellido obedece a la voluntad ciega del pueblo. 

La cuestión se resuelve de un modo mucho más pragmático y funcional que estético y teóricamente democrático, la monarquía que sucedió a la Constitución del 78 satisfizo un objetivo de manera notable: el de la convivencia pacífica. En este sentido, la privación de la jefatura del Estado ha sido y es un regalo asumible a quien debía apoyarla: el ejército que sustentaba al régimen y que ayer lanzaba salvas en honor al rey saliente y al proclamado.

El ornato, la fiesta, el vestido, la manifestación y todo lo demás es sencillamente circunstancial.



Palacio Real de Madrid.

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domingo, 30 de marzo de 2014

¿El final de una España es el principio de otra?

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   Volvía el mal tiempo a Madrid. Después de unos días espléndidos, preludio de primavera, la radiación del sol empezó a desteñir ante el rubor de las nubes y el viento. Siempre he creído (y no es cierto) que a la muerte le gusta ir de la mano de la lluvia, quizás es porque a mí sí me gusta la lluvia, la percibo sensata, y creo que desenlaza con retórica dignidad la vida humana.

   Fue a las doce del mediodía más o menos, estaba sentado frente al televisor esperando impaciente el sorteo de la que, según los medios, sería la mejor Champions de la historia. Los ochos equipos de fútbol que se reunían en cuartos aparecían como lo más granado del continente europeo por haber llegado a ese escalón de la competición como cabezas de sus respectivos grupos y, entre ellos, el Atlético de Madrid del Cholo Simeone me va reconciliando con ese deporte humilde, de domingo por la tarde, que nunca debió erigirse en Midas ni en cómoda morada de la ignorancia popular.

   Debió ser la pulsación de un tuit la que en cuestión de segundos inundó mis ojos con un torrente de información acerca del estado terminal de Adolfo Suárez. 

   48 horas, ése era el miserable plazo de vida que restaba al primer Presidente de la Democracia en la mediodía del viernes según el equipo médico de la Cemtro. Su hijo Adolfo, conteniendo el llanto, narró el curso de los acontecimientos y concluyó diciendo sentirse feliz viéndole sonreír por última vez. Y es que no hicieron falta funerales, honras, cortejo ni bautizos para resultar conmovedoramente humano, puede que nunca nadie organice públicamente una mejor despedida a su padre que la que le brindó aquel día su hijo.

   En ese momento vino a mi memoria una noticia que creí haber leído en el diario El País esa semana y que traté de reconstruir mentalmente acerca de su último ingreso hospitalario. Hacía mucho que no se escribía nada sobre la enfermedad degenerativa que hizo de él un ser frágil hurtado de los recuerdos de cuanto había hecho y había sido. La muerte de Franco, la entrada en vigor de la Ley de Partidos, los atentados de Atocha, la legalización del PCE, el "puedo prometer y prometo", las primeras elecciones democráticas, la Constitución, el terrorismo de la ETA y los GRAPO, los grandes acuerdos de Estado, su dimisión, el golpe, el CDS, su adiós... volutas de humo desprovistas de significado para su protagonista Hay quienes afirman que el Presidente murió el día en que lo hicieron su mujer y su hija y que el Alzheimer llegó como un mecanismo de rendición y rebeldía.

   Quizás Adolfo Suárez no fuera tan gran político cuanto magnífico constructor. Ideó y edificó los cimientos de una democracia inmadura tras haber sido arrasada por la guerra y la dictadura. En el tiempo convulso de una España con miedo y aún acallada por los retraimientos morales de la represión y la censura, él alzó la voz con la fuerza que le daba ser el elegido por el Rey (en su auténtica hazaña como Jefe del Estado) y por el pueblo para decir lo que nadie podía y representar con orgullo el tiempo de cambio, pues ni siquiera el monarca en esto de la legitimidad se asemejaba al otrora Secretario General del Movimiento.

   El problema de los proyectos acabados es que uno nunca sabe cuánto van a dar de sí. Por definición todo lo que nos rodea es finito, lo era el inspirador de la Carta Magna y seguramente lo será también su obra aun cuando formalmente se inspire en la idea de perpetuidad. La evolución social que hemos vivido en los últimos cuarenta años no tiene parangón histórico, el desarrollo de una ciudadanía mejor formada, con un constante acceso a la información y la cultura, la composición de sociedades multiculturales que reniegan vivir de espaldas al mundo y que necesariamente se impregnan de las corrientes de pensamiento y comportamiento que circulan por la Tierra, supone que los instrumentos jurídicos de organización social que eran válidos en los años de la Movida probablemente no lo sean en el de las Nuevas Tecnologías. Somos más, estamos más formados y tenemos diferentes inquietudes, temores y reflexiones. A diferencia de lo que ocurría entonces nuestra vida en comunidad se exhibe mucho más necesaria que peligrosa, hemos aprendido a trompicones qué es el respeto y, derogado el lenguaje dogmático, la mayoría de los dilemas morales se explican casi por completo en la esfera de cada individuo. Con todo, Europa sigue acarreando viejos lastres del XIX y a menudo se despierta enmarañada en el debate transfronterizo, por cierto bajo la apariencia de un humanitarismo impostado.

   Me atrevo a pensar que España no salió de la transición con la llegada al poder de un gobierno socialista ni con el fallido golpe de Tejero como pudieron concluir los libros de historia. A pesar de su anexión al mundo globalizado nuestro país ha mantenido un sistema rústico que, diseñado fundamentalmente para escapar del hedor a cloaca de mediados de siglo, agrada al hombre conformista y asfixia al más ambicioso, un sistema en que no culmina la idea de igualdad entre iguales. Un sistema de transición.

   Con la muerte de Suárez se presenta la oportunidad y hasta es posible que la obligación de cerrar el ciclo que él mismo comenzó, sólo que esta vez queda en manos de los ciudadanos, auténtico motor del país, implicarse en el desarrollo de un nuevo modelo de convivencia que tenga presente el consenso como entonces e igualmente diseñado, como la vida, para la transición; otros vendrán que harán lo mejor para las circunstancias y el tiempo en que existan.

   Y mientras el televisor, al que había dejado de hacer caso, anunciaba nuestro cruce con el Barça, me quedé reflexionando sobre la figura de aquel hombre con algunas lágrimas que empezaban a deslizarme las mejillas, y pensé que yo era estúpido porque ni siquiera lo había visto gobernar y no podía cuantificar la valía de sus aciertos y sus errores, pero sentía gratitud, por razones bien distintas a las de su hijo, pues él había hecho todo lo necesario para que yo pudiera escribir hoy estas líneas, en libertad y sin ira.


   (...)
  

   Antes de la votación y mirando más allá de las paredes del Congreso franquista, trajo a colación unos versos del poeta Machado, exiliado en la Guerra Civil, con los que atravesó el corazón de su pueblo:


Está el hoy abierto al mañana, 
mañana al infinito.
Hombres de España:
Ni el pasado ha muerto
ni está el mañana ni el ayer escrito.





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domingo, 17 de noviembre de 2013

Androides en la órbita lunar.

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   Anoche tuve un sueño extraño, de esos que te aturden al despertar porque impiden que comprendas cuál es el mundo onírico y cuál el real. Agitado y confuso traté de reconstruir los retazos de aquella ensoñación pasajera mientras se fundía frenéticamente al calor del sol diurno. 


   Inmerso en una ciudad envuelta en tinieblas camino despacio sobre una superficie blanda, no es granito ni asfalto, sino arena, conjunción con el contraste absurdo de edificios inacabables y calles desiertas. El ambiente es tan denso que respirar se hace del esfuerzo, como plomo que cargara los pulmones y deshiciera la mirada, ajena a algún recuerdo, en el suelo, en la arena blanca y fina. 

   Desde lejos se ha ido acercando una persona, es una mujer. Con ella converso sin desánimo, su juventud y amabilidad me acercan a un extraño dinamismo con el que olvido ese abrumador espacio tiempo. He levantado la vista del suelo, no recuerdo porqué la había bajado, el calor de su palabra amena ilumina suavemente la ciudad. Siento que la conozco y que llevo hablando con ella toda mi vida, sólo que ahora nuestros caminos se han encontrado en una ciudad vacía.

   De la nada aparece un hombre joven, no consigo comprender su cara, pero emana odio su cuerpo, sin mediar una palabra saca un arma. De pronto la ciudad, antes sombría, después tenue, ahora iluminada, es un campo de batalla. Solos los dos y el frío, en el desorden de edificios flotantes, nos reunimos en duelo, de mi mano surge un arma equivalente que me hace comprender que una de nuestras vidas está próxima a su fin. Entonces pienso que en mi fortuna está su muerte, y brota la sangre de su corazón herido. El tiempo se ha parado y él, él ha desaparecido.

   Pero el tiempo se reanuda en la misma ciudad, gris, fría, de ambiente singular y edificios estáticos, con arena blanca que va empolvando mis zapatos. Pronto recorro una plazoleta y ahí está otra vez, es la chica del principio, parece una niña, con la que vuelvo a charlar sin apenas dar importancia al encuentro que acaba de producirse y que seguramente ella ha presenciado. El tiempo se acelera más y más, y el suceso se repite, de nuevo él vuelve a dar conmigo, es interminable y me disgusta no poder continuar con mi historia. Un día de la marmota diabólico del que no quiero formar parte. Arrojo el arma y dejo que sea él quien me dispare. 

   ¿Disparó o no? La intensa luz que nos iluminaba se ha desvanecido. Ante mis ojos se despierta un nuevo mundo que difiere por completo del primero, se materializa en colinas y valles, mucho más natural, claro y limpio. En las profundidades se escuchan los latidos de una civilización tumultuosa, es la historia de un pueblo enterrado.

   Un pueblo olvidado en medio de un planeta perdido, su acceso rocoso exige bajar por una pendiente absoluta y arrojarse sin temor al vacío, se encuentra a varios kilómetros de la superficie lo que genera una sensación muy cálida, a ratos es agradable y a otros sofocante. Allí no es difícil encontrar a gente, los vecinos del lugar no llevan con tristeza lo de su entierro, han preparado una fiesta inmensa y todos sonríen al pasar, su villa se engalana con bolas de papel iluminado y farolillos encendidos. Juntos no consumen, despilfarran nutridas pilas de manjares con que saciar su gula y culminar su celebración con toda suerte de placeres.

   Todas las calles concentran sin discreción el banquete y el jolgorio, la música, el disparate, la mofa y la orgía. Pero en la principal, una especie de aura mística deja de invitar a los amigos de la verbena a congregarse, espera sin motivo un trono altísimo (casi tan interminable como aquellos edificios marmóreos) hecho con un cristal tan precioso que al dejar pasar la vista por su superficie las lágrimas se derraman sin poder evitarlo.

   Cuanto más cerca estoy del asiento más incontrolable es el llanto, y la música es más lejana. Mi pecho está ardiendo y el sonido de las copas y las risas es inaudible, se ha ido ahogando en mi lloro. Junto al trono solo yo con en el silencio, y sobre él se encuentra el duelista con su arma, aquél que amenazaba con quitarme la vida, el mismo que volvió al mundo de las tinieblas y quien seguramente me ha arrastrado al pueblo enterrado. 

   Su cara ya no es ningún misterio, nunca lo ha sido, el cristal ha revelado la indescifrable incógnita.

   Vuelve a llorar... y recuerda que está vivo.



   Mi cara aparece empapada en sudor frío por este sueño tan extraño. Es hora de ducharse, ¿eso que huelo son tostadas? comienza un día muy largo.
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lunes, 30 de septiembre de 2013

La casa de los patriotas

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   Se presta al escenario perfecto. 

   Aquel episodio sucedió durante el anochecer temprano y lluvioso de una gris ciudad europea. En la profundidad de una calle anegada de oscuridad adivinas relieves y formas envueltos en una vaga nube de luz de gas, se deja escuchar el galope de un carruaje de época, quizás también el latido de un corazón nervioso. Transitas deprisa la estrecha avenida en busca del noble edificio que ha congregado a la junta general, su debate enfervorecido contrasta con la quietud de un vecindario que se va apagando, ignorante, quedándose dormido.

(...)


   Volvió septiembre, implacable, en su indiferente egoísmo se desenvuelve como uno de los meses más bonitos, desvanece los recuerdos de verano cerrándose sobre una noche, por días, más larga y más fría. Como era de esperar, estas fechas congregaron en la calle a mucha gente que reivindicaba la innovación de una patria catalana y el debate, por momentos más recurrente que interesante, se desenvuelve en una maraña de voces que gritan incoherencias a ambos lados del río Ebro. No, no he escrito esta entrada para hablar de la cuestión, ya expuse mi opinión cuando daban coletazos los primeros amagos de rebelión en La Matrioska. No me gusta repetirme, y menos ahora que transito poco el blog, pero al menos el episodio del once de septiembre (que no narro porque la historia ya conoce) me sirve para contextualizar mis ideas. Quizás algún día de un muy lejano septiembre alguien pare a leer con nostalgia esta entrada evocando aquella imagen.

   En la búsqueda de un punto de origen a las emociones que nos suscita este debate he descubierto una faceta social pocas veces argumentada en política y los medios que en mi opinión es capital para conocernos. Pienso que la necesidad de pertenencia a un grupo, expuesta por Maslow en su Pirámide, está detrás de la aparición del Estado moderno. Una vez generada, la inseguridad de la sociedad despliega en el individuo respeto y confianza por los mensajes patriotas, normalmente vacíos de contenido, ajenos a propuestas que garanticen el progreso y el bienestar social, aplaude el refugio en himnos y banderas porque es consciente de la grandeza planetaria, porque se siente pequeño y tiene miedo, es humano.

   Hoy, quizás me tachen de revolucionario, me atrevo a escribir que el Estado no existe, no existe España ni Cataluña (y me temo que no existirán nunca) ni tampoco, qué se yo, Estados Unidos o Alemania que con su vasto potencial económico e industrial no tienen más sentido que aquél del que se les ha dotado. La naturaleza no prestó pautas que motivaran la existencia de las naciones, por lo general fueron la guerra y la conquista las que perfilaron las fronteras y esa necesidad sobrevenida (que sí es natural, por ser humana) la que hizo del Estado una personalidad jurídica, una ficción creada en Derecho. Si este concepto llega a superponerse al del individuo estaremos desnaturalizando su esencia que no es más que la de servir de instrumento a la satisfacción social, consecución del orden y la justicia social.

   En un primer momento, al calor de una imaginación pos-adolescente pensé titular la entrada "Marca España (u otra futilidad con la que perder tiempo y dinero en un país boyante)". Dejando a un lado lo tonto del título y de su inventor, lo cierto es que me sobrepasa el silencio de los medios y de la gente cuando le hacen saber que en la política económica del Gobierno la propuesta de marca-país ocupa un papel central mientras el ejecutivo propone recortar en partidas presupuestarias como la investigación. ¿Cómo pretenden Margallo y Rajoy que España crezca económicamente? ¿Se quiere vender al europeo o al japonés, que viven en la élite tecnológica mundial, que el nuestro es un país moderno? No entiendo la inversión. No entiendo que haya personas y medios trabajando y cobrando del erario por desarrollar proyectos que mejoren la imagen del país que más paro juvenil tiene de Europa. Tampoco entiendo que el ministerio del exterior desconozca el coste pormenorizado de las misiones diplomáticas estatales y autonómicas. Estamos invirtiendo en maquillar a la España que agoniza. Y nadie dice nada sobre ello.

   En esta misma línea, mientras el Estado central va trasladando el recorte de déficit (exigido por Bruselas) a las autonomías, a quienes compete en mayor medida el mantenimiento del Estado de Bienestar, se desarrolla un futuro plan que garantice las pensiones disminuyendo la cuantía y alargando la vida laboral. Y es entonces cuando saltan las alarmas, y no es por la respetable elección de una política económica liberal, sino porque el sacrificado adelgazamiento del Estado Social no esté arrastrando un recorte comparable del gasto público en el mantenimiento del Estado Central, cuyo endeudamiento excede el 90% y que atendiendo a su proyección a futuro no busca sino la supervivencia misma del Estado y de las instituciones de que se compone.

   El esperpento de la marca España nos nubla por su trasfondo patriótico. El mismo trasfondo que impide que ponderemos racionalmente el valor del hombre (en relación a su país) y que fiscalicemos la eficiencia en la gestión de las arcas públicas, su saneamiento debe depender de nosotros a través de órganos democráticos porque la titularidad de ese patrimonio no es abstracto, la titularidad es nuestra como lo es la de la cultura, la ciencia, la religión o el trabajo.

   Así pervive un Estado globo, cuyo interés prevalece al de sus ciudadanos, ficción que ayer nos traía la guerra y hoy la división. Si el instrumento no es capaz de satisfacer a quienes lo han dotado de sentido sino que, por el contrario, les subordina para mantenerlo con vida, parece preciso reiniciar el sistema porque en su obsolescencia actual está privado de la mínima funcionalidad. El medio, que es el Estado, no puede convertirse en un fin en sí mismo.

   Disculpad mi equívoco, es evidente que no está privado de funcionalidad (acaso quienes le dieron vida quisieron verlo en este estado) si no sirviera de nada hoy no habría debate en Barcelona ni Madrid. La segunda faceta del Estado, en apariencia más inofensiva y barata que la primera, es intangible, y exige la mirada a la nación desde el prisma emocional.


Un niño señala a una Europa sin fronteras


   Domingo por la tarde y la casa vestida con emblemas de la escudería Ferrari para disfrutar de la plata de Alonso, la bandera interplanetaria de la plaza Colón, Rosa en Eurovisión... soy el primero en emocionarme con los triunfos de Nadal, el primer friki que sigue las tristes participaciones españolas en el eurofestival, vibro con el equipo de sincronizada, incluso quería la victoria para cualquiera de las candidaturas olímpicas que presentó Madrid. El problema de esta visión amable está, como no podía ser de otro modo, en la segregación que desencadena la exaltación.

   Volviendo al punto de partida, supongamos que quien es hoy ciudadano catalán hubiera nacido español y el español catalán (asumiendo que son realidades diferentes). El juego es sencillo ¿Mantendría el sujeto a experimento la misma posición? ¿Vería de igual modo a su vecina ibérica? Se evidencian muchas opiniones que por no conocer geografías ahora y en la hipótesis son imparciales y apenas variables. Pero quienes mantienen con vehemencia las consignas más patrióticas quizás no las habrían dejado brotar o, lo que creo más probable, las harían virar sin remedio en sentido contrario en defensa de la patria que hoy condenan.

   La hipótesis imposible es en buena medida práctica, nos mueve a la reflexión, no sólo pone de relieve la mediatización del entorno y los canales de comunicación, también exhibe el simplismo del debate (por respetuosa que resulte toda forma de expresión). El individuo nace con determinadas condiciones físicas (sexo, color de piel, estatura, peso) e intelectuales (creatividad, carisma, sensibilidad) que dependen de su naturaleza y el nivel de madurez a lo largo de su vida. En ningún caso la naturaleza humana predispone la nacionalidad del individuo ¿Con qué fundamento científico lo haría si es una invención posterior y humana? El debate es simple porque parte de una falacia: el individuo no nace catalán o español, es el Estado el que le cataloga con tal distinción.

   Para concluir me queda compartir una reflexión que firmó hace poco Vargas Llosa en Piedra de Toque para El País, "Pertenecer a una nación no es ni puede ser un valor ni un privilegio, porque creer que sí lo es deriva siempre en xenofobia y racismo" (El derecho a decidir). El sesgo por nacionalidad es sencillamente cruel. Nadie gana el derecho a ser nacional por mérito y aunque condicionará libertades y acceso a servicios y oportunidades no deja de descansar en la ficción jurídica del Estado. Desde esta perspectiva el Estado sí que cumple una necesidad, no tanto la cobertura de un vacío espiritual como una forma efectiva de conservar nuestra riqueza económica, medioambiental o cultural: sacia nuestro egoísmo.

(...)

   A la junta fueron convocados algunos de los más ilustres personajes del reino. Lo más granado de la sociedad era un compuesto de mentes que, con mayor o menor lucidez, debatían un método de arraigo con que perpetuar la grandeza de sus estirpes sirviéndose de distinta apariencia o nomenclatura pero en esencia idéntico, difiera el continente y no el contenido cuando el escenario posterior a la Revolución de 1789 iba abriendo el paso ineludible a la igualdad de oportunidades y cuando no quedaba un rincón del mundo que no hubiera sido adjudicado.


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domingo, 1 de septiembre de 2013

Lo que la tele nos dejó... Mujeres Desesperadas.

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   Hace ya un par de veranos que escribí una entrada homenaje a Los Simpson, la serie de referencia en los noventa y favorita en la historia de la televisión, no sólo para mí sino para una audiencia mayoritaria, así lo acreditaba hace algunos meses el diario El País en su particular olimpiada de series en que la familia de Springfield se coronó como la mejor de entre las grandes tramas competidoras.

  Lo cierto es que aquella entrada tenía una vocación de futuro, y esperaba que tras la primera se sucedieran algunas otras comentando lo que me parece más interesante, lo mejor y lo peor que nos ha regalado la pequeña pantalla. Sin embargo, no fue así, el objetivo quedó frustrado, y hoy con la amplitud de miras que ofrece el paso del tiempo encuentro un par de razones. Honestamente no quedé muy satisfecho con la primera, creo que fue un error tratar de describir con palabras una obra tan genial como Los Simpson y no me sentí capaz de relatar los grandes momentos que he pasado desde niño contemplándola. Otro buen motivo es que con el tiempo me he vuelto un televidente retirado, cada día veo menos televisión y como el indigente que pueda llegar a conformarse con un mendrugo de pan diario, a menudo me limito a analizar las grises tertulias de la noche en 24 horas, puede que sea por la falta de tiempo, puede que por el escaso atractivo de la programación, puede que por ambas. En cualquier caso hoy, contraviniendo toda lógica, me propongo desenterrar aquel proyecto con otra ficción que nos ha regalado historias y personajes memorables: las Mujeres Desesperadas de Wisteria Lane.



   Hace poco volví al lugar en que me enamoré de esta serie, debió ser hace ocho o nueve años, a orillas del cabo de la Nao en Jávea, la nostalgia recordando las imágenes que encendieron mis ojos aquél verano me empujan a redescubrirla.

   Cuando los críticos y la audiencia comienzan a reflexionar acerca de la obra de Marc Cherry suelen hacerlo a partir del episodio original: en el pacífico barrio residencial de Wisteria Lane cuatro mujeres de mediana edad asisten al funeral de una buena amiga, Mary Alice Young, que pierde la vida con el suicidio. La nostalgia inicial da paso a la necesidad de información sobre el suceso, dejando a un lado el morbo en una serie en que, sobre todo en sus primeras temporadas, se hace gala de un guión exquisito y una definición inteligente de sus antagónicas protagonistas. Son ellas quienes se descubren ignorantes acerca de la vida del vecindario, envueltas en una organización social que aparentando fulgor esconde tragedia, evoluciona deshumanizada... quizás un espejo distorsionado y ficticio de la nuestra.

   De aquel primer episodio piloto se pueden desprender además de una masa de fans y curiosos, varias marcas de autor: el tratamiento de Mary Alice como narradora permite acercarse de un modo más personal y afectivo a las historias de las mujeres, su omnipresencia y buen juicio se hacen esenciales para comprender la desesperación que pueden padecer estas personas, cuya vida se ve envuelta de una apariencia acomodada ajena al sufrimiento o la toma de decisiones profundas. Cherry (su creador) no sólo nos demuestra en cada temporada que el ama de casa tiene un papel central en la vida de muchos hogares, también que es capaz de entregar lo mejor de sí de un modo generoso y callado. En la serie y ya en el primer capítulo se da muestra de ello, se tocan algunos temas tabúes en la sociedad americana y se hace desde el respeto, en clave progresista y sin introducir prejuicios abusivos. El espectador transita en la trama analizando, si no entendiendo, la dura decisión de Mary Alice, y también haciéndole partícipe de la infidelidad, el escondido embarazo adolescente o la asunción de hijos extraconyugales.

   Es bueno acercarse a la serie sabiendo que en cada una de sus temporadas las protagonistas habrán de resolver un misterio que asola el barrio entrelazado de historias aparentemente insustanciales en la vida de las desesperadas. Lo mejor es que son precisamente estos pequeños relatos los que hacen grande a la serie y no al revés, las cuatro amigas no son en absoluto personajes lineales, su evolución (más acentuada en el caso de Bree) permite al espectador valorar qué han supuesto en sus vidas los años que han pasado juntas, compartiendo la partida de cartas y unos margaritas en la terraza de Gaby, frente a un torrente de acontecimientos vitales que nos impiden considerarlas del mismo modo durante el desarrollo de la trama.

Estas son nuestras chicas y ahí os dejo unas pinceladas con mis impresiones:


Susan Mayer/Delfino: Es dulzura. En un primer momento se dejan ver en ella rasgos de protagonismo ajenos a sus compañeras pero se van desmitificando con el tiempo cuando los espectadores y sobre todo los guiones la colocan a la sombra de otras grandes como Lynette o Bree. En torno a Susan giran las vidas de sus dos hijos, Julie y el pequeño MJ, y la de su gran amor Mike Delfino. Es precisamente Mike el hilo conductor de su trama personal casi ininterrumpido exceptuando la quinta temporada en que deciden separarse tras un dramático accidente (no puedo contar los momentos en que permanecen distanciados por el coma de Mike del que se aprovechará sexualmente Eddie porque entonces el interés compartido es si cabe más intenso). En su vida han transcurrido episodios desagradables, tendrá que hacer frente a la infidelidad de su primer marido, la diálisis, a un accidente mortal que pone en jaque a su familia, a la pobreza, la exhibición de su cuerpo por dinero y a la pérdida de su gran amor. Su talante natural, torpe y entrañable empequeñece y aligera sus problemas, la descubre como una buena persona.

Frente a la ausente madurez de Susan (que en consecuencia se acomoda en profesiones relacionadas con la infancia) su hija Julie es su motor de raciocinio, es fantástico rememorar aquella relación sincera madre-hija, en que una y otra se cambian los roles convencionales. Su historia queda infravalorada ante los interesantes pormenores de su romance con Mike que el tiempo relata como una relación honesta e imperfecta (cantan Jesse y Joy) aunque carcomida a menudo por el silencio. El futuro escribirá la de Susan con Julie en clave abuela-madre.


Lynette Scavo. Es luchadora. A diferencia de la anterior, su pequeño personaje se va haciendo grande a medida que avanza la serie y nos permite comprender que en su vida no existen más fronteras que las que esta gran mujer decida marcarse. Se presenta como una ejecutiva retirada para cuidar su casa y a sus traviesos hijos ante la egoísta decisión de su marido Tom permaneciendo en su puesto de trabajo, atisba machismo pues se lee entre líneas que el de Lynette era un puesto de mayor responsabilidad. Sin embargo los avatares en su vida son de tal magnitud que recuperará su carrera profesional, y lo hará con todo su carácter y relativo éxito.

El caso de Lynette es extraordinario pues aunque su personaje no haya visto mermada su personalidad es de largo el que ha atravesado situaciones más trágicas, entre otros episodios: en el que su marido mantiene a una hija en secreto nacida con anterioridad al matrimonio, la crueldad de esa niña, la apertura de un negocio fallido (la pizzería Scavo) en plena crisis de los cuarenta de Tom, el amor hacia un buen hombre (distinto a Tom) por quien se obliga a ahogar sus sentimientos, el cáncer, el violento secuestro dando a luz a su último hijo y la agonía de su matrimonio.

Lynette es la menos convencional de las amas de casa, no es ortodoxa en el cuidado de sus hijos (tolera sus llantos en la cuna), no le preocupa en exceso su imagen (suele vestir su gastada camisa de cuadros) y es quizás porque durante muchos años ha vivido en un mundo de hombres. Su exigencia y profesionalidad no conocen sexos, como tampoco su gran sensibilidad y su valor para enfrentarse a la vida


Gabrielle Solís. Es naturalidad. Concluir con la apariencia facilona del personaje sería del todo un error, pues es en realidad el más limitado dada la belleza y la popularidad que acompañan en el mundo paralelo a su alter-ego, la actriz Eva Longoria. El reto para ambas es demostrar que en Gabrielle está la mujer más divertida del barrio, la más espontánea, y la que con el tiempo verá más limada la superficialidad, ética y estética, aprendida sobre las pasarelas. Superficialidad que la hubiera servido de coraza durante años y frente al mundo que la trató con la crueldad de la miseria infantil. Sin perder nunca su picardía de femme fatale y diva adinerada, evoluciona en el profundo amor a su familia, renunciando incluso al que todos (por error) creíamos su bien más preciado: la belleza física. Como suele decirse es más bonita por dentro.

Aunque en un principio la relación con su marido Carlos será la más cuestionada (la serie comienza a narrar la historia de Gaby a partir de su infidelidad con el jardinero) su resistencia a la prisión y la ceguera de su marido son sólo un par de muestras del amor más sencillo y sincero que presenta la serie, aun envuelto en su mundo opulento, podemos afirmar que su gastada coraza acaba por ceder ante Carlos.


Bree Van de Kamp / Hodge. Es perfección. Su aspecto y decoro son el resumen de una disciplinada educación que trata, sin mucho éxito, de inculcar a su familia. Su máxima es vivir conforme a sus valores y dar a conocer su rectitud. El cuidado de cada detalle y modal revierten en su contra cuando, tras la muerte de su primer y odiado marido, su mundo comienza a derrumbarse, tras un duro episodio alcohólico, tendrá que hacer frente a la promiscuidad de su hija y a la crueldad de su hijo. El tiempo limará asperezas y harán de Bree una mujer mucho más fuerte, capacitada para hacer de su negocio un éxito, auténtica rompe corazones y, en suma, distante de las restricciones morales y sexuales que la atormentaban desde niña. 

   Es el personaje más cuidado de la trama y para qué negarlo es mi favorito, su prototipo de mujer de los 50 es anómalo en la vida real y sin embargo su peculiar estilo no extraña ni al vecindario ni al espectador. Cuidada imagen que se irá resquebrajando con el suceder de acontecimientos... sólo cuando la intimidad  y la angustia la acorralan en su vida, infeliz, toca fondo, y es entonces cuando podemos apreciar la infinita sensibilidad que esconde, la pretendida felicidad una máscara caída.





   Con todo, el 13 de mayo de 2012 la ABC emitía el último episodio de la serie, y no fue a gusto de todos. En mi opinión el desenlace se demoró demasiado, después de ocho temporadas la serie había abordado una diversidad temática tan amplia que las enrevesadas historias mermaban la credibilidad de sus personajes. El capítulo final fue además muy excesivo, como si se hubiese preparado deprisa y en carencia de imaginación se hubiese querido repasar toda la serie y cautivar de un modo incisivo y grosero el sentimiento más profundo de sus admiradores. Cherry, finalmente, fue egoísta y quiso zanjar de forma escueta unos finales en la vida de cada una de las mujeres con lo que evitar la continuidad de la obra o, en el mejor de los casos, abrir la puerta a la fantasía de los finales abiertos de aquellos que habíamos presenciado sus 180 capítulos.

   Por lo demás, la valoración es muy positiva y, con altibajos, una buena serie en la que perderse. Si aún no la conocéis os invito a descubrirla y si, como yo, la habéis disfrutado, hago vuestra esta entrada. Quién sabe, quizás hoy vuelva a ser un buen momento para dejarse caer por las enigmáticas calles de Wisteria Lane.


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viernes, 12 de julio de 2013

Haciendo un paréntesis.

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   Se come las calles el corredor que ha pasado esta tarde junto a tu ventana, no tiene miedos ni conoce el destino, el objetivo es ser más fuerte y en el camino, el trance más duro y por el que merece la pena seguir adelante, se conoce mejor a sí mismo. Será cosa de caminos... cantaba el inolvidable Serrat aquello de que no existen y recordaba al caminante que el camino se hace al andar. Que en la vida hay obstáculos, qué duda cabe, es quizás lo que convierte a nuestro paso por el mundo en una experiencia mucho más interesante y hermosa, igual que la buena novela no es narrada sin obviar el dolor y la pena, y desde luego no es perdida por anodina e insustancial. 

   En esta calurosa mañana de doce de julio me ha llamado mi amiga Isabel, me encantan sus llamadas porque me recuerdan el curso en Madrid en que suele contarme sus dudas, confidencias y avatares, yo que la quiero mucho suelo escucharla, a veces impresionado, con gran interés y cariño. Esperando noticias de su viaje a Lanzarote, he comprendido que hoy el motivo que traía la conversación era diferente, sólo al descolgar ya notaba en el deje de su voz un inconfundible y extraño roce de amargura, del todo infrecuente en nuestras conversaciones desenfadadas, me ha confesado que nuestro amigo Javi atraviesa un duro momento personal y es que su hermana Cristina padece leucemia.

   De inmediato me he puesto en contacto con él, un chico del que puede leerse sinceridad en la mirada, hoy que no podía verle imaginaba ternura en sus ojos castaños al otro lado del teléfono, y le he encontrado fuerte, optimista y entregado. Él, que posee una extraordinaria calidez pese a su fría procedencia astur, que es una buenísima persona, está feliz en la adversidad porque puede abrazar a su hermana y sentir con ella, quizás como nunca antes, el despertar de los días. 

"Atardecer en Salinas" de Miguel del Pozo http://www.flickr.com/photos/mdelpozog/6921587232/

   Mi sorpresa era mayúscula cuando ambos me han contado del blog que elabora Cristina, yo que cuento entre mis pocas aficiones la escritura, me he enamorado ipso facto del relato de esta chica. Es tan grande su sensibilidad que se me escapan las palabras para hablar de su diario. Sólo puedo dejaros el link e invitaros a todos a que la conozcáis y compartáis con ella vuestro cariño y experiencias.


   Mi blog, que nunca ha tenido grandes pretensiones, se hace muy pequeño cuando leo el relato sincero del Paréntesis de Cristina, ella y su diario son inmensos desnudando esa gran historia que protagonizan fortaleza y superación. Su blog es para la autora una vía de escape, un punto de evasión en que refugiarse de la soledad y el tedio de las salas de espera y operaciones, pero sobre todo es una muestra de generosidad con todo aquél que como ella atraviese esta coyuntura, el que padezca leucemia u otra enfermedad, cancerígena o no, y no tenga hermanos y familia a quien abrazarse y en quien confiar. Es un buen modo de acercar su historia al mundo y el mundo a su historia, en la manifestación probablemente más bonita que presenta la red. 

(...) 


   Vuelves a mirar a la ventana y ya es de noche, el corredor regresa exhausto, y regresa, aunque lo encuentres igual comprenderás que no es el mismo, en el camino ha crecido con los retos, ilusiones y lágrimas que se han presentado, ha crecido consigo... y ahora que se aleja, adivinas a reconocer la sombra de Cristina que sigue corriendo con valentía cargada de cariños y de sueños.  


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jueves, 4 de julio de 2013

Una de espías

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   Este año el verano se ha dejado querer, no ha llegado tan pronto como de costumbre ni tampoco con su precisión habitual... recuerdo la última granizada en mi pueblo manchego, muy lesiva para ciertos cultivos e insólita en el mes de mayo. Tan pronto como el mercurio se ha elevado de forma meteórica hasta rozar los cuarenta grados a la sombra, el mismo que antes reivindicaba un verano interminable es también el primero en denostar el nuevo clima. El inconformismo climatológico me pone de mal humor, sólo aquellos que, como el agricultor, tienen motivos vitales para esperar que el tiempo mejore o cualquier otro cuando da lugar a catástrofe natural, consiguen que el tema de conversación merezca algo de atención. En cualquier caso, el verano es por lo general una estación alegre y además suele ser propicia para que enseñemos nuestra mejor faceta, la más natural, paradójicamente la más fresca. Nos dejamos querer por el verano. 

   El poder del rayo de sol está infravalorado, no sólo nos muestra al mundo con la cara bronceada, es capaz de esclarecer todo aquello que aparece confuso en la sombra, ni siquiera el polvo que queda suspendido en el aire sucumbe a su efecto. Esta breve historia no puede relatarse sin comenzar narrando el papel que tuvo Snowden, el personaje que alcanzó la proeza de emular aquél rayo de sol para filtrarse a los rincones más oscuros y verter en ellos una claridad que no todos anhelaban.

   Snowden es un chico joven que hasta hace unos meses se ganaba la vida trabajando para las agencias de inteligencia de su país, ello le dio acceso a datos altamente confidenciales cuyo contenido, por diversas razones políticas o judiciales entendidas prioritarias al concurrente interés público, no es fruto de difusión. Quien tiene el conocimiento tiene el poder y en aquél momento Snowden, a diferencia de sus compatriotas, tenía una parte de ambos. Pudo guardar silencio y seguir viendo remunerado su trabajo, (con una buena cifra de 200.000 dólares anuales no parece mala alternativa) por el contrario, y sin entrar a valorar la bondad de su actuación, prevaleció su integridad y se llenó de valor cuando consideró que la información que pasaba entre sus manos a diario lesionaba los derechos de sus implicados y que por lo tanto debía ser conocida.

   La información de la que dio noticia a The Guardian es el resultado del espionaje realizado por tales agencias estatales a ciudadanos e instituciones extranjeras, puede que en su filtración desentrañara la razón del secretismo, el Gobierno de Estados Unidos quiere el poder y éste sólo se consigue a través del conocimiento. 

   A partir de aquí comienza el nudo de la historia: una vez se revelan los datos comienzan las reacciones. La fiscalía le imputa una serie de delitos y él decide fugarse en busca del auxilio de alguna jurisdicción amiga que evite un juicio no imparcial; quienes padecieron el espionaje y muy notablemente las instituciones de la Unión Europea encabezadas por Alemania, se encuentran defraudadas al comprobar desconfianza en las pesquisas del aliado norteamericano. Por su parte, muchos dirigentes iberoamericanos y la Rusia de Putin, países que tradicionalmente no le guardan tal estima, no descartan la posibilidad de dar cobijo al fugado.

   La trama se complica aún más cuando algunos de los últimos espectadores dejan de serlo y como actores van tomando partido. Es el punto de inicio de una micro historia, paralela a la primera, protagonizada por el presidente boliviano Evo Morales, quien habiendo realizado un viaje transoceánico desembarca en Moscú para debatir estrategias comerciales con los líderes de los países exportadores de petróleo, dejando a un lado el contenido de la reunión que es intrascendente en nuestro relato y supondremos anecdótico y amable. Lo cierto es que el destino es caprichoso y quiso que en esa misma ciudad, en Moscú, se encontrase el joven fugado (al menos esa era la hipótesis que se barajaba en los medios) y en esa madeja especulativa que Estados Unidos viese en el viaje de Morales un gazapo para trasladar a Snowden a la tranquila Bolivia, ello obligó al gobierno de Obama a solicitar de sus socios de la Europa occidental una rápida intervención sobre el avión oficial boliviano.

   Fue entonces, en la madrugada del tres de julio, la tripulación del vuelo con salida Moscú y destino La Paz sobrevolaba Austria cuando el comandante recibió noticia de que el espacio aéreo francés se había cerrado y con él el italiano, el portugués (cuyo ministro de exteriores pedía la dimisión poco antes) y el español. Inmovilizado en Viena el pobre Morales no pudo más que criticar al imperialismo yanqui, mientras los suyos dramatizaban diciendo que su vida corría peligro, aprovechando la coyuntura el astuto embajador español quiso hacerle una visita para compartir un café en el interior del avión, pues si el fugitivo se encontraba dentro, bastaría con llamar a las fuerzas de seguridad para hacer efectiva una sencilla orden de extradición y dejar el problema resuelto. Morales cada vez más ofendido no cedió y hubo de esperar unas cuantas horas hasta que España autorizara su escala en Canarias, mientras tanto los avenidos socios del UNASUR encabezados por Kirchner preparaban la recepción del líder  boliviano, y una reunión extraordinaria en que encontrar una posición común.





   Hasta aquí el entramado de una historia de espías que aún no ha terminado, quedará pendiente no sólo esa reunión entre los líderes sudamericanos también el posible juicio a Snowden (mediando o no extradición) o su más probable asilo político.

   Dicen los buenos procesalistas que estar imputado, y por lo tanto poder llegar a ser enjuiciado, es un deber y también un derecho. Cuando Snowden rechaza el ejercicio de la justicia, más allá de eludir un compromiso ciudadano, está impidiendo tomar posición y por lo tanto defender la legitimidad de su actuación en sede judicial, que es donde debe resolverse en un Estado de derecho este tipo de controversias.

   Por otro lado, me parece brillante la conclusión que alcanza el presidente boliviano a su llegada a La Paz aunque no comparto su discurso post-revolucionario, los estados europeos mayoritariamente traicionados por el aliado norteamericano (que sólo inmuniza a Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Canadá) espiados y vulnerables siguen rindiendo pleitesía, alienando sus posiciones en defensa y política internacional.   Deseable aquiescencia, que pudo ser y no fue, de los países mediterráneos hacia el hombre que desveló que su aliado atlántico siempre ha guardado reservas hacia el proyecto europeo.

   El luminoso poder de Snowden, dejando a un lado la red de espionaje que ya adelantó Wikileaks, evidencia que en el mundo, pasadas dos décadas de la caída de la Unión Soviética y el término de la Guerra Fría, permanece dividido en dos grandes bloques de estados afines que amenazan con la colisión de un momento a otro. Aunque también es posible que todos estemos equivocados y que en la estrategia estadounidense haya mayor complejidad y secreto del aparente, que el objetivo de los gobiernos del norte y sur del continente americano no sea tan diferente... idea pasajera y retorcida, quizás oculta en los archivos del Pentágono, en que el acercamiento a Europa obedece al sometimiento por la voluntad de los pueblos colonizados a quienes se deshicieron de su historia.

(...)

   Mientras redacto esta entrada Egipto concluye con su primer y breve periodo democrático y se aventura en una experiencia novedosa mezclada de incertidumbres y esperanzas, que lo haga a partir de un golpe de Estado es para la mayor parte de egipcios un coste asequible. En mi opinión lo más importante no es restaurar un sistema democrático de inmediato, pues cabe la posibilidad, dada la tradición y su cultura, de que este país (democráticamente) no desee organizarse políticamente de este modo, hoy lo esencial es salvaguardar los derechos fundamentales de sus gentes.

   Cierro esta entrada de espías con la voz de uno de los más grandes del doblaje, él habría estado a la altura para representar a cualquiera de nuestros protagonistas, la de Constantino Romero, que fallecía el doce de mayo y sólo unos días antes escribía estas palabras en su cuenta de Twitter:

Y estamos a 30 de Abril cumplido

Mañana entra Mayo, hermoso y florido

Mayo, Mayo, Mayo

Bienvenido seas

Que con tu venida

Las flores se alegran


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